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Lucía Lijtmaer - Yo también soy una chica lista

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Lucía Lijtmaer Yo también soy una chica lista
  • Libro:
    Yo también soy una chica lista
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2017
  • Índice:
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Yo también soy una chica lista: resumen, descripción y anotación

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Luz

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Prólogo
De verdad,
yo no quería

Yo no iba a escribir sobre esto. Créeme, tenía cosas mejores que hacer que ser odiada. Mientras escribo estas palabras, todavía puedo oír algunas voces en mi cabeza.

«¿Y esta, cómo se atreve? Chica lista, dice. ¿Qué, ahora eres más lista que las demás? ¿Ahora tienes que diferenciar entre las listas y las no listas? ¿Te convierte eso en más inteligente? ¿En buena feminista? ¿En mejor mujer? ¿Quién eres tú para decirme cómo tengo que ser? ¿De dónde sale tanto adoctrinamiento y tanta mala hostia? ¿Cómo te atreves a representar a todas las mujeres?»

¿Ves? ¿Quién en su sano juicio lo haría? ¿Quién querría escribir sobre LA COSA ? Yo tenía muchos planes apetecibles, como salir con mis amigas, aprender a hacer croquetas, cosas así. Pero a veces resulta muy difícil no escribir.

Aquí estoy. En primera persona. Me llamo Lucía, y escribo sobre «cosas de chicas». ¿Por qué? Porque me interesan. Ese es uno de los primeros temas que tengo que aclarar. Escribo sobre «cosas de chicas» sin que haya, como espejo, «cosas de chicos». Escribo sobre series, humoristas, literatura, música…, y, sin embargo, siempre parecen ser «cosas de chicas». No me molesta, o al menos no siempre. Esa es una de las Cosas que Pasan: tus intereses y los de muchas otras personas se ven categorizados como «nicho».

Primero, antes de seguir: ¿de dónde salen todas esas preguntas agresivas del principio y por qué tienen ese tono? Ese que grita puede pasar y sentarse, tenemos galletitas y café. Pero antes de nada, ¿por qué hablarme así? ¿Cuándo nos acostumbramos a esa agresividad? Ya sé, me suena: esas frases son una muestra de lo que se encuentra una persona que escribe sobre mujeres desde una posición reivindicativa (sí, LA COSA ). No hay escapatoria: si escribes sobre eso, te van a freír en la Sartén de la Representación.

Ya estamos con los conceptos. No importa, este me lo acabo de inventar: la Sartén de la Representación no es otra cosa que el instrumento usado por los medios de comunicación y por el statu quo para cuestionar el hecho de que escribas sobre mujeres y sus derechos desde una perspectiva no académica e incluso divertida. Se enmascaran como preguntas pero no lo son; están destinadas a derribar tus argumentos por pura insistencia. Y a freírte.

Sí, perdón, no quería extenderme en eso. Lo cierto es que yo tenía mejores planes que ponerme a contar por qué hay cosas que están peor para una mitad de la población que para la otra, entre otras razones porque ya lo había dicho mucha gente antes que yo. Esa es otra de las Cosas que Pasan: ya lo hemos dicho muchas veces, pero no cala. Hay mucha gente haciéndose la sorda, ¿eh?

Frente a esas Cosas que Pasan cuando reivindicamos un espacio a veces me resigno y me encojo de hombros, en otras ocasiones escribo.

Con el tiempo, una pregunta se hizo recurrente: ¿por qué me encojo de hombros?

Y empecé a pensar en las demás mujeres. Pensé en las cosas que nos pasaban. Pensé en quién leía lo que yo escribía y pensé en esa lectora.

Por ejemplo: es posible que, como mujer, un día te despiertes y todo haya cambiado. Puede ser que al principio no lo notes demasiado. Todo tiene el mismo color que el día anterior, el café sabe igual, tu jefe sigue pidiéndote que trabajes más y no llegas a fin de mes. Pero algo ha cambiado. ¿En qué lo notas, eh, compañera?, te preguntarás, quizás en voz alta. Y yo te diré, oh, querida hermana, desde este prólogo: en la nitidez de lo que nos rodea, en que las miradas de suspicacia son evidentes, en que lo tienes escrito delante de tus narices, como un cartel de neón que parpadea. Te has dado cuenta de TODO . Vives en un sistema injusto para la mitad de la población y comienzas a notarlo ya sea sutilmente («¿has cogido peso?») o en consecuencias más serias («si vas a ser madre en el próximo año es mejor que hablemos con Recursos Humanos»). A esto lo podemos llamar, por ejemplo, el Día del Golpe en la Cabeza. En cuanto lo hables con alguna amiga, verás que es posible que le haya pasado lo mismo. Ella también se lo dio. Recuerda la fecha, se compró una plaquita para conmemorarlo y todo. Te sorprenderías de las cosas que las mujeres no comparten por miedo a parecer Malditas Locas.

