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Naobi Chan - Todo es relativo Parte Segunda (Spanish Edition)

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Naobi Chan Todo es relativo Parte Segunda (Spanish Edition)
  • Libro:
    Todo es relativo Parte Segunda (Spanish Edition)
  • Autor:
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    Createspace Independent Pub
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  • Año:
    2015
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Todo es relativo Parte Segunda (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Todo es

Relativo

Naobi chan

Contenido

Relatividad: Cualidad de las cosas que

no se considera de una manera absoluta

si no dependiendo de una serie de factores,

elementos o circunstancias.

“El presente debe construirse sobre los cimientos del pasado”.

Capítulo 1

24 de agosto de 2010 — 9 meses después.

Ese era uno de los días más calurosos del verano, Beth, que no estaba acostumbrada a temperaturas tan elevadas, secó su frente con su antebrazo mientras paseaba por una de las calles más concurridas de la ciudad y bebía un té con hielo a pequeños sorbos. Había decidido salir de su apartamento, que ya comenzaba a asfixiarla, pero tenía que haberlo pensado mejor, el calor también lo haría. Giró en una esquina y comenzó a hacer el camino de regreso, lo mejor era tumbarse desnuda en su sofá y esperar que llegase la noche y así bajasen un poco las temperaturas. No pudo dar más de dos pasos cuando su teléfono comenzó a sonar y lo llevó hasta su oído ya imaginando el matiz de la conversación.

—Hola Autum… —saludó en tono alegre y sonriendo un poco.

— Te has olvidado de mí, nunca me llamas, apenas me escribes… ¡y nunca vienes a verme! —se quejó su amiga.

—No seas tonta, sabes que en unos días volaré hasta ahí, la boda de Gino no es algo que me pueda perder.

—No lo es… —aseguró Autum con una risita — ya que por fin reconoce que tiene algo con su secretaria.

—No digas tonterías, se casan por temas burocráticos, pero realmente no están juntos —añadió Beth con una sonrisa recitando las misma palabras de su amigo.

— Eso no se lo cree ni él —espetó Autum —, está tan enamorado que casi me da un coma diabético cuando los veo juntos.

Ambas rieron y segundos después se quedaron en un cómodo silencio.

—¿De verdad que estás bien ahí? —la tímida pregunta de su amiga hizo que su corazón se estrujase un poquito, llevaba tanto tiempo sin verla… pero necesitaba esa distancia, ese tiempo alejada para poner todo en perspectiva antes de decidir como seguir adelante.

—Estoy perfectamente, ya te he dicho mil veces que no tienes de que preocuparte —repitió las mismas palabras de siempre y ya casi comenzaba a creérselas.

—Pero… es que… esa ciudad… —titubeó —. ¿No le has visto?

—No —contestó apresuradamente y mintiendo, desde hacía dos semanas le veía todos los días, de lejos y sin que él lo supiese, pero le veía—. Tengo que colgar Autum, he llegado a casa y me apetece una ducha fría.

—De acuerdo cariño, envíame un mensaje con la hora de tu vuelo para ir a recogerte —la voz de su amiga sonó alegre de nuevo y eso la hizo sonreír.

La llamada se cortó segundos después y Beth dejó caer el teléfono en su bolso con desgana, hablar con Autum, aunque le gustaba, siempre le dejaba ese regusto amargo que sentía en ese momento, le traía recuerdos que quería dejar atrás, le obligaba a pensar en cosas que quería olvidar y le hacía ver lo patética que se comportaba alguna veces. Miró al cielo, el limpio y azul cielo de Chicago en mitad del verano, llevaba cinco meses allí y ya se había enamorado por completo de la ciudad, tanto que se estaba planteando seriamente quedarse allí permanentemente.

Volvió a emprender su macha, ya que para hablar se había detenido apoyándose en uno de los muchos maceteros de la Magnificient Mille, y se esforzó en dejar los recuerdos atrás, pero era imposible, se abrían paso en su mente aunque ella intentase retenerlos con todas sus fuerzas y aquella noche, la última... con aquella conversación, también la última… volvieron a repetirse en su mente…

No quería alejar a Nicholas, pero tampoco podía tenerle cerca, estaba tan confusa y deprimida en ese momento que le costaba pensar y tomar decisiones. Pero estaba segura de que había hecho lo correcto, alejarse de él no le había hecho olvidar y sentirse mejor, pero había ayudado mucho a que al menos pudiese sonreír sin que fuese un gesto mecánico y vacío.

