IVAN PETROV - EL TRIUNFO: Primera parte (Spanish Edition)

EL TRIUNFO

Primera parte

Iván Petrov

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A los amantes de la libertad

Dando por hecho que tu libertad te ha llevado hasta esta descripción del libro, esto ya significa mucho. De esto trata el libro, de lo mucho que es la libertad, y que en muchas ocasiones consideramos como un valor secundario e incluso, prohibido; en el caso de los países de regímenes políticos.

Esta primera parte de El Triunfo , es una demostración nada ficticia, sino una descripción de sentido común de la realidad en la que vivimos, y que dicha realidad tiene dos principios básicos: la libertad y el capitalismo.

La presentación de estos principios está argumentada en forma literaria, y aunque los protagonistas nos son personajes reales, ellos reflejan el espíritu emprendedor de las personas que hacen que sea posible el progreso en la humanidad. Estas personas que cada uno conoce.

Y no en vano, tanto el título del libro como el propio contenido de esta primera parte, nos dicen claramente que la acción humana es la base para que haya triunfo. Y cuando se dice <>., esto ya significa que se trata de la esencia humana, de este espíritu que nos apasiona y entusiasma cada día, y que el triunfo no es ni lo material, ni lo estatal, sino el logro que parte de la libertad, del capitalismo y del Estado de derecho. Pero, en primer lugar de las personas. ¡Personas como tú!

Y para concluir la presentación, hay que decir que el autor del libro, Iván Petrov, nació hace treinta y tres años en el régimen comunista de la República Popular de Bulgaria, que cuando se derrumbó, abrió un espacio de posibilidades favorecidas por el libre mercado, que le permitieron graduarse en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Y aunque se debería denominar filósofo, él prefiere que le llamen capitalista, sin más. Tal y como se expresa en su filosofía o modo de entender el capitalismo bajo el concepto de <>. En este sentido, El Triunfo es su primera obra, que en esta edición contiene solo la primera parte, que esperamos que les permita ver las posibilidades que se generan por la libertad del mercado.

—¿Dime, Edwin, cómo lo hemos conseguido?—preguntó Boris Romanov a su amigo y socio, quien en los primeros segundos ni pudo asimilar la pregunta.

Los dos se encontraban en la sala de observación situada en la última planta del edificio más alto del mundo, o dicho de otro modo, ellos estaban en la cumbre, que dentro de unos minutos, cuando la luna alumbrase completamente el horizonte celestial, iba a ser inaugurada por el emir de Dubái.

—¿A qué te refieres?—También preguntó Edwin Rilski impactado por la vista del brillo enrojecido del sol ya descendido, que transmitía una aparente unificación entre el cielo y el mar, pero solo aparente.

—Me refiero a la cumbre en la que estamos ahora. Y más bien, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Hasta la cumbre, Edwin—dijo Boris con plena convicción de lo que estaba preguntando.

—No te entiendo, Boris, porque experimentar la vista de esta altura es algo único, y ni siquiera sé dónde estamos, más cerca del mar o del cielo, no lo sé. Y si me preguntaras qué veo o qué siento, e incluso, qué pienso; te respondería que veo el cielo y el mar unidos, que me siento libre por contemplar el horizonte, y pienso que deberíamos estar acompañados por Melanie y Katherine. No sé qué respuesta esperas, porque no entiendo tu pregunta—concluyó Edwin.

Los dos se conocían desde hace más de veinticinco años, casi el mismo tiempo desde que llegaron a Estados Unidos solamente con el entusiasmo de haberse liberado del comunismo y su régimen totalitario, sin saber el idioma, sin carreras universitarias, y no en último lugar; sin dinero. Por eso, la pregunta que planteó Boris, fue una pregunta de amigo a amigo, y no de los copresidentes de Universal Petroleum, cuya posición profesional acreditaba su presencia en la cumbre.

—¡Te lo explico, Edwin!—dijo Boris—. La respuesta va más allá de la cumbre y del horizonte en el que estás obsesionado.

—De repente—exclamó Edwin—, me preguntas de algo que no sé a dónde va, porque eso de “más allá” es cosa tuya, siempre piensas en otros momentos y no puedes valorar el presente.

—Aunque todavía te parezca incomprensible, la pregunta no es un sin sentido. Verás que se debe a algo, no lo dudes—insistía Boris, quien en los últimos ocho-nueve meses, desde la muerte de Frank Richardson, la persona más influyente en su vida profesional, no dejaba de preguntarse: ¿cómo él e Edwin, junto con el representante del accionista principal “Capital”, James Smith, habían conseguido ser copresidentes de Universal Petroleum?

—Claro que se debe a algo—le contestó Edwin—. Se debe a la magnífica vista que se abre ante nosotros, que para mí es impresionante.

—Más bien está claro que no me has entendido, Edwin. ¡Está clarísimo! Yo me refiero a la posibilidad que nos ha permitido estar aquí. ¿No notas, que aquí están los presidentes de los grupos económicos más influyentes del mundo, junto con los presidentes y los monarcas de los países más desarrollados?—preguntó Boris—. Por otra parte, hay que reconocer, que ni tú, ni yo nos consideramos elitistas, pero no podemos quedarnos indiferentes ante la presencia de la élite mundial, tanto intelectual como financiera y política.

—Sí, lo noto que es así—respondió Edwin sin estar muy impresionado.

—Mira entonces, lo que te he preguntado tiene mucho que ver con esto, porque para nosotros, sí que hay un más allá de esta cumbre, que nos ha permitido estar ahora aquí. Y ese más allá, tiempo y lugar, no tiene nada que ver con el resto de los presentes, porque me refiero exclusivamente a nosotros.

—¿Sigues insistiendo?—preguntó Edwin todavía obsesionado del cielo ya nocturno.

—Sí, porque estamos en la cumbre del edificio más alto. Y esta cumbre, aparte de otras con las que también se puede relacionar, por ejemplo, la cumbre de la ciencia que permitió su construcción, debe contener implícitas en sí las posibilidades que permiten su alcance. Y lo que te he preguntado, pero que todavía no puedes entender es, ¿qué ha posibilitado nuestra presencia aquí?

—De verdad, Boris, sigo sin entenderte—contestó Edwin.

—Bueno, a lo mejor es mal momento para hablar sobre las posibilidades entendidas como condición y realización, pero intentaré explicártelo, porque si comprendes a qué me refiero, a lo mejor en las próximas horas podemos conversar sobre un tema, que puede dar más sentido a nuestra presencia aquí—dijo Boris.

—No tengo inconvenientes para hablar sobre lo que consideres oportuno, pero siempre y cuando seas más claro.

—Intentaré serlo, y espero que en las próximas horas hablemos sobre este tema—dijo Boris.

—Bueno, ya te escucho con más atención—respondió Edwin sin apartar su mirada del abismo espacial que marcaba la cumbre, pero atento de lo que le iba a comentar Boris.

—¡Mira, Edwin!—dijo Boris con un tono serio—. En los últimos meses, desde la muerte de Frank, no paro de preguntarme cómo hemos conseguido llegar a ser copresidentes de Universal Petroleum, es decir, dirigir la compañía más emergente en el sector petrolífero. Y ahora estando en la cumbre del edificio más alto del mundo, que no es ni más ni menos que en función de nuestra posición profesional, me doy cuenta que dicha posición es la que nos permite estar en la cumbre. Pero claro, la pregunta es, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Y este aquí se refiere tanto al ser copresidentes de Universal Petroleum, como al estar literalmente en la cumbre. Y no solo eso, porque esta cumbre que aparentemente es una, implica en sí otras cumbres.