• Quejarse

Stephenie Meyer - La química

Aquí puedes leer online Stephenie Meyer - La química texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2017, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Stephenie Meyer La química

La química: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "La química" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

En esta trepidante y adictiva novela, una ex-agente que huye de la organización en la que trabajaba deberá aceptar un último caso para limpiar su nombre y salvar su vida.
Antes trabajaba para el gobierno de Estados Unidos, aunque casi nadie lo sabía. Como experta en su campo, era uno de los secretos más oscuros de una agencia tan clandestina que ni siquiera tiene nombre. Hasta que la consideraron un lastre, y fueron a por ella sin avisar.
Ahora rara vez se queda en el mismo lugar o utiliza el mismo nombre durante mucho tiempo. Ya han matado a la única persona en quien confiaba, pero sabe algo que sigue suponiendo una amenaza. La quieren muerta, y pronto.
Cuando su antiguo jefe le ofrece una salida, comprende que será su única oportunidad de borrar la enorme diana que lleva dibujada en la espalda. Pero eso implica aceptar un último encargo. Y, para su horror, la información que consigue vuelve aún más peligrosa la situación.
Decidida a afrontar el desafío cara a cara, empieza a prepararse para la peor pelea de su vida, mientras se da cuenta de que se está enamorando de un hombre que solo puede complicar sus posibilidades de supervivencia. Ahora que sus opciones menguan a marchas forzadas, deberá aplicar su especial talento de formas en las que nunca antes habría soñado.
En esta novela intensa y arrolladora Meyer ha creado a una irresistible heroína con unas habilidades muy especiales. Y demuestra una vez más por qué es una de las escritoras que más vende del mundo.

Stephenie Meyer: otros libros del autor


¿Quién escribió La química? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

La química — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" La química " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
La química - image 1

SÍGUENOS EN
La química - image 2

La química - image 3 @Ebooks
La química - image 4 @megustaleer
La química - image 5 @megustaleer

Este libro está dedicado a Jason Bourne y a Aaron Cross y también a Asya - photo 6

Este libro está dedicado a Jason Bourne y a Aaron Cross (y también a Asya Muchnick y Meghan Hibbett por su animada complicidad en mi obsesión)

L a tarea de aquel día se había vuelto rutinaria para la mujer que en ese momento se hacía llamar Chris Taylor. Se había levantado mucho antes de lo que habría querido para desmantelar y guardar sus medidas de precaución nocturnas. Era un auténtico incordio colocarlo todo por las noches para luego tener que desmontarlo a primera hora de la mañana, pero no merecía la pena arriesgar la vida por permitirse un momento de pereza.

Después de cumplir con aquel deber cotidiano, Chris se había metido en su discreto sedán —ya algo viejo, pero sin ningún daño importante que lo hiciera fácil de recordar— y había pasado horas y más horas conduciendo. Había cruzado tres fronteras importantes y una ingente cantidad de líneas secundarias en el mapa, e incluso después de alcanzar la distancia planeada, rechazó varios pueblos por los que iba pasando. Uno era demasiado pequeño, otro solo tenía una carretera de entrada y otra de salida y el siguiente daba la sensación de recibir a tan pocos forasteros que sería imposible no llamar la atención, por mucho empeño que hubiera puesto en camuflarse para no destacar. Tomó nota de algunos lugares a los que quizá quisiera regresar otro día, como una tienda de material para soldadura, una de excedentes militares o un mercado agrícola. Pronto volvería a ser temporada de melocotones y debería hacer acopio.

Por fin, a última hora de la tarde, llegó a una localidad ajetreada que nunca había visitado. Incluso la biblioteca pública parecía estar bastante concurrida.

Chris prefería utilizar las bibliotecas si era posible. Lo gratuito era más difícil de rastrear.

Aparcó junto a la fachada occidental del edificio, fuera del alcance de una cámara colocada encima de la entrada. Los ordenadores del interior estaban todos en uso y había algunos grupitos esperando a que alguno quedara libre, por lo que decidió echar un vistazo a los libros y recorrió la sección de biografías a la caza de cualquier material relevante. Descubrió que ya había leído todo lo que pudiera servirle de algo. Después localizó lo último de su escritor de novelas de espías favorito, un excombatiente de la fuerza de operaciones especiales de la Armada, y cogió también otros libros del mismo estante. Mientras buscaba un buen asiento para esperar, tuvo una punzada de remordimiento por lo despreciable que era robar en una biblioteca. Pero hacerse el carné allí quedaba descartado por distintos motivos, y cabía la posibilidad de que algo que leyera en aquellos libros le sirviese para permanecer más a salvo. La seguridad siempre estaba por encima del remordimiento.