Bienvenida al mundo real…, Neo, o, más bien, Nea. Has estado viviendo en la Matrix de injusticia social diseñada durante siglos y acabas de despertar. ¿Quieres la pastillita roja o la azul? Si eliges la roja, te esperan una vida de aventuras insospechadas con compañeras divertidas y rebeldes y algún que otro troll internauta fascistoide que probablemente se hará pajas sobre tu foto de perfil en las redes sociales. Si eliges la azul puedes volver a tu cómodo y feliz mundo en el que las luchas contra la desigualdad son asuntos de tipas gritonas e insatisfechas que dan la brasa porque les dejó el novio allá por los años setenta y no pudieron superarlo. Créeme, la pastillita azul parece que mola. Nadie te va a mirar mal por tomarla (bueno, un poco SÍ ), pero el escarnio pasa enseguida, como pasa el dolor de la depilación integral —y no, insisto, esto no va tampoco de juzgarte por depilarte, ven con nosotras al lado oscuro de la fuerza.

Lo que leerás aquí va sobre cómo el sistema está diseñado para maquillar esas injusticias con tonos pastel y no ofrecerte las herramientas necesarias para detectarlas. Sobre compartir la sensación de incredulidad que genera darte cuenta de que, cuando miras a tu alrededor, muchas veces este no es el mejor mundo posible y a mucha gente parece no importarle. Y también va un poco sobre Gwyneth Paltrow y su corte de Madres Buenorras Perfectas.

¿Y qué tiene que ver una rubia famosa de Hollywood con todo esto? El capítulo 8 explica por qué cierta idea de maternidad es inalcanzable, pero también explica cosas sobre mí.

Cuando comencé a escribir, allá a finales de los noventa, resultaba mucho más fácil hacerlo centrándome en la cultura pop. Si eras chica y sabías deletrear el abecedario, te resultaba mucho más sencillo analizar el mainstream que hacer muchas otras cosas. Al fin y al cabo el pop era de chicas, ¿verdad? Como para poder escribir lo más importante era leer, leí mucho y de manera variada. Y, de repente, todo tuvo más sentido: ¿qué mejor forma de adentrarse en la cultura que haciéndolo desde la risa? ¿Y si eso, además, nos hiciera pensar un poco? ¿Qué nos dice la cultura de masas sobre nosotros mismos y, especialmente, sobre las mujeres?

En todos estos años encontré un ejemplo que se repite. Una chica famosa que ejerce su derecho a la libertad de expresión y voto, viste con ropas ajustadas y molonas, se tatúa, se tiñe el pelo, reivindica su libertad sexual —acostarse con quien quiera mientras no haga daño (o sí, mientras use una palabra de seguridad)— y se queja en la prensa de que vive en un mundo donde no cobra lo mismo que los hombres y sus acciones son examinadas con lupa simplemente porque es mujer. Y, entonces, ojo ahí, es cuando ocurre lo siguiente. Sea el medio de comunicación que sea, siempre les hacen una pregunta:

—Entonces, querida X, ¿tú te declaras feminista?

Y entonces X entorna los ojos, agita el flequillo, pisa fuerte sobre los tacones de quince centímetros y contesta con rapidez: «¡No, no! Yo estoy a favor de la igualdad, no soy feminista».

Pues bien, este libro quiere explicar —sin culpar a X— que X es feminista por el mero hecho de reivindicar un espacio propio. Quiere explicar de manera cotidiana e informal que la estrategia hasta ahora ha sido silenciar la palabra «feminista» y sustituirla por cualquier otro eufemismo para no dar miedo, para no enfrentarnos a la realidad.

Este libro quiere funcionar como un manual divertido y ameno de reconocimiento para todas aquellas y todos aquellos que quieran una alternativa honesta ante situaciones complejas. Y, cómo no, un espacio en el que, por pura comparación, podamos decir: ¡esto TAMBIÉN me ha pasado!, y al decirlo no caigamos en el error de creer que solo me pasa a mí, solo te pasa a ti, solo le pasa a ella.

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