Mathilde Derasse, 2017
Traducción: Laura Bernal Martín
Editor digital: Titivillus
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Aprender a aceptar a los demás es necesario para tejer relaciones saludables con tu entorno y respetarte tanto a ti mismo como a los demás. No obstante, a menudo juzgamos con facilidad, incluso cuando no conocemos a la persona en cuestión, o nos cuesta entender puntos de vista distintos al nuestro.
En esta guía práctica encontrarás todo lo que necesitas saber para conseguir aceptar a los demás sin intentar cambiarlos y abrirte a nuevas ideas que te permitirán vivir en armonía contigo mismo y con el prójimo.
Te ofrecemos las claves para:
- entender cuál es el origen de los prejuicios, que nos llevan a juzgar a las personas antes de tiempo y a mostrarnos intransigentes si no piensan como nosotros;
- aceptarte a ti mismo y darte cuenta de que cada persona es única, con sus defectos y sus cualidades, y de que no hay que intentar cambiarlas y hacerlas a nuestra medida;
- controlar los prejuicios y los juicios sin fundamento, transmitidos por nuestra sociedad y nuestro entorno;
- etc.
Mathilde Derasse
Aprende a aceptar a los demás
Las claves para deshacerte
de los prejuicios
En 50 minutos
Salud y bienestar - 0
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Titivillus 28.07.2020
¿CÓMO ACEPTAR A LOS DEMÁS TAL Y COMO SON?
- ¿Problemática? No siempre estamos dispuestos a escuchar y a comprender a nuestro interlocutor. Algunas de nuestras actitudes, costumbres y emociones minan nuestras relaciones sin que nos demos cuenta. Por lo tanto, resulta esencial trabajar sobre uno mismo para enriquecer nuestra relación con los demás.
- ¿Metas? Volverse más receptivo a los actos y a las opiniones de los demás y aceptar las diferencias.
- ¿Preguntas frecuentes?
- ¿Podemos deshacernos de nuestros prejuicios?
- ¿Por qué es tan difícil aceptar al otro con sus diferencias?
- ¿Por qué criticamos?
- ¿Cómo reaccionar ante actitudes y opiniones que no entiendo?
- ¿Podemos cambiar a las personas?
«Una parte importante de la sabiduría y del conocimiento consiste en no querer transformar a las personas en lo que no son, sino en aceptar lo que son, en comprender su experiencia de la vida» (Fung Chang 2003, 24, escritor chino nacido varios siglos a. C.).
Para algunos, actuar con condescendencia y aceptar a los demás sin criticarlos ni emitir juicios es natural, algo que a menudo admiran los que les rodean. Otros ven cómo su relación con el prójimo y su capacidad de aceptar unas diferencias que no comprenden está fuertemente influida por su entorno familiar o por los prejuicios que existen en la sociedad. Aunque esta última es en parte responsable de la manera en que abordamos al otro, a menudo la explicación se encuentra a más profundidad: en la percepción que tenemos de nuestra persona. ¿Cómo aceptar al otro si no nos aceptamos a nosotros mismos? ¿Cómo conversar y defender un punto de vista partiendo del respeto y la reciprocidad si nunca hemos sido capaces de reafirmarnos? Siendo conscientes de quienes somos realmente, de nuestras convicciones, de las cualidades y de los defectos que nos caracterizan, así como de los objetivos que nos animan a seguir adelante, nos daremos cuenta de que todos y cada uno de nosotros somos seres únicos, moldeados por nuestras experiencias.
Descubre en 50 minutos los motivos que te impiden aceptar al otro tal y como es, aprende a ampliar tus horizontes y pon en práctica los métodos y los trucos que te permitirán vivir y compartir en armonía.
¿DE DÓNDE VIENE ESTA INTRANSIGENCIA CON LOS DEMÁS?
Una relación con el otro condicionada
El otro y yo
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano evoluciona en el seno de sociedades conformadas por otros individuos y se apoya en los lazos tejidos con su entorno para existir y garantizar la supervivencia de la especie. La interacción social a través del intercambio y de la comunicación es generalmente indispensable para crecer, puesto que la familia, los amigos, los compañeros de trabajo e incluso los desconocidos son una fuente de enriquecimiento cultural inagotable. Así, la tolerancia a las diferencias y la aceptación del otro resulta igualmente primordial para la prosperidad de todos.
Todos tenemos expectativas y exigencias más o menos elevadas dependiendo de la importancia y del lugar que ocupa la gente en nuestro círculo social. Les ponemos una etiqueta —personas cercanas, amigos, compañeros, conocidos, etc.— y esperamos que se comporten de acuerdo con su estatus. A veces, esperamos demasiado de los otros o nos invade un deseo de poder que nos lleva a querer dejar una huella en los demás para sentir que existimos y que somos importantes para ellos.
Cada persona es un mundo, por lo que podemos encontrarnos con alguien que entre en una profunda contradicción con algunos de nuestros valores. Pero el prisma a través del que observamos al otro y le juzgamos también puede verse influido por nuestro entorno, ya sea familiar o cultural.
Nuestros valores fundamentales: ¿un filtro contra la diferencia?
Juzgar es estimar el valor de alguien o algo. Juzgamos para seleccionar, clasificar y decidir. Nuestra escala de valores rige nuestras reacciones y nos permite actuar conforme a nuestras prioridades y distinguir el bien del mal, lo que se puede hacer y lo que no. Estos valores morales se establecen y se refuerzan en función de nuestra cultura, de nuestra religión, de nuestras costumbres y de las leyes con las que estamos acostumbrados a vivir, siendo estas últimas las abanderadas de nuestra autenticidad. De esta forma, nos parecerá inconcebible y maleducado comer con las manos de un plato común colocado en el centro de la mesa; sin embargo, en los países musulmanes se trata de una práctica completamente normal. La religión también puede convertirse en una fuente de intolerancia. El cristianismo condena el acto homosexual —pero no a las personas homosexuales como individuos—, por lo que es probable que a un cristiano devoto le cueste aceptar la homosexualidad de una persona cercana.
Amina es una joven de confesión musulmana. Cuando le preguntamos sobre su relación con los demás y con el resto de religiones, responde:
«Todas las religiones tienen muchos puntos en común, pero el más importante de ellos es la fe en el ser humano. Al fin y al cabo, es esta la que nos guía a todos y la que nos une en nuestras diferencias. Cuando me parece que el comportamiento de alguien está fuera de lugar, se lo explico con mis palabras. De él depende escuchar mi opinión y cambiar o no su comportamiento hoy mismo, o tal vez en el futuro».
Creemos ser dueños de la verdad, pero a veces olvidamos que esta verdad es nuestra y solamente nuestra. No podemos juzgar los hechos y los actos del prójimo si no interpretamos el mundo de la misma forma que él, ya que, al hacerlo, lo reducimos a nuestro campo de visión. Sin embargo, el hombre es mucho más que la forma en la que lo vemos.
La educación: ¿una predisposición a la intolerancia?
La mayoría de los padres quieren ofrecerle a sus hijos una educación impecable, a la altura del amor que les profesan y de las esperanzas que tienen puestas en ellos, corriendo en ocasiones el riesgo de agobiarlos. Sin lugar a dudas, la educación desempeña un papel en la manera en la que los niños —que son futuros adultos— perciben a los demás e interaccionan con el mundo.