LA NOVENA TUMBA
STEFAN AHNHEM
Traducción de Santiago del Rey
Título original: Den Nionde Graven
© 2015, Stefan Ahnhem
Primera edición: noviembre de 2019
© de la traducción: 2019, Santiago del Rey
© de esta edición: 2019, Roca Editorial de Libros, S. L.
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Composición digital: Pablo Barrio
ISBN: 9788417968366
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LA NOVENA TUMBA
Stefan Ahnhem
LA MUERTE NO ES MÁS QUE EL PRINCIPIO.
Un frío día de invierno, el ministro de Justicia de Suecia sale de su coche y desaparece en medio de una tormenta de nieve. Casi al mismo tiempo, la esposa de una famosa estrella de la televisión danesa es asesinada brutalmente en su lujosa casa al norte de Copenhague.
El detective Fabian Risk y su homóloga danesa Dunja Hougaard enseguida unen las piezas de ambos asesinatos. Pero a medida que el tiempo pasa, sus investigaciones comienzan a desmoronarse, mientras se ven arrastrados a una conspiración mucho peor de lo que nadie podría imaginar.
ACERCA DEL AUTOR
Stefan Ahnhem es un respetado guionista de cine y televisión, principalmente conocido por escribir el guion de la adaptación televisiva de la serie de Henning Mankell Wallander. Es miembro del Consejo Sueco de Escritores y ha sido galardonado con premios tan prestigiosos como el Crimetime Specsavers en Suecia y el MIMI en Alemania. Traducido a más de ocho idiomas y con más de un millón de ejemplares vendidos, sus novelas alcanzan las listas de libros más vendidos de Alemania, Suecia, Noruega e Inglaterra. Su primera novela publicada en Roca Editorial en 2018 fue Mañana te toca a ti, protagonizada por el detective Fabian Risk, en la que se relatan los eventos sucedidos posteriormente a La novena tumba.
ACERCA DE LA OBRA
«Un contrincante de verdad para Stieg Larsson.»
NDR, ALEMANIA
«El nuevo rey del thriller escandinavo.»
CRIMETIME, SUECIA
«Ya es hora de que la mayoría de los novelistas nórdicos de novela criminal se hagan a un lado y que los lectores miren hacia arriba. Stefan Ahnhem ha llegado y es tremendamente convincente. La novena tumba es una novela que atrapa de una manera fascinante.»
C. J. BOX, AUTOR BEST SELLER DE THE NEW YORK TIMES
«Una serie de crímenes atmosféricos y complejos que cruzan el estrecho entre Suecia y Dinamarca, con grandes personajes policiales y algunos delincuentes imaginativamente espeluznantes.»
SUNDAY TIMES
«La historia de Ahnhem es tan sombría como las profundidades de un invierno nórdico y tan sangrienta como una casa mortuoria.»
BELFAST TELEGRAPH
DIEZ AÑOS ATRÁS
Estaba tan oscuro que apenas veía lo que tenía delante. El vehículo de transporte de presos daba, además, tales sacudidas sobre el accidentado terreno que atravesaban que las letras que estaba tratando de escribir resultaban casi ilegibles. Pero eso no tenía arreglo. Y esa era su única oportunidad para plasmar su propia versión de la aventura amorosa que lo había llevado a tirarlo todo por la borda; para completarla antes de que el charco de sangre a sus pies se ampliara demasiado. Pensaba explicar cómo su propia gente le había disparado y capturado y cómo se dirigía ahora a una muerte casi segura.
El bolígrafo se lo había encontrado en el campamento militar israelí de Huwwara Checkpoint, en la zona no controlada de la Ribera Occidental. El papel lo había sacado de las páginas vacías del diario que había hallado en la mochila de Tamir, junto con un sobre usado que podría volver del revés.
Cuando terminó de escribir, dobló las páginas de la carta con sus manos ensangrentadas, las metió en el sobre y lo cerró como buenamente pudo. No tenía sello, ni siquiera una dirección. Solo un nombre. Pero introdujo la carta por una rendija del camión y la soltó sin vacilar. Si era la voluntad de Dios, llegaría a su destino, pensó, y se rindió por fin al agotamiento.
El sobre ni siquiera tocó el suelo, porque fue succionado por las violentas corrientes de aire y empujado hacia arriba, hacia lo alto del cielo negro y desprovisto de estrellas en el que empezaba a formarse una tormenta sobre las montañas de Nablus. El intervalo entre los sordos retumbos y los destellos de los relámpagos se fue acortando. Flotaba en el aire la amenaza de una lluvia inminente. En unos segundos, las gotas arrastrarían el sobre hasta el suelo de tierra caliza y lo hundirían en un lodazal. Pero la lluvia no acabó de llegar, y el sobre manchado de sangre siguió su viaje por encima de las montañas y cruzó la frontera hacia Jordania.
Saladin Hazaymeh estaba tendido sobre su esterilla contemplando el cielo, donde la luz del alba asomaba de modo vacilante. Los fuertes vientos de la tormenta de la noche anterior se habían aplacado por fin, y daba la impresión de que iba a hacer un día precioso.
Parecía que el sol hubiera decidido limpiar el cielo en honor a su setenta aniversario. Porque era su cumpleaños lo que lo había impulsado a emprender aquella caminata de diez días. Pero ahora Saladin Hazaymeh estaba absorto en otra cosa.
Al principio, cuando lo divisó en el cielo, pensó que era un avión situado a miles de metros de altura; un poco más tarde llegó a la conclusión de que debía de ser un pájaro con un ala herida. Pero ya no tenía ni idea de qué era lo que bajaba flotando por el aire, a unos cincuenta metros, reluciendo bajo los primeros rayos de sol.
Saladin se levantó y notó que había desaparecido el dolor de espalda que solía atormentarlo por las mañanas. Se apresuró a enrollar la esterilla y la guardó en la mochila. Algo estaba a punto de suceder, algo de gran trascendencia, y él se sentía lleno de energía.
Solamente podía tratarse de una señal de Dios, del Dios en el que había creído desde que tenía uso de razón, confirmándole que estaba en el buen camino. Pues, en efecto, con ocasión de su cumpleaños, Saladin había decidido rehacer los pasos de Jesús desde Jerusalén hasta el mar de Galilea.
El día anterior había visitado la gruta sagrada de Anjara y, en principio, esperaba pasar la noche allí, tal como había hecho Jesús con sus discípulos y la Virgen María. Sin embargo, los guardias lo habían sorprendido y se había visto obligado a dormir a la intemperie. «Pero todas las cosas tienen un sentido», pensó apresurándose por el terreno irregular hacia el olivo en cuyas ramas había quedado atrapada la señal de Dios.
Al llegar, vio que era un sobre. «¿Un sobre?»
Por mucho que se devanaba los sesos, no hallaba un motivo lógico que explicara su procedencia. Finalmente, concluyó que sería cosa del cielo. Y acaso no estaba del todo equivocado. Su voz interior no cesaba de repetir, como un mantra, que era de la mayor importancia que se hiciera cargo de aquella señal. Así habían sido dispuestas las cosas. Ese, y no otro, era el verdadero sentido de su peregrinación.
Tras varios intentos, consiguió golpear el sobre con una piedra y pillarlo al vuelo antes de que tocara el suelo. Estaba sucio, lleno de pequeños desgarrones y parecía como si hubiera sobrevivido al fin del mundo contra todo pronóstico. También pesaba más de lo que había supuesto a simple vista.