Albori Clara - Prometeme Todos Tus Dias

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EDICIONES KIWI, 2017
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Editado por Ediciones Kiwi S.L.

Primera edición, septiembre 2017

© 2017 Clara Álbori
© de la cubierta: Borja Puig
© de la fotografía de cubierta: shutterstock
© Ediciones Kiwi S.L.

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Nota del Editor

Tienes en tus manos una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos recogidos son producto de la imaginación del autor y ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, negocios, eventos o locales es mera coincidencia.

Índice

A todas aquellas personas que fueron, son o continúan
siendo víctimas de la violencia de género,
en especial a ti, A. Tolerancia cero.

PRÓLOGO

—¡¡MAMÁÁÁ!! ¡Aria ha vuelto a poner los dibus en inglés!

La pequeña niña rubia de ojos azules le sacó la lengua a su hermana tan idéntica a ella. Eran como dos gotas de agua. Ninguno de sus rasgos físicos era diferente. Piel blanca, cabello rubio y largo ondulado y un rostro redondo con dos ojos azules intensos y expresivos.

Pero a pesar de su gran parecido físico, de carácter eran totalmente opuestas. Aria tenía uno bastante fuerte para una niña de 5 años. No se relacionaba con las chicas de su clase. Prefería jugar con los niños en el barro o con la pelota de fútbol. Odiaba las muñecas y los nenucos y ni en sueños pensaba dar clases de ballet junto con su hermana gemela, Lara.

Lara era la hija perfecta. Dulce, cariñosa y siempre vestida con uno de sus vestidos de princesa. A pesar de ser tan diferentes, ambas se adoraban y se protegían, pero sus desigualdades provocaban pequeñas disputas como la de aquel día.

A Aria le encantaba el inglés. Desde que empezó a estudiarlo en la guardería, había decidido a tan corta edad que quería hablar ese idioma tan bien como su profesora. Le encantaba escucharla y desde que averiguó cómo poner sus dibujos en el idioma original, no dudaba en aferrarse al mando para que Lara no lo quitara.

Como siempre hacía cuando su gemela llamaba a su madre medio llorando, Aria cogió su almohada negra, colocó encima el mando y se sentó sobre él. Se cruzó de brazos y esperó con el morro torcido a que su madre fuera a regañarla. ¡Cómo siempre!

Marta entró en el cuarto de sus hijas y colocó las manos en sus estrechas caderas para mirarlas. Cada día discutían más y no quería pensar cómo evolucionarían esas discusiones cuando se adentraran de lleno en la adolescencia. Pero quería con locura a sus pequeñas.

—A ver, ¿qué pasa ahora?

—Aria ha vuelto a poner los dibujos en inglés. ¡No los entiendo! —Comenzó a lloriquear Lara.

— But, I want to learn English! And, when I grow up I’ll live in London as my teacher.

—¡Que no me hables en inglés! —se quejó.

Marta puso los ojos en blanco. Su profesora les había hablado del gran interés de Aria por aprender el idioma. Ni su marido ni ella lo hablaban, por lo que les recomendó que viera dibujos en inglés y le compraran libros en inglés fáciles de entender. A sus 5 años ya lo hablaba con gran fluidez gracias a ese método, pero Lara nunca había querido seguir esa iniciativa de su hermana, por lo que las quejas y las disputas eran diarias.

—Aria, tu hora de ver la televisión en inglés ha terminado. Ahora le toca a tu hermana.

Lara miró a su hermana que seguía con la misma postura y el mismo gesto, y le sacó la lengua con aire de superioridad.

—¡Lara! —le regañó su madre.

La niña le miró con sus ojos azules arrepentida y comenzó a juguetear con la falda de su disfraz de Cenicienta.

—Perdón, mami.

—¿Aria? —La miró Marta.

Aria aún con el morro torcido se levantó y le dio el mando de la televisión a su madre para que pusiera los dibujos en español. En cuanto lo hizo, Lara cogió su almohada rosa y quitándose la corona de plástico, se recogió la falda para sentarse al lado de su hermana.

Cuando ambas estuvieron tranquilas, Marta abandonó la habitación para continuar con las tareas de la casa.

Las gemelas se quedaron en silencio viendo la televisión, pero aún se notaba la tensión en el ambiente. Tras varios minutos sin hablar y sin prestar demasiada atención a la pantalla, Lara fue a buscar algo en el baúl de los juguetes. Cogió de él una manta morada y regresó con su hermana.

—¿Por qué has cogido la manta de los abrazos? —le preguntó Aria.

—Porque no me gusta que estemos enfadadas. Quiero que hagamos las paces.

Lara pasó una parte de la manta por los hombros de su hermana para arroparse ambas y darse un abrazo bajo aquella tela.

—Aunque nos enfademos siempre te querré y te protegeré —dijo Aria dándole un fuerte beso en la mejilla a su hermana.

—Y yo a ti. Eres la mejor hermana gemela del mundo mundial. Siempre estaremos juntas.

—Siempre. Estaremos juntas todos los días de la vida.

—Te prometo todos esos días. Te quiero, hermanita.

Capítulo 1

Aria acunaba entre sus brazos a su hermana malherida. Lara lloraba con fuerza y todo su cuerpo temblaba. Sus ojos azules no tenían brillo y su cuerpo delgado lleno de marcas no era el que debería presentar una joven de veinte años. Lara se quejó cuando su hermana la apretó más contra su cuerpo. Aria se asustó y se separó un momento para levantar la liviana camiseta rota que su hermana lucía. Ahogó un grito y se tapó la boca al ver sus costillas. Estaban negras. Esos moratones no tenían buena pinta. Aria también comenzó a llorar y volvió a abrazarse a su hermana. Tenía que protegerla. Y eso haría.

Lara comenzó a toser y se separó de su hermana para escupir la sangre que salía por su boca. Las arcadas le invadieron y acabó vomitando ahí mismo. Ni para aquello tenía fuerzas. Estaba muy débil.

Como pudo, Aria la levantó del suelo y la llevó al baño del piso que ambas compartían. La dejó de rodillas contra el retrete para que siguiera vomitando. Lara no dejaba de llorar. Aria comenzó a acariciarle el pelo y se lo besó mientras ella también dejaba caer sus lágrimas en silencio. Cuando acabó, la desnudó y la metió en la bañera para limpiar los restos de sangre de su cuerpo.

Su piso estaba cerca de la Universidad de Cantabria donde ambas acababan de empezar su tercer año. Aria estudiaba Magisterio Infantil mientras que su hermana se había decantado por la carrera de Física.

Pero Lara llevaba semanas sin aparecer por las clases. El hijo de puta que decía ser su novio no hacía más que darle aquellas palizas. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué pretendía dejándole todas esas marcas a su hermana?

Lara tenía un aspecto lamentable. Estaba completamente pálida y todo su cuerpo se encontraba salpicado de enormes moratones. Aquel día, su supuesto novio, esa persona que juraba que la amaba más que su propia vida, le había partido el labio y seguía sangrando. Además, estaba convencida de que tendría alguna lesión interna, pues Lara no dejaba de escupir y vomitar sangre.

—Tienes que denunciarle —dijo Aria mientras enjabonaba a su hermana.

—Lo sé —contestó Lara con voz débil. Abrió sus ojos y la miró, pero veía todo borroso—. Pero si lo hago, me matará. Y si le dejo, también.

—Tienes que aceptar lo que Pablo te ofrece. ¡Vete con él! Le quieres a él y él a ti. No a ese monstruo.

Lara sollozó y alzó con la poca fuerza que tenía su mano para colocarla sobre la de su hermana.