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Clara Campoamor - El voto femenino y yo: mi pecado mortal

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Clara Campoamor El voto femenino y yo: mi pecado mortal
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    El voto femenino y yo: mi pecado mortal
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El voto femenino y yo: mi pecado mortal: resumen, descripción y anotación

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Su lucha por el sufragio femenino en España le valió a Clara Campoamor la inquina de los elementos reaccionarios de la sociedad, pero, sobre todo, de aquellas feministas progresistas que veían en ese derecho el caballo de Troya de la derecha, al suponérsele a las mujeres una inclinación natural por las opciones políticas conservadoras. Campoamor explica en este libro que su pecado mortal, ése del que le acusaban sus supuestas correligionarias, consistió en defender sin fisuras la igualdad y la libertad de la mujer.

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Clara Campoamor Rodríguez Madrid España 1888 Lausana Suiza 1972 fue una - photo 1

Clara Campoamor Rodríguez (Madrid, España, 1888 – Lausana, Suiza, 1972) fue una política española, pionera de la militancia feminista. Procedente de una familia modesta, estudió la carrera de Derecho al mismo tiempo que trabajaba, y se licenció en la Universidad de Madrid en 1924. Al tiempo que ejercía su actividad como abogada, sus inquietudes políticas le llevaron a aproximarse a los socialistas y fundar una Asociación Femenina Universitaria.

Con el advenimiento de la Segunda República (1931), obtuvo un escaño de diputada por Madrid en las listas del Partido Radical. Formó parte de la Comisión constitucional, destacando en la discusión que condujo a aprobar el artículo 36, que reconocía por vez primera el derecho de voto a las mujeres.

Los gobiernos de la República le confiaron otros cargos de responsabilidad, como la vicepresidencia de la Comisión de Trabajo, la dirección general de Beneficencia, la participación en la comisión que preparó la reforma del Código Civil o la presencia en la delegación española ante la Sociedad de Naciones. También fundó una organización llamada Unión Republicana Femenina.

No consiguió renovar su acta de diputada en las elecciones de 1933. Y abandonó España en 1938, ante la inminente victoria del alzamiento de los militares reaccionarios; el subsiguiente régimen de Franco no le permitió regresar al país, de manera que permaneció exiliada, primero en Argentina, y, desde 1955 hasta su muerte, en Suiza.

Clara Campoamor fue una gran valedora de la igualdad de derechos de la mujer, en cuya defensa publicó numerosos escritos, como El derecho femenino en España de 1936, o La situación jurídica de la mujer española de 1938.

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Su lucha por el sufragio femenino en España le valió a Clara Campoamor la inquina de los elementos reaccionarios de la sociedad, pero, sobre todo, de aquellas «feministas progresistas» que veían en ese derecho el caballo de Troya de la derecha, al suponérsele a las mujeres una inclinación «natural» por las opciones políticas conservadoras.

Campoamor explica en este libro que su «pecado mortal», ese del que le acusaban sus supuestas correligionarias, consistió en defender sin fisuras la igualdad y la libertad de la mujer.

CLARA CAMPOAMOR

Clara Campoamor (1888-1972) fue una de las pioneras del movimiento feminista en España. En 1924, año en que obtuvo el título de abogada. Pronunció primera conferencia, «Nueva mujer ante el derecho», donde ya dejaba clara su intención de dedicarse a la defensa de la igualdad y la libertad de género.

Campoamor fue elegida diputada en las cortes constituyentes de la Segunda República, donde defendió el derecho al voto de las mujeres. Republicar y liberal, expresó su horror ante los excesos cometidos por los dos bandos en la Guerra Civil. Murió en Lausana, en su exilio suizo.

PRÓLOGO
CARTA ABIERTA A UNA MUJER:
CLARA CAMPOAMOR

Blanca Estrella Ruiz Ungo

Un largo centenario nos separa de ti: 118 años de tu nacimiento, y 75 de aquel hermoso 1 de octubre de 1931 en el que tan brillantemente tomaste la palabra en nombre de las mujeres de ayer, de hoy y de mañana.

Pero solo es tiempo, no ideas: tus ideas, no proyecto político, tu proyecto… porque tus ideas siguen siendo nuestras ideas y tu proyecto, hoy vivo, sigue siendo nuestro y de tantos y tantas demócratas que ha dado este país, tu país.