Esa fue la última vez que se vieron, la última vez que hablaron… tras eso, Nicholas comenzó a enviarle unos cuantos e-mails al día, al no obtener respuesta de su parte pasaron a ser semanales, después de eso mensuales… y del último hacía más de un mes… había sido su culpa, lo admitía, pero eso no evitaba que no doliese. Lo había perdido y con él todas las esperanzas de ser feliz, al menos de ser plenamente feliz, porque en ese momento su vida era tranquila y ya se podía dar el lujo de sonreír. Pero no podía olvidar a Nicholas, mucho menos después de haberlo visto de nuevo, con eso todo se había revuelto y lo que antes parecía un camino de aguas claras ahora estaba lleno de brumas y de corrientes submarinas.

Cuando después de aquella conversación que nunca podría olvidar salió del hospital, estuvo recuperándose en casa de Autum, ella le aseguraba que todo estaría bien, que saldrían adelante juntas, como siempre lo habían hecho. Pero Beth no podía permitir que su amiga estuviese tan pendiente de ella, Autum era joven, tenía una vida y merecía vivirla plenamente sin tener que preocuparse de su amiga convaleciente y depresiva. Así que unas semanas después se fue de Seattle.

Partió hacia Nueva York donde vivió unas semanas, buscó trabajo en diferentes empresas sin resultados… pero un buen día, como salida de la nada, apareció una buena oferta de trabajo en Chicago. Se lo pensó mucho, muchísimo… se pasó noches enteras en vela planteándose si sería bueno ir a aquella ciudad, pero era una muy buena oportunidad, con un puesto de trabajo similar al que tenía en Price Ltd. y cuando quiso darse cuenta estaba buscando un apartamento en el que poder quedarse.

De eso hacía ya cinco meses y no se arrepentía en absoluto, en Chicago había encontrado la paz que necesitaba, nadie en esa ciudad la conocía ni sabía de su pasado, los Price no eran tan conocidos fuera de Seattle y podía vivir con tranquilidad para comenzar de nuevo, para renacer de entre sus cenizas. Tan solo había tenido que volver a Seattle en un par de ocasiones en las que tuvo que declarar en contra de Daniel, pero cuando regresaba a su nuevo apartamento en Chicago era como si los problemas se quedasen atrás, entre la lluvia y la niebla de Washington.

Creía haber dejado el dolor atrás y sentía que lo de Nicholas había sido tan solo una chiquillada, como la última locura que se hace antes de madurar. Con el tiempo sus sentimientos se apagaron hasta prácticamente desaparecer y aunque la pérdida de su bebé era algo que no podría superar nunca, creía que su enamoramiento del señor Darcy formaba parte de su pasado y de la Elizabeth que había dejado de ser.

Pero eso se acabó dos semanas atrás, cuando yendo al trabajo como cada día, le vio… entrando en el edificio de enfrente al que ella acudía cada día a trabajar, con su traje negro y su pelo peinado hacia atrás, con ese característico porte de Nicholas Bratcher y ese rictus serio de cuando estaba muy concentrado.

Ella se quedó paralizada al otro lado de la calle, no esperaba verle y creía que el tiempo le había ayudado a olvidar, pero no era así… en cuanto su cuerpo lo reconoció sus terminaciones nerviosas se pusieron alerta, su piel se erizó y la misma fuerza magnética de siempre la impulsaba a cruzar la calle. Tuvo fuerza de voluntad y no lo hizo, se sujetó con fuerza a sus últimos resquicios de cordura y solo observó como entraba en ese edificio y su imagen se perdía tras las puertas giratorias de cristal. Eso había sucedido casi cada día desde entonces y ella, como la patética enamorada de imposibles que era en realidad, lo observaba escondida y se recreaba con su imagen, tan cercano y tan distante a la vez. Era consciente de que estaba idealizándolo de nuevo, estaba cayendo en lo mismo que le había recriminado a él casi un año atrás, se estaba enamorando de nuevo de una imagen idílica de lo que podría ser, de algo que no existía… aunque no sabía si esos sentimientos eran nuevos o tan solo estaban despertando los que tenía dormidos y de los que negaba su existencia.

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