Azalea roja es la autobiografía de la escritora china-estadounidense Anchee Min. Fue escrita durante los primeros ocho años que pasó en EE. UU. (1984 - 1992) y cuenta la historia de su vida en la República Popular China.
Los nombres son traducidos al inglés, en vez de ser escritos fonéticamente. Por ejemplo: su nombre Anchee significa «Jade de la paz» y los nombres de sus hermanos son «Floreciente», «Coral» y «Conquistador del espacio».
Primera parte
Min cuenta la historia de su niñez en Shanghái hasta la muerte de Mao Zedong en 1976. Cree incondicionalmente en el Comunismo de Mao y es una estudiante sobresaliente. Sin embargo, su primer conflicto con el sistema surge cuando su profesora favorita es juzgada por espionaje y la joven Anchee es llamada a testificar contra ella.
Segunda parte
Min relata su vida en una granja de trabajo con otros adolescentes a las afueras de Shanghái. Fue destinada a trabajar allí y mantiene pocas esperanzas de escapar a una vida de trabajo manual. En ese momento, Min encuentra un modelo de pensamiento que seguir en el Maoísmo, pero el abuso de poder de sus superiores y una relación lésbica con una compañera de la granja van minando la confianza en la ideología.
Tercera parte
Relata su aprendizaje como actriz en unos estudios de cine rivalizando con otros jóvenes aprendices. Más abusos de poder y sus complejas relaciones amorosas exacerban su desilusión con el sistema de Mao. Su futuro como actriz se ve truncado y termina trabajando como empleada en los estudios. Esta parte finaliza con la muerte de Mao, los siguientes años apenas mencionados y una breve explicación de cómo llega a vivir a Estados Unidos en 1984.
Desde la primera línea, el libro está lleno de citas de Mao Zedong y referencias a él y su esposa, Jiang Qing, Min nunca rechazó de manera absoluta la filosofía de Mao, sin embargo, parece que llega a comprender que la vida es más compleja de lo que a ella le enseñaron.
Estas memorias son la introspección de la vida de un individuo bajo un régimen totalitario donde la unidad era premiada y la individualidad castigada.
Anchee Min
Azalea roja
ePub r1.0
Triangulín 19.06.14
Título original: Red Azalea
Anchee Min, 1995
Traducción: Rosa Arruti
Editor digital: Triangulín
ePub base r1.1
A Qigu
ANCHEE MIN (Shanghái, 1957). A los diecisiete años fue enviada a un campo de trabajos de «reeducación», pero gracias a su talento artístico fue rescatada por una productora cinematográfica para trabajar en sus estudios de Shanghái, donde conoció a la esposa de Mao Zedong. En 1984 se trasladó a vivir a Estados Unidos y empezó su carrera como escritora con el libro de memorias Azalea roja, que fue publicado en más de veinte países y situó firmemente a su autora en el panorama internacional. Años más tarde publicó una biografía novelada titulada Madame Mao, fruto de una minuciosa investigación sobre la fascinante esposa del dirigente chino. Sus siguientes novelas, La Ciudad Prohibida y La última emperatriz, tuvieron, igualmente, una excelente acogida de crítica y público. La perla de China es su última novela.
El polvo y la humedad habían formado una pasta con mi pelo. Llevaba ya cuatro horas sentada en un camión descubierto. El aire frío entibiaba mi ardiente interior. La lluvia de pelo de vaca mezclada con la niebla que descendía sobre el camión humedecían mi bufanda. Los hilos sueltos de la bufanda me rozaban la mandíbula recordándome las trenzas húmedas de Yan. Ante mis ojos pasaban volando los verdes campos de los arrozales. Mi mente volvía a Yan una y otra vez. Yo era una concha a la que le faltaba la perla.
Tragué una bocanada de aire frío. La bufanda roja se fue volando sin que pudiera atraparla. El camión continuaba avanzando. La bufanda se llevaba mi pena. Cayó sobre un campo enfangado. No lejos de allí, una vaca había estado arando. Un anciano campesino sujetaba un látigo en alto. El látigo soltó un agudo chasquido sobre la cabeza de la vaca.
Llamé a mi madre al trabajo desde un teléfono público. Le dije que estaba en Shanghái. Mi madre se quedó sin habla. Estaba demasiado excitada. Fue a recogerme a la estación de autobuses. Vino corriendo hacia mí y casi se cae. Cuando recuperó el equilibrio me miró de arriba abajo. Cogió mis manos entre las suyas y me dijo que había crecido. Al otro lado de la ventana de la estación, la primavera estaba floreciendo. Las hojas rezumaban rocío. Madre dijo que las jóvenes hojas verdes siempre le traían esperanza. Me cogió la mano y me miró las uñas teñidas por el fungicida. Intentó restregar el color marrón, pero le dije que no se molestara. Mi madre dejó mi mano y dijo: Has engordado bastante. Le contesté que pesaba sesenta y ocho kilos. Ahora tienes la cara con forma de guisante. Mi madre se rió. Estaba tan feliz… Le pregunté: ¿Parezco una campesina de verdad? Sí que lo pareces, mucho.
Nos cambiamos a otro autobús para ir a casa. Mi madre me contó que a Flora la habían destinado a una escuela de diseño en la que le enseñaban a pintar carteles de propaganda. Coral estaba a punto de titularse en la escuela secundaria. Si nada salía mal, la asignarían como trabajadora a una fábrica, me dijo. Esperemos que sea la persona más afortunada de la familia. Pregunté por Conquistador del Espacio. Me dijo que se había convertido en un hombrecito. Era muy rápido para las matemáticas, pero eso todavía no le auguraba un buen futuro. Tenía que seguir las directrices políticas. Lo destinarían como campesino o, con mucha suerte, como trabajador en una fábrica fuera de la ciudad. Le pregunté a mi madre qué les sucedía a los jóvenes que no seguían las directrices. Me informó de que ninguna de esas personas acababa bien. En el vecindario se los humillaba. Importunaban a sus familias cada día hasta que el joven designado se trasladaba al campo. Mi madre me dijo: Tú eres una buena chica. Te marchaste como se esperaba de ti. Te has comportado como corresponde a una hermana mayor. Desde que naciste, nunca nos has dado ningún problema. No le expliqué a mi madre que hacer de hermana mayor me había agotado.
Desde el momento en que aparecí en el vecindario, los vecinos empezaron a actuar de modo extraño. Me miraban fijamente como si nunca antes me hubieran visto. Va a ser una estrella de cine, murmuraban. El Viejo Sastre, Pequeño Ataúd, Gran Pan, Bruja Chao, las mujeres de abajo, todos ellos hacían comentarios a mi espalda. Les oía decir: La verdad, no es tan guapa, no es para tanto…
Los vecinos me visitaron, un grupo después de otro. La pregunta más frecuente que me hacían era si había recibido ya la residencia permanente en la ciudad. Mi padre tuvo que explicar que todavía no había pasado nada de eso, que simplemente me habían elegido y tenía que pasar más pruebas.
Cenamos. No había probado una cena así durante mucho tiempo. Tomamos cerdo agridulce, hortalizas y tofu. Flora pidió permiso en el internado para estar conmigo durante la cena. Yo no tenía mucho que contar, y tampoco mis hermanas ni mi hermano. Debían de estar preocupados por su futuro, especialmente Coral. Si a mí me concedían una residencia permanente en la ciudad, Coral perdería su posibilidad de convertirse en trabajadora. La enviarían a una granja porque nuestra familia tenía que tener una campesina para cumplir con las normas.