No es que no fuese consciente del noventa y nueve por ciento de sinsentido que entrañaban sus lecturas, ya que era extremadamente improbable que cualquier cosa extraída de la ficción tuviera algún uso real y concreto para ella, pero hacía mucho tiempo que había devorado los ensayos basados en información real. A falta de nuevas fuentes de primera clase que investigar, se tenía que conformar con las últimas de la lista. No tener nada que estudiar la volvía más propensa al pánico de lo normal. Y, de hecho, en su último botín había encontrado un consejo que parecía práctico y que ya había empezado a incorporar a su rutina.

Se acomodó en una desgastada butaca que había en una esquina apartada, desde la que se veían bien los puestos de ordenadores, y fingió leer el primer libro de su pila. Por lo esparcidas en la mesa que algunos usuarios de los ordenadores tenían sus pertenencias —uno incluso se había quitado los zapatos—, supo que tardarían en marcharse. El puesto más prometedor era el ocupado por una adolescente con libros de referencia amontonados y cara de agobio. La chica no parecía estar consultando sus redes sociales, sino apuntando los títulos y autores que iba proporcionándole el motor de búsqueda. Mientras esperaba, Chris mantuvo la cabeza gacha sobre su libro, que sujetaba con el brazo izquierdo doblado. Usando la cuchilla oculta en su mano derecha, separó con destreza el sensor magnético adherido al lomo del volumen y lo dejó escondido en el hueco entre el cojín y el brazo de la butaca. Aparentando desinterés, pasó al siguiente libro de la pila.

Chris ya estaba preparada, con las novelas desmagnetizadas y metidas en su mochila, cuando la joven dejó su sitio para buscar más libros de referencia. Sin levantarse de golpe ni dar señales de prisa, Chris ya estaba en la silla antes de que ningún otro aspirante esperanzado se diera cuenta siquiera de que había pasado su oportunidad.

La acción de comprobar su e-mail normalmente le llevaba unos tres minutos.

Después de hacerlo, tendría otras cuatro horas (si no se veía obligada a tomar rutas evasivas) para llegar a su hogar provisional. Y luego, por supuesto, tendría que volver a instalar sus salvaguardas antes de poder dormir por fin. Los días de e-mail eran siempre días largos.

Aunque no había ninguna conexión entre su vida actual y aquella cuenta de e-mail —nunca repetía la misma dirección IP ni mencionaba lugares o nombres propios—, en el instante en que terminara de leer y, si la ocasión lo requería, responder a su correo, saldría por la puerta y dejaría el pueblo a toda velocidad para poner tanta distancia entre ella y aquella ubicación como fuera posible. Por si acaso.

«Por si acaso» se había convertido en el mantra de Chris sin ella pretenderlo. Llevaba una vida de preparación excesiva pero, como se recordaba a sí misma a menudo, sin tanta preparación no podría llevar ninguna vida en absoluto.

Lo mejor sería no tener que correr riesgos como aquel, pero el dinero no iba a durarle para siempre. En general buscaba empleos de poca monta en alguna cafetería familiar, a ser posible que llevara las cuentas a mano, pero esos trabajos solo le proporcionaban lo suficiente para cubrir las necesidades básicas: comida y alquiler. No llegaban para sus adquisiciones más costosas, como identidades falsas, material de laboratorio y los diversos compuestos químicos que acumulaba. En consecuencia, mantenía una presencia ligera en internet, encontraba algún cliente adinerado de vez en cuando, y hacía todo lo posible para evitar que esos trabajos llamaran la atención de quienes querían poner fin a su existencia.

Los últimos dos días de e-mail no habían ofrecido ningún resultado, por lo que al ver un mensaje dirigido a ella se alegró… durante las dos décimas de segundo que tardó en procesar la dirección del remitente.

l.carston.463@dpt11a.net

Ahí estaba, la auténtica dirección de correo de Carston, una dirección cuyo rastro se podría seguir fácilmente hasta llegar a los antiguos patronos de Chris. Mientras se le erizaban los pelillos de la nuca y la adrenalina inundaba su cuerpo —«Corre, corre, corre», parecía gritar desde sus venas—, una parte de ella fue todavía capaz de reaccionar con boquiabierta incredulidad a tanta arrogancia. Siempre subestimaba lo increíblemente descuidados que podían llegar a ser.

«Todavía no pueden estar aquí», razonó para sí misma a pesar del pánico, mientras su mirada barría la biblioteca en busca de individuos demasiado anchos de hombros para sus trajes negros, cortes de pelo militares o cualquier persona que estuviera acercándose a su posición. Alcanzaba a ver su coche a través de la hoja de la ventana y no daba la sensación de que nadie hubiera trasteado con él, pero lo cierto era que tampoco había estado vigilándolo con demasiada atención.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «La química»

Mira libros similares a La química. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «La química»

Discusión, reseñas del libro La química y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.