Mi amigo Jim, que sirve como uno de los pastores de alabanza en la iglesia Cornerstone, diseñó la portada de este libro después de un mensaje que yo di sobre la diferencia entre exégesis y eiségesis. Fue una de las primeras lecciones que aprendí en el seminario.
Exégesis: un intento de descubrir el significado del texto objetivamente, comenzando con el texto y moviéndose desde ahí.
Eiségesis: importar un significado subjetivo, preconcebido, al texto.
Me enseñaron a interpretar las Escrituras solamente mediante la exégesis. Comenzar con la Palabra de Dios; orar para que el Espíritu Santo dé claridad; entonces estudiar para ver lo que el texto dice realmente. El Espíritu Santo inspiró la escritura de la Biblia, por tanto, ¿quién mejor para ayudarnos a medida que buscamos entenderla? La Escritura nos dice que el Espíritu no sólo inspiró la Biblia, sino que también la ilumina para nosotros en la actualidad (1 Corintios 2:12-16 y 2 Timoteo 3:16).
La palabra exégesis proviene de una palabra griega que significa “sacar”. Como he dicho, uno comienza con el texto y extrae su significado. Eiségesis, por otro lado, es cuando uno comienza con una idea o convicción, y entonces busca versículos en la Biblia para demostrar su punto. Me advirtieron contra la eiségesis, y con toda razón. El peligro de esto es que podemos sacar versículos de contexto para apoyar cualquier punto de vista. Durante años las personas han utilizado este estilo de interpretación a fin de justificar la avaricia, la lujuria, el divorcio, e incontables pecados. Las sectas también utilizan la eiségesis para justificar sus creencias. Después de entender esto, nosotros en Cornerstone comenzamos a cuestionar si había alguna área en nuestras vidas en la que hacíamos esencialmente eso mismo.
Lo fundamental es que fácilmente podemos seguir cualquier estilo de vida que deseemos y entonces encontremos versículos para mostrar a todo el mundo que está bien vivir de ese modo. ¿Pero cómo se vería vivir de modo exegético? Si hubiéramos de comenzar con la Escritura y permitir que ella dictase nuestros actos, ¿cómo viviríamos?
Yo creo que muchas personas tienen un concepto del Espíritu Santo formado eisegéticamente. En esencia, hemos cortado y pegado cualquier versículo e idea que funciona para nosotros, y eso forma nuestro entendimiento del Espíritu Santo. Lo último que quiero es cortar y pegar un poco más dándole mi “versión” del Espíritu Santo. En este libro procuro presentar las verdades fundamentales que han sido reveladas a los creyentes acerca del Espíritu Santo: las cosas que un creyente lleno del Espíritu Santo concluiría si él o ella comenzasen con las Escrituras y procediesen desde ahí.
Tengo a Jesús.¿Por qué
necesito al Espíritu?
Bien podemos ser sinceros: todo el nivel deespiritualidad entre nosotros es bajo.Nosotros mismos nos hemos medido hastaque el incentivo de buscar mesetas más altasen las cosas del Espíritu ha desaparecidoHemos imitado al mundo, hemos buscadoel favor popular, hemos fabricado deliciaspara sustituir el gozo del Señor y hemosproducido un poder barato y sintético parasustituir el poder del Espíritu Santo.
-A. W. Tozer
Estoy convencido de que hay una necesidad desesperada en la Iglesia de que al Espíritu Santo de Dios se le dé lugar para obrar. Creo que podemos estar de acuerdo en que existe un problema en nuestras iglesias, que algo va mal. Pero no creo que podamos alcanzar un acuerdo en cuanto a qué hacer al respecto. La mayoría de las personas no conecta lo que falta o lo que va mal con una necesidad particular del Espíritu Santo.