Naces en Madrid un 12 de febrero de 1888 en un barrio popular, cómo no, como otro cualquiera. Naciste e iniciaste tu infancia al mismo tiempo en que también lo hacía el movimiento feminista en España; valga como dato histórico e irrefutable el Congreso Hispano-Luso que se celebra en tu ciudad, Madrid, en 1892.

De este congreso surgen dos mujeres, dos feminismos, tan distintos y diferenciados como ellas mismas: Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal. Será esta última a quien estudiarás con intensidad, haciendo de su vida y de su idéala bandera que enarbolarás a lo largo de tu trayectoria política. Tu trayectoria humana la conviertes en tu propio ser y en tu propio estar, en tu ética y en tu moralidad.

De este congreso yo, como tú entonces, quiero resaltar lo más hermoso que para las mujeres nos expresaba, llamándonos a la dignidad, Concepción Arenal:

Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad, independientemente de su estado, y persuadirse de que soltera, casada o viuda, tiene deberes que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de nadie, un trabajo que realizar e idea de que la vida es una cosa seria, grave, y que si la toma como juego ella será indefectiblemente juguete.

Tu trayectoria política, que no por corta en el tiempo dejaría de ser intensa, tuvo consecuencias, algunas todavía hoy presentes y otras ausentes, las cuales tuvieron y siguen teniendo la vigencia que tú misma le imprimiste en aquel momento.

Volveré más tarde a recordarte tu trabajo como diputada, porque no fue algo espontáneo que desarrollaras por circunstancias momentáneas.

Quiero volver atrás, a 1924, cuando consigues cumplir un sueño: tu título de abogada y, como consecuencia, tu inscripción en el Colegio de Abogados de Madrid, algo que desde fuera podía verse tal vez solo como un éxito personal, que lo fue, como consecuencia de la tenacidad y el esfuerzo que le ponías a todo, Pero sobre todo ese día, edificando sobre los cimientos de Concepción Arenal, se inició el segundo paso más importante del movimiento feminista en nuestro país.

Así lo entendieron muchas mujeres que te arroparon en aquel momento y celebraron ese éxito como éxito propio.

Nos han quedado pocos escritos y demasiados enemigos tuyos, que se encargaron a conciencia de hacer desaparecer casi toda tu obra. Lo poco que hemos conseguido rescatar ha sido solo gracias a un tremendo esfuerzo y, sobre todo, a mucha solidaridad.

Con ese grado de intelectualidad que tú dabas a todas las fechas de gran calado para el feminismo, hicimos un homenaje, en el primer centenario de tu nacimiento, reeditando dos libros: El derecho de la mujer (1936) y un prólogo que escribiste para el libro Feminismo socialista, de la valenciana María Cambrils, un bello texto lleno de respeto y admiración hacia otra gran mujer.

De su feminismo nos resaltas que es la única forma posible y sincera de ese anhelo de sumar su labor a la actividad social, cuya ordenación sufre asimismo totalmente la mujer cuando solo mínimamente le es dado prepararla y producirla.

En ese prólogo nos invitas a todas las organizaciones de mujeres a cooperar reforzando nuestras organizaciones, con el fin de acelerar el advenimiento del Estado de justicia social, Estado de derecho también y sobre todo para las mujeres.

En tu primera conferencia, «Nueva mujer ante el derecho», el 13 de abril de 1924, con posterioridad a tu licenciatura, te presentaste con la humildad que te era habitual, pero con la contundencia de quien sabía lo necesarias que eran su voz y su presencia. Decías claramente: «Me presento ante vosotros y ante vosotras, como una mujer que cree representar a otras muchas mujeres».

Hoy y ahora, a través de la asociación creada en tu nombre, sigues representando a tantas y tantas mujeres, sobre todo a aquellas que, como tú definías, menos tienen.

Llegando a este extremo, en un país en el que desde todos los poderes e instituciones se ha entablado una gran carrera en la que lo importante es quién es el primero o la primera, país en el que se ha puesto de moda aquello de «pionero», sin profundizar en los resultados… Yo les quiero decir a todos ellos y a todas ellas que no son pioneros absolutamente en nada, que las mujeres que menos tienen, aquellas que te preocuparon, siguen teniéndote a ti como punto de referencia, así como a tus proyectos, tan propios del siglo

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