Cosas de espías
por Matthew J. Metzger
Traducción realizada por Salvatierra Translations
Publicado por Queerteen Press
Rama editorial juvenil del grupo JMS Books LLC
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Todos los derechos