EL CAPITAL torial
TOMO III
idad edi
Karl Marx
abil
pons ucida sin res Obra reprod
PREFACIO Por fin logro dar al público el libro III de la obra maestra de Marx, el remate de la parte teórica. Al editar el libro II, en 1885, estaba per suadido de que la edición del III sólo presentar ía algunas dificultades técnicas, con excepción de determinados capítulos muy importantes. Así ha sido, en efecto; pero entonces no podía formarme una idea de las dificultades que hab ían de plantearme precisamente estos capítulos, los más importantes de todos, ni de otros obstáculos surgidos posteriormente y que con tribuyeron también a retrasar la aparición del libro. En primer lugar, lo que más vino a entorpecer mi labor fue una afección bastante larga de la vista, que redujo a un mínimum durante años enteros mi jornada de trabajo y que aún hoy me impide, como no sea en casos excepcionales, coger la pluma para escribir con luz artificial. Venían a sumarse a éstos otros trabajos indeclinables: reediciones y traduccio nes de anteriores trabajos de Marx y míos, con la consiguiente labor de revisión, prólogos, adi ciones, no pocas veces imposibles sin nuevos estudios, etc. Sobre todo, la edición inglesa del libro I, de cuyo texto soy yo responsable en segunda instancia y que, por tanto, me ha to mado mucho tiempo.
Quien siga un poco de cerca el enorme incremento de la literatura so cialista internacional durante los diez años últimos y sobre todo el aumento del número de traducciones de las anteriores obras de Marx y mías comprenderá la razón que me asiste al ale grarme de que sea tan limitado el número de idiomas en que mí intervención puede ser útil a los traductores y en que, por tanto, tengo el deber de no rehusar mí ayuda para la revisión de sus trabajos. Por otra parte, el incremento de la li teratura no era sino un síntoma del correspon diente desarrollo del propio movimiento obrero internacional. Y éste me imponía también nue vos deberes. Desde los primeros días de nues tra actuación pública había recaído sobre Marx y sobre mí una buena parte del trabajo de rela cionar los movimientos nacionales de los socia listas y obreros en los distintos países; este tra bajo crecía a medida que iba fortaleciéndose el movimiento en su conjunto. También en este aspecto llevaba Marx la carga principal del tra bajo; pero, al morir él, esta labor, cada vez más intensa, vino a pesar sobre mí. Entretanto, se ha convertido en norma, y tiende, afortunadamen te, a convertirse cada vez más, el régimen de trato directo entre los distintos partidos obreros nacionales; a pesar de ello, mi intervención per sonal en estos asuntos se ve reclamada todavía con mayor frecuencia de lo que yo querría, en gracia a mis trabajos teóricos.
Sin embargo, para quien como yo ha actuado durante más de cincuenta años en este movimiento, los trabajos relacionados con él constituyen un deber inde clinable, que reclama ser cumplido puntual mente. En nuestra agitada época, ocurre como en el siglo XVI: en las materias relacionadas con los intereses públicos, sólo existen teóricos pu ros en el campo de la reacción, y eso es lo que explica que estos señores no sean tampoco ver daderos teóricos, sino simples apologistas de esta reacción. El hecho de que yo viva en Londres hace que en el invierno estas relaciones de par tido se mantengan casi siempre por carta y en el verano, por lo general, personalmente. Esto, y la necesidad de seguir la marcha del movi miento en un número cada vez mayor de países y en una cantidad cada vez más numerosa de órganos de prensa, explica la imposibilidad en que me hallo, de dedicarme a trabajos que no toleran ninguna interrupción fuera de los me ses del invierno, principalmente los tres prime ros del año. Cuando se tienen ya más de setenta años, las fibras cerebrales de Meynert en que se condensa la capacidad de asociación, trabajan con una lentitud fastidiosa ya no se vencen tan fácil y tan rápidamente como antes las in terrupciones en los trabajos teóricos difíciles. Por eso, cuando, por no haber podido terminar completamente el trabajo de un invierno, me veía obligado a reanudarlo al siguiente, era, en gran parte, como si lo emprendiese de nuevo, y esto fue lo que me ocurrió principalmente con la sección quinta, la más difícil.
