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Stephenie Meyer - Huesped

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Stephenie Meyer Huesped

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La Huesped

Stephanie Meyer


A mi madre, Candy, que me enseñó que el amor es la mejor parte de todas las historias


PREGUNTA

Mi Cuerpo es mi hogar,

mi caballo, mi sabueso.

¿ Qué es lo que haría

si lo perdiera?

¿Dónde dormiría?

¿ Cómo cabalgaría?

¿ Qué cazaría?

¿Adónde iría sin mi montura?

Toda impaciente, vital,

¿ cómo sabría

si más adelante, en la maleza,

aguarda el peligro o la traición?

¿Qué haré sin mi Cuerpo, mi bien,

con mi perro alegre, muerto?

¿Cómo sería

yacer en el cielo

sin techo ni puertas

ni otros ojos que el viento;

con una nube para cubrirme,

cómo me esconderé?

MAY SWENSON


Prólogo

Inserción

El sanado r se llamaba Fords Deep Waters .

Como era un alma, por naturaleza era todo lo bueno que se puede ser: compasivo, paciente, honrado, virtuoso, y estaba lleno de amor. La ansiedad era una emoción desconocida para él.

La irritación le era aún más extraña. Sin embargo, Fords Deep Waters vivía dentro de un cuerpo humano, y por ello le resultaba inevitable irritarse en ocasiones.

Los susurros de los estudiantes del sanador zumbaban en la esquina más lejana de la sala de operaciones, así que apretó los labios hasta formar con ellos una fina línea. La expresión parecía fuera de lugar en una boca que sin duda era mucho más proclive a la sonrisa.

Darren, su asistente personal, observó su mueca y le palmeó el hombro.

-Simplemente están mostrando curiosidad, Fords -comentó en voz baja.

-Una inserción no es un procedimiento interesante ni supone desafío alguno. Cualquier alma de la calle podría llevarla a cabo en caso de emergencia. -Fords se sorprendió al darse cuenta de que había empleado un tono de voz crispado , lo que no era habitual en él-. - Por mucho que miren, no van a aprender nada en el día de hoy.

-Nunca habían visto un ser humano adulto antes -re puso Darren.

Fords alzó la ceja.

-¿ Están ciegos cuando se miran los unos a los otros?

¿Es que no tienen espejos?

-Ya sabes a lo que me refiero, a un hombre salvaje, a uno desprovisto de alma, a uno de los insurgentes.

El sanador miró el cuerpo inconsciente de la chica que yacía boca abajo en la mesa de operaciones. La pena le inundó el corazón mientras recordaba el estado en el que se encontraba ese pobre cuerpo destrozado cuando los buscadores la habían tr aído al Servicio de Sanación. Qué dolor tendría que haber sufrido!

Claro que ahora ya estaba bien, completamente curada.

Él ya se había ocupado de eso.

-Su aspecto es igual al nuestro -le susurró Fords a Darren-. Todos nosotros tenemos rostros humanos, y también será una de nosotros cuando se despierte.

-Les parece emocionante, eso es todo.

-El alma que vamos a implantar hoy mer ece demasia do respeto como para tener a toda esa gente mirando embobada de ese modo el cuerpo de su anfi triona. Ya va a tener mucho a lo que enfrent arse durante la aclimatación. N o es buena idea hacerla pasar por esto.

Con «esto» no se refería a su exposición a la curiosidad de los estudiantes. Fords sintió que el tono de su voz se había endurecido de nuevo. Darren volvió a pa1mearle la espalda.

-Todo saldrá bien. La buscadora necesita información y ...

Al oír la palabra «buscadora», Fords lanzó una mirada a Darren que sólo podía descr ibirse como hostil. Éste pesta ñeó sorprendido.

-Lo siento -se disculpó Fords con rapidez-. No quería reaccionar de manera tan negativa. Es simplemente que temo por esta alma.

Dirigió los ojos al criotanque situado junto a la mesa. La luz era constante, de un rojo mate, lo que indicaba que estaba ocupado y que tenía activado el modo de hibernación.

-El alma en cuestión ha sido especialmente escogida para este objetivo -dijo Darren con voz tranquil izadora-. Se trata de un ser excepcional entre los de nuestra especie, más valiente que la mayoría. Sus vidas hablan por sí mismas. Creo que se habría ofrecido voluntaria si hubiera sido posible preguntarle.