Hace algún tiempo, nuestra falta de apertura para examinarnos a nosotros mismos—especialmente en el área del Espíritu Santo—realmente me impactó. Dos Testigos de Jehová llamaron a mi puerta e iniciaron una conversación. Yo tenía mucho que hacer, así que me preparé para enviarlos a que siguieran su camino. Pero cuando ellos comenzaron su discurso, decidí tomar unos minutos y charlar con ellos. Amablemente les dije que sus enseñanzas sobre Jesús me resultaban ofensivas porque ellos enseñaban que Jesús era la misma persona que el arcángel Miguel. Les dije que yo creo que Él es mucho más que uno entre muchos ángeles; que creo que Él es Dios. Mis visitantes contestaron: “No, Jesús/Miguel es el único arcángel. No hay otros arcángeles”. Así que les pedí que abriesen sus Biblias en Daniel 10:13, que dice: “Durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso, así que acudió en mi ayuda Miguel, uno de los príncipes de primer rango”. Señalé que este pasaje es claro: Miguel solamente es “uno de” los principales príncipes (o arcángeles).
Eso los agarró fuera de guardia. Me dijeron que nunca habían oído ni leído eso antes. Y como ya tenía su atención, dije: “No hay manera en que puedan mirarme a los ojos y decirme que ustedes un día se sentaron buscando encontrar a Dios, leyeron la Biblia y llegaron a la conclusión de que Jesús es la misma persona que el arcángel Miguel. Nadie podría llegar a esa conclusión. Ustedes solamente lo creen porque eso es lo que les han dicho y yo no quiero estar aquí y darles otra cosa hecha”. Con eso, los desafié a que leyesen la Biblia por sí mismos, en lugar de simplemente aceptar lo que les han dicho sobre ella. Ellos se fueron aquel día y dijeron que pensarían en hacer eso.
Yo terminé esa conversación sintiéndome un poco orgulloso de mí mismo porque los dejé perplejos e hice que cuestionasen sus creencias. Sin embargo, no pude evitar preguntarme si fui justo con ellos. ¿Me había yo sentado alguna vez con la Biblia buscando su verdad evidente por sí misma? ¿O había digerido pasivamente lo que había oído de otras personas, igual que los visitantes que habían estado en mi puerta?
Fue entonces cuando comencé a leer las Escrituras como si nunca antes las hubiera leído. Le pedí al Espíritu Santo que las hiciera “vivas y activas” para mí, aunque las había estado leyendo por años. Le pedí a Dios que “penetrara” en las ideas erróneas y mal concebidas que yo había recopilado a lo largo del camino (Hebreos 4:12). Es un ejercicio estupendo para aquellos de nosotros que hemos estado inmersos en la cultura eclesial por años.
Hay, por supuesto, peligros en esto, ya que la Biblia ha de interpretarse dentro del contexto y la responsabilidad de la comunidad de fieles. Sin embargo, aun con esa calificación, sigue habiendo necesidad de que quienes estamos acurrucados profundamente en la burbuja cristiana miremos por encima del status quo y evaluemos de manera crítica el grado hasta el cual estamos realmente viviendo bíblicamente.
La mayoría de nosotros suponemos que lo que creemos es correcto (desde luego que sí; por eso creemos lo que creemos), pero realmente nunca lo hemos estudiado por nosotros mismos. Sencillamente nos dijeron: “Es de esta manera” y no lo cuestionamos. El problema es que mucho de lo que creemos con frecuencia está basado más en la comodidad de la tradición de nuestra cultura que en la Biblia.
Creo que necesitamos reexaminar nuestra fe tanto como los Testigos de Jehová que llegaron a mi puerta necesitan reconsiderar la de ellos. Recordemos que los de Berea fueron exaltados como buenos ejemplos porque cuestionaron las cosas que les enseñaban. Ellos se aseguraron de que incluso las enseñanzas de los apóstoles estaban en consonancia con lo que estaba escrito: “Éstos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba” (Hechos 17:11).
Una de las áreas que necesitamos examinar desesperadamente es cómo pensamos sobre el Espíritu Santo y nos relacionamos con Él. Como dije anteriormente, si usted o yo nunca hubiéramos ido a una iglesia y hubiéramos leído sólo el Antiguo y el Nuevo Testamento, tendríamos expectativas significativas del Espíritu Santo en nuestras vidas.
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