Como el lector podrá ver por los da tos que doy a continuación, el trabajo de redac ción del libro III ha diferido esencialmente del requerido por el II. Para este libro se contaba con un primer proyecto, que además estaba muy incompleto. Por regla general, los comien zos de cada capítulo estaban redactados con bastante cuidado y en la mayoría de los casos trabajados desde el punto de vista del estilo. Pero, conforme se avanzaba en la lectura, más esquematizada y llena de lagunas aparecía la redacción, más digresiones contenía sobre pun tos secundarios surgidos en el curso de la in vestigación para darle ulteriormente su ordena ción definitiva, más largos y embrollados se presentaban los períodos, en los que se expre saban pensamientos escritos in statu nascendi. (1) En varios sitios, la escritura y la redacción denotan con harta claridad la manifestación y los progresos graduales de una de aquellas en fermedades debidas al exceso de trabajo que iban entorpeciendo poco a poco la labor crea dora de Marx y que, por último, le in capacitaban por completo para trabajar durante temporadas enteras. Nada tenía de extraño. Entre los años de 1863 y 1867, Marx: no sólo había preparado el proyecto de los libros II y III de su obra y terminado el I para la imprenta, sino que, además, había desarrollado la labor gigantesca relacionada con la fundación y el desarrollo de la Asociación Internacional de Trabajadores.
Y ya en 1864 y 1865 se presenta ron los primeros síntomas de aquellos trastor nos de su salud a los que se debe que Marx no pudiese dar, personalmente, los últimos toques a los libros II y III de El Capital Mi trabajo comenzó dictando todo el manuscrito a base del original, que hasta para mí resultaba no pocas veces bastante difí cil descifrar, para obtener una copia legible, lo que requirió un tiempo considerable. Comenzó entonces el verdadero trabajo de redacción. Mi labor se ha limitado a lo estrictamente indis pensable; he procurado conservar todo lo posi ble el carácter del primer proyecto siempre que la claridad lo consentía, sin tachar tampoco las distintas repeticiones siempre que aclaren el tema, como suele hacer Marx, en otro aspecto o con otra formulación. Allí donde mis correccio nes o adiciones traspasan los límites de la sim ple labor de redacción, o donde no he tenido más remedio que asimilarme el material de hechos suministrado por Marx, aunque procu rando atenerme lo más posible a su espíritu en las conclusiones a que llego, pongo todo el pa saje entre paréntesis cuadrados* y lo señalo con mis iniciales, para distinguirlo. En las notas de pie de página puestas por mí faltan a veces los paréntesis cuadrados, pero es mía la respon sabilidad de todas aquellas notas al pie, en las cuales figuran las iniciales de mi nombre. Como suele ocurrir y es lógico que ocurra en un primer proyecto, aparecen en el manuscrito numerosas referencias a puntos, que más adelante se habrán de desarrollar, sin que la promesa así formulada aparezca cum plida siempre.
He creído necesario respetar en todo caso estas referencias, puesto que expre san los propósitos del autor con vistas a una elaboración futura. Pasemos ahora al detalle. El manuscrito principal sólo podía utilizarse con grandes restricciones, en lo tocan te a la primera sección. Comienza con los cálcu los matemáticos de la relación entre la cuota de plusvalía y la cuota de ganancia (que forman el capítulo III del libro); en cambio, el tema que constituye nuestro capítulo I aparece tratado en el manuscrito más tarde y de un modo ocasio nal. Vinieron a ayudarnos en este punto dos esbozos de revisión, de unas ocho páginas en tamaño folio cada una, que tampoco en ellos se contiene una redacción muy coherente. Han sido tomadas por mí como base para lo que aquí aparece como capítulo I.
Página siguiente