-¿ Quién de nosotros no se habría presentado voluntario si se le pidiera hacer al go por el bien de todos? Pero ¿es realmente ése el caso? ¿ Así se sirve de verdad al bien común? La cuestión no es su buena disposición, sino si es correcto pedirle a un alma que soporte eso.

Los estudiantes de Sanación estaban discutiendo también sobre el alma hibernada. Fords podía escuchar con claridad los murmullos; las voces subieron de volumen a causa del entusiasmo.

-Ha vivido en seis planetas.

-Yo había oído que en siete.

-Escuché también que no había vivido do s ciclos vi tales en la misma especie anfitriona.

-¿Es eso posible?

-Ha estado en casi todas partes. En una flor, un oso, una arana ...

-En un alga, un murciélago ...

-¡Incluso en un dragón!

-N o me lo puedo creer ... ¿ En siete planetas?

-Al menos siete. Comenzó en el Origen.

-¿ De verdad? ¿ En el Origen?

-¡Calma, por favor! -exclamó Fords-. Si no son ca paces de observar con profesionalidad y en silencio, tendré que pedirles que se marchen.

Avergonzados, los seis estudiantes se quedaron callados y se separaron unos de otros.

-Continuemos con esto, Darren.

Todo estaba ya preparado. Habían depositado las medícinas apropiadas alIado de la chica humana, cuya larga melena negra se hallaba recogida bajo un gorro quirúrg ico, lo que dejaba al descubierto un esbelto cuello. Profundamente sedada, respiraba lentamente. Su piel tostada por el sol apenas mostraba restos del... accidente.

-Por favor, Darren, comienza la secuencia de descongelación.

El asistente de pelo gris estaba ya delante del criotanque con la mano posada sobre los mandos. Retiró el seguro y giró la rueda del interruptor hacia abajo. La luz roja que había en la parte superior del pequeño cilindro gris comenzó a titilar, emitiendo destellos con más rapidez conforme pasaban los segundos y cambiando de color.

Fords se concentró en el cuerpo inconsciente. Practicó una incisión con el escalpelo a través de la piel hasta la base del cráneo con movimientos controlados y precisos; después, pulverizó la zona con la medicación que frenaba el flujo excesivo de sangre antes de ampliar la herida. Hurgó con delicadeza bajo los músculos del cuello procurando no dañarlos y expuso a la vista los huesos pálidos de la parte superior de la columna vertebral.

-El alma está preparada, Fords -informó Darren.

-Yo también. Tráela.

Fords percibió a su lado la presencia de Darren y supo sin necesidad de mirar que su asistente estaría preparado, con la mano extendi da y esperando; llevaban trabaj ando juntos muchos años ya. El sanador mantuvo la herida abierta.

-Enviémosla a casa -susurró.

La mano del ayudante apareció ante su vista con el resplandor plateado de un alma en pleno despertar en su palma ahuecada.

Fords jamás había contemplado un alma expuesta sin sentirse conmovido por su belleza.

El alma relumbró bajo las luces intensas de la sala de operaciones con un fulgor más intenso que el brillante escalpelo que sostenía en la mano. Se retorcía y ondulaba como un lazo viviente, estirándose, feliz de verse libre del criotanque. Llevaba unas mil adherencias finas, plumosas, que fluctuaban con suavidad, como si fueran pálidos cabellos plateados. Aunque todas las almas le resultaban encantadoras, a Fords Deep Waters ésta le pareció especialmente grácil.

N o fue el único en experimentar esa reacción: percibió el suave suspiro de Darren y escuchó los murmullos de admiración de los estudiantes.

Con suma delicadeza, Da rren colocó la pequeña y relum brante criatura dentro de la abertura que Fords había practicado en el cuello humano. El alma se deslizó con suavidad dentro del lugar que le había procurado y se entrelazó con aquel la anatomía extraña. Fords adm iró la habilidad con la que tomó posesión de su nuevo hogar. Algunas de sus adherencias se enroscaron con fuerza en el sitio correcto, alrededor de los centros nerviosos, mientras que otras se estiraban y profundizaban hasta donde ya no podía verlas, por debajo y hacia el interior del cerebro, donde se encuentran los nervios ópticos y los canales auditivos. Era muy rápida, y sus movimientos muy seguros. Pronto sólo quedó a la vista un trozo de su cuerpo reluciente.

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