La Bella Durmiente estaba a punto de pedir ayuda cuando un destello enceguecedor de luz violeta inundó el bosque. La reina gritó y cayó al suelo, cubriéndose el rostro por un segundo. Olió humo, se puso de pie y miró a su alrededor. El bosque entero estaba en llamas y cada árbol se había convertido en una rueca.
Ya no podía negarlo; el mayor temor del reino se había hecho realidad.
“La Hechicera”, susurró la Bella Durmiente para sí misma. “Ha regresado”.
Viaja a la mítica Tierra de las Historias, donde todos los cuentos de hadas son reales.
La Tierra de las Historias ya no es ese lugar que Alex y Conner recuerdan de su primer viaje.
La cruel Hechicera que maldijo a la Bella Durmiente está de regreso con sed de venganza. Y toda la tierra de los cuentos de hadas se enfrenta a un gran peligro.
Cuando la maldad de la Hechicera llega al mundo de Alex y Conner –¡y su madre es secuestrada!–, los mellizos tienen que desobedecer a su abuela y encontrar la manera de volver a la Tierra de las Historias para rescatarla.
Con la ayuda de sus viejos amigos, Alex y Conner deberán enfrentarse a todo tipo de desafíos y a los villanos más temidos de todos los tiempos…
Prólogo
La resurrección y el regreso
E l Este atravesaba una época de grandes celebraciones. Los desfiles marchaban diariamente por las calles del pueblo; cada hogar y tienda estaba decorado con estandartes coloridos y guirnaldas, y los pétalos de flores lanzados en el aire flotaban por doquier. Cada ciudadano sonreía, orgulloso de lo que recientemente habían logrado.
Le había llevado más de una década al Reino Durmiente recuperarse por completo de la terrible maldición del sueño del pasado, pero al fin el reino había vuelto a ser la nación próspera de antes. Los habitantes del reino se adentraron al futuro, reclamando su hogar como el Reino del Este.
La semana de festejos concluyó en el salón principal del castillo de la Reina Bella Durmiente. Estaba tan atestado de invitados que parecía que todo el reino se encontraba allí; muchos tuvieron que pararse o sentarse en los alféizares de las ventanas. La reina, su esposo –el Rey Chase– y el consejero real estaban sentados en una mesa alta con vista a la celebración.
En medio del salón, un pequeño espectáculo tenía lugar. Los actores representaron el bautismo de la Bella Durmiente, mostrando a las hadas que la habían bendecido y a la Hechicera malvada que la había maldecido con morir al pincharse el dedo con el huso de una rueca. Por suerte, otra hada alteró la maldición, así que cuando la princesa por fin se pinchó el dedo, ella y todo el reino simplemente se quedaron dormidos. Durmieron durante cien años y los actores disfrutaron recrear el momento en el que el Rey Chase la besó y despertó a todos.
–Creo que es hora de deshacernos de los regalitos que nos dio la reina –gritó una mujer desde el fondo del salón. Se puso de pie sobre una mesa y, con alegría, señaló su muñeca.
Todos los habitantes del reino llevaban una bandita elástica hecha de savia de árbol alrededor de la muñeca. El año anterior, la Reina Bella Durmiente les había indicado que, cada vez que sintieran fatiga innecesaria, jalaran de la bandita para que los pellizcara. El truco ayudó a los ciudadanos a mantenerse despiertos, combatiendo los efectos prolongados de la maldición.
Por suerte, las banditas ya no eran necesarias. Todos los presentes en el salón principal se las arrancaron de la muñeca y las lanzaron al aire con alegría.
–Su Majestad, ¿nos contaría de nuevo dónde aprendió tan impresionante truco? –le preguntó un hombre a la reina.
–Creerán que es extraño cuando se los diga –respondió la Bella Durmiente–. Lo aprendí de un niño. Él y su hermana estaban de visita en el castillo hace un año. Él dijo que había utilizado una banda elástica para mantenerse despierto en la escuela y sugirió que el reino probara su truco.
–¡Increíble! –exclamó el hombre y rio junto a ella.
–Fascinante, ¿verdad? Creo que las ideas más extraordinarias provienen de los niños –dijo la reina–. Si todos pudiéramos ser tan perceptivos como ellos, encontraríamos que las soluciones más sencillas a los problemas más grandes están justo frente a nuestras narices.
La Bella Durmiente golpeó suavemente el lateral de su copa con la cuchara. Se puso de pie y le habló a la multitud expectante.
–Amigos míos –dijo ella, alzando la copa–. Hoy es un día muy especial en nuestra historia e incluso uno aún mejor para nuestro futuro. A partir de esta mañana, los acuerdos comerciales de nuestro reino, la producción de cultivos y la conciencia general no solo se han restituido, ¡sino que han mejorado desde que la maldición del sueño cayó sobre estas tierras!
La ovación de sus súbditos fue tan fuerte, que la alegría hizo temblar el castillo. La Bella Durmiente miró a su lado y compartió una sonrisa cálida con su esposo.
–No debemos olvidar la horrible maldición del pasado, pero cuando reflexionemos acerca de esa época oscura, recordemos cómo triunfamos y la vencimos –prosiguió la Bella Durmiente. Unas lágrimas pequeñas invadieron sus ojos–. Que sea una advertencia para todo aquel que intente interferir en nuestra prosperidad: ¡el Reino del Este está aquí para quedarse y resiste unido ante cualquier fuerza del mal que se interponga en nuestro camino!
El rugido de aprobación fue tan fuerte que hizo que un hombre se cayera, literalmente, del alféizar en donde estaba sentado.
–¡Nunca me he sentido más orgullosa de estar entre ustedes que esta noche! ¡Brindo por ustedes! –exclamó la reina exultante, y el salón se le unió y bebieron de sus vasos.
–¡Viva la Reina Bella Durmiente! –gritó un hombre en medio del salón.