STEPHENIE MEYER. Nació en Connecticut en 1973. Su familia se trasladó a Phoenix (Arizona) cuando ella tenía cuatro años. Su particular nombre (Stephenie en vez de Stephanie) viene del nombre de su padre, que se llamaba Stephen y decidió añadirle las letras «ie» para convertirlo al femenino. Asistió al instituto de Scottsdale, Arizona, en el que fue galardonada con el Premio Nacional al Mérito Escolar, que usó para pagar su ingreso en la Universidad Brigham Young, en Utah, donde se graduó en Literatura Inglesa. Su saga de vampiros Crepúsculo, Luna nueva, Eclipse y Amanecer, ha arrasado en todo el mundo, vendiendo millones de ejemplares y atrayendo a lectores de todas las edades. Warner se ha hecho con los derechos cinematográficos y en marzo de 2013 The Host se estrenará por todo lo alto en las salas del mundo entero.
A mi madre, Candy, que me enseñó que el amor
es la mejor parte de todas las historias
Título original: The host
Stephenie Meyer, 2008
Traducción: María Jesús Sánchez Raya, 2010
Ilustraciones: © Clarie Artman / Zefa / Corbis, Paradis Media / Gettyimages
Diseño/retoque portada: Julianna Lee
Editor original: Conde1988 (v1.0 a v1.2)
Segundo editor: Edusav (v2.0)
ePub base v2.1
Es el fin del mundo tal y como lo conocíamos…
Los mayores miedos de la humanidad han saltado de la ficción a la realidad.
Wanderer es una alienígena invasora de cuerpos y ha llegado a la Tierra junto con otras «almas» para cumplir con su misión. Pero su anfitriona, Melanie Stryder, se resiste a abandonar su cuerpo sin oponer resistencia. Dos seres de dos especies diferentes que comparten un mismo cuerpo pero por desgracia para ellas también un mismo corazón. Los recuerdos de la vida de Melanie hacen que Wanderer se enamore del mismo hombre que ella, Jared, convirtiendo su relación en el primer triángulo amoroso que sólo implica a dos cuerpos.
¿Podrá el amor de Melanie por Jared sobrevivir al fin del mundo?
¿Y a su huésped?
Stephenie Meyer
The host (La huésped)
ePUB v2.0
Edusav30.05.13
Notas
P REGUNTA
Mi Cuerpo es mi hogar,
mi caballo, mi sabueso.
¿Qué es lo que haría
si lo perdiera?
¿Dónde dormiría?
¿Cómo cabalgaría?
¿Qué cazaría?
¿Adónde iría
sin mi montura?
Toda impaciente, vital,
¿cómo sabría
si más adelante, en la maleza,
aguarda el peligro o la traición?
¿Qué haré sin mi Cuerpo, mi bien,
con mi perro alegre, muerto?
¿Cómo sería
yacer en el cielo
sin techo ni puertas
ni otros ojos que el viento;
con una nube para cubrirme,
cómo me esconderé?
M AY S WENSON
Prólogo
Inserción
E l sanador se llamaba Fords Deep Waters.
Como era un alma, por naturaleza era todo lo bueno que se puede ser: compasivo, paciente, honrado, virtuoso, y estaba lleno de amor. La ansiedad era una emoción desconocida para él.
La irritación le era aún más extraña. Sin embargo, Fords Deep Waters vivía dentro de un cuerpo humano, y por ello le resultaba inevitable irritarse en ocasiones.
Los susurros de los estudiantes del sanador zumbaban en la esquina más lejana de la sala de operaciones, así que apretó los labios hasta formar con ellos una fina línea. La expresión parecía fuera de lugar en una boca que sin duda era mucho más proclive a la sonrisa.
Darren, su asistente personal, observó su mueca y le palmeó el hombro.
—Simplemente están mostrando curiosidad, Fords —comentó en voz baja.
—Una inserción no es un procedimiento interesante ni supone desafío alguno. Cualquier alma de la calle podría llevarla a cabo en caso de emergencia. —Fords se sorprendió al darse cuenta de que había empleado un tono de voz crispado, lo que no era habitual en él—. Por mucho que miren, no van a aprender nada en el día de hoy.
—Nunca habían visto un ser humano adulto antes —repuso Darren.
Fords alzó la ceja.
—¿Están ciegos cuando se miran los unos a los otros? ¿Es que no tienen espejos?
—Ya sabes a lo que me refiero, a un hombre salvaje, a uno desprovisto de alma, a uno de los insurgentes.
El sanador miró el cuerpo inconsciente de la chica que yacía boca abajo en la mesa de operaciones. La pena le inundó el corazón mientras recordaba el estado en el que se encontraba ese pobre cuerpo destrozado cuando los buscadores la habían traído al Servicio de Sanación. ¡Qué dolor tendría que haber sufrido!
Claro que ahora ya estaba bien, completamente curada. Él ya se había ocupado de eso.
—Su aspecto es igual al nuestro —le susurró Fords a Darren—. Todos nosotros tenemos rostros humanos, y también será una de nosotros cuando se despierte.
—Les parece emocionante, eso es todo.
—El alma que vamos a implantar hoy merece demasiado respeto como para tener a toda esa gente mirando embobada de ese modo el cuerpo de su anfitriona. Ya va a tener mucho a lo que enfrentarse durante la aclimatación. No es buena idea hacerla pasar por esto.
Con «esto» no se refería a su exposición a la curiosidad de los estudiantes. Fords sintió que el tono de su voz se había endurecido de nuevo. Darren volvió a palmearle la espalda.
—Todo saldrá bien. La buscadora necesita información y…
Al oír la palabra «buscadora», Fords lanzó una mirada a Darren que sólo podía describirse como hostil. Éste pestañeó sorprendido.
—Lo siento —se disculpó Fords con rapidez—. No quería reaccionar de manera tan negativa. Es simplemente que temo por esta alma.
Dirigió los ojos al criotanque situado junto a la mesa. La luz era constante, de un rojo mate, lo que indicaba que estaba ocupado y que tenía activado el modo de hibernación.
—El alma en cuestión ha sido especialmente escogida para este objetivo —dijo Darren con voz tranquilizadora—. Se trata de un ser excepcional entre los de nuestra especie, más valiente que la mayoría. Sus vidas hablan por sí mismas. Creo que se habría ofrecido voluntaria si hubiera sido posible preguntarle.
—¿Quién de nosotros no se habría presentado voluntario si se le pidiera hacer algo por el bien de todos? Pero ¿es realmente ése el caso? ¿Así se sirve de verdad al bien común? La cuestión no es su buena disposición, sino si es correcto pedirle a un alma que soporte eso.
Los estudiantes de Sanación estaban discutiendo también sobre el alma hibernada. Fords podía escuchar con claridad los murmullos; las voces subieron de volumen a causa del entusiasmo.
—Ha vivido en seis planetas.
—Yo había oído que en siete.
—Escuché también que no había vivido dos ciclos vitales en la misma especie anfitriona.
—¿Es eso posible?
—Ha estado en casi todas partes. En una flor, un oso, una araña…
—En un alga, un murciélago…
—¡Incluso en un dragón!
—No me lo puedo creer… ¿En siete planetas?
—Al menos siete. Comenzó en el Origen.
—¿De verdad? ¿En el Origen?
—¡Calma, por favor! —exclamó Fords—. Si no son capaces de observar con profesionalidad y en silencio, tendré que pedirles que se marchen.