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Unknown - MAY: Parte I: El Reencuentro (Spanish Edition)

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Unknown MAY: Parte I: El Reencuentro (Spanish Edition)
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    MAY: Parte I: El Reencuentro (Spanish Edition)
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    2016
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MAY: Parte I: El Reencuentro (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Rober es un atormentado broker que vive en la City londinense, lleva siete años intentando huir de un terrible pasado, todos sus esfuerzos se ven frustrados cuando se ve obligado a acoger a May, la hermana de su mejor amigo muerto, que viene ha hacerle recordar quien es, y de donde viene. Todo se complica por el enorme deseo que le invade cuando esta cerca de ella, que se siente incapaz de manejar, no dejandole ver que ella también ha sido una victima durante estos años y que en parte es culpa suya. ¿Sera capaz de perdonarle?

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Luz

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A Alejandro

Que desde que nació fue mi inspiración

Allí estaba, debajo de la lluvia, detrás de un árbol deshojado, a pesar de haber jurado que no iba a ir. Veía caras conocidas y otras no tanto, el cura estaba situado delante del ataúd y recitaba su sermón proclamando el descanso eterno.

Miro el ataúd era negro y no obstante mejor de lo que sabía que su familia se podía permitir, “a lo mejor su situación había cambiado” pensó mientras seguía cayendo una lluvia fina que calaba los huesos, tenía las manos metidas en su chaquetón y la cara medio cubierta, no quería de momento que nadie le viera, aún no había decido si dar el pésame o no, y aun nadie se había percatado de su presencia.

Hacía tanto tiempo que no regresaba a su pueblo natal que se le hacía asfixiante estar allí y miro al cielo buscando aire, visualizo un gris plomizo que le hizo levantar la comisura del labio irónicamente mientras el agua resbalaba por su cara, era el mismo color que siempre recordaba cuando se permitía pensar en su pasado.

Por fin el sermón había terminado, vio a los pocos asistente despedirse de dos mujeres, una muy joven y otra más mayor, ambas bellas aunque diferentes, la joven era morena y de piel clara, la mayor rubia y estilosa, durante un tiempo ese pelo había sido de un rubio intenso, despertando la envidia y el deseo de todos los vecinos de su barrio, ahora se había blanquecino con el paso del tiempo, desde donde estaba no podía distinguir bien sus rasgos faciales, pero sabía quién era ambas, May, la dulce y pequeña May y su madre.

Por May estaba allí, no podía decir que no a su llamada, recordó a esa niña morena con la cara redonda y unos ojos increíblemente verdes que siempre estaba pegada a su hermano Mikel y a él.

Mikel y él eran de la misma edad, e iban juntos a clase, se conocían desde que tenía memoria, residían a dos casas de diferencia, los dos compartían los mismos gustos, los mismos anhelos, habían pasado toda su infancia jugando el uno en casa del otro, habían crecido juntos, se habían emborrachado juntos, descubierto a las mujeres a la vez y con el paso del tiempo a los dos les embargo las mismas ganas de salir del agujero que ambos llamaban hogar, y los dos lo habían conseguido aunque de manera bien distintas.

Recordaba a Mikel, con el mismo color rubio de pelo que su madre y los ojos también verdes como los de May, tan divertido y extrovertido, con una sonrisa pícara siempre en su rostro, ideando nuevas aventuras, sin miedo a nada, encontrando soluciones para todo, con un vigor que parecía que se iba a comer el mundo, poseía la capacidad de convencer a todos de sus ideas, él se había visto abocado a multitud de situaciones donde siempre Mikel salió vencedor, al contrario que él.

Yo sin embargo soy más reservado, cauto, me cuesta interactuar con las personas y tengo un carácter demasiado explosivo, nadie de su entorno entendió porque eran los mejores amigos que existían, más aún eran como hermanos y al mismo tiempo, eran como la noche y el día, se repelían en la misma medida que necesitaban estar juntos, pero poco a poco la rivalidad entre ellos creció hasta hacerse insoportable.

Y allí estaba la pequeña May , siempre en medio de los dos, sentía adoración por Mikel y el por ella, Mikel siempre decía que era lo mejor de su familia, era siete años menor que él y la única persona que de verdad le había importado, pensó con cierta amargura.

Desde que ella empezó a andar siempre que podía estaba pegada a él, cuando salían de clase para ir a casa, ambos iban a buscarla a su clase, se la llevaba a los partidos, a las excursiones, al cine, a todos los lados que podía siempre iba con ella, decía que ella estaba mejor con el que con su familia y en cierta medida era cierto, al principio le costó aceptar su presencia, pero poco a poco se acostumbró a ella, a su imaginación desmedida, a su torpeza, a su terquedad y se generó dentro de él un sentimiento de protección que aún le acompañaba.

Se acordó de cuando ambos venían a casa de su padre a las tantas de las noches, les daba de cenar y se quedaban durmiendo todos en la misma cama, de las múltiples veces que se habían colado en la trastienda del cine del barrio para entre ver alguna película, de cuando construyeron una casa con toda la basura de su vecindario y se pasan los días allí encerrados, del primer coche que armaron a base de piezas del desguace, pero sobre todo se acordaba de la última noche que pasaron todos juntos, donde tanto él como May acabaron en el hospital.

Lo que al principio fue admiración por él fue degenerando en envidia entre ellos, ya que mientras Mikel salía victorioso de todas las situaciones él pagaba siempre el castigo, si Mikel le copiaba los deberes, a él se los hacían repetir, cuando conseguía dinero para comprar cualquier cosa que quería o necesitaba, él lo gastaba y le hacía sentir culpable, cuando invitaba a una chica a salir siempre Mikel se las apañaba para meterse en la cita y llevarse a la chica, el coche que construyeron lo apostó en una partida de póker y lo perdió, así era Mikel se aprovechaba de todo el mundo para su beneficio.

Recordando su infancia, bajo el montículo que le separaba del ataúd y cogió un puñado de tierra que apretó tan fuerte que la arena se clavó en los dedos, mientras apretaba la mandíbula y susurro “descansa en paz, amigo” subió la mirada y se encontró con esos ojos increíblemente verde que lo miraba fijamente.

Hacía dos días que había recibido una llamada en su despacho, recordó a su secretaria Susan diciéndole que tenía una llamada de un familiar que decía llamarse May y se la hizo pasar. Una voz clara y femenina le dijo; “Robert, soy May, ha muerto”, no tuvo que preguntarle más. Solo le pregunto que cuando era el funeral y allí estaba. Ahora que la tenía cerca podía ver su tez clara y sus mejillas rosadas, la nariz chata, y una boca generosa que no recordaba. El tiempo la había vuelto hermosa, ni siquiera sus profundas ojeras y los ojos enrojecidos afeaba su rostro

 May lo siento de veras- dije mirándola directamente a esos ojos verdes que le miraban tristes y cansados, cogí su pequeña mano, y noto que esta helada, me fijó en la ropa desgastada que llevaba y en el chaquetón lleno de arreglos que dudaba que le abrigara- si puedo hacer algo por ti o por tu madre.

 Gracias por venir, no estaba segura que vinieras- le dijo con una voz clara y firme, manteniendo su sonrisa triste.

 May sabias que tenía que venir- conteste, molesto por insinuar que no lo hiciera, aunque hasta hace 10 minutos el mismo dudara porque había venido- De verdad que si necesitas algo… -soltó su mano, y se sacó una tarjeta de su cartera y se la puso entre sus manos- llámame.

Se giró a mirar a la mujer rubia que lloraba ruidosamente en el hombro de su hija;

 Rosalind,... - no abrió los ojos.

La observo y recordó que de adolescente le pareció la mujer más adorable del mundo, ahora estaba esquelética y el cuerpo lo tenía encorvado como si el peso de la vida hubiera hecho mella en ella, no obstante no debía de tener más de 53 años, pero sabía que vivir en Stown te hace envejecer rápidamente, y no había tenido una vida fácil, aunque en gran medida ella se lo había buscado, pensó con amargura - siento lo de Mikel.

La mujer le dirigió una mirada perdida

- Robert, hijo, menos mal que por lo menos tu estas bien- y volvió a llorar profusamente, y se le echó encima , no puedo más que sostenerla mientras hipaba en su abrigo y repetía- al menos tú te salvaste..

Se le hizo un nudo en la garganta mientras acariciaba a esa mujer que había sido lo más parecido a una madre que había conocido.

 Mamá, por favor…- dijo la pequeña May mientras abrazaba a su madre para retirarla de él.

Pero esta se giró de repente.

 Te tienes que llevar a May de aquí, no quiero que acabe como su hermano ni como yo -le rogó girándose y aferrándose a su brazo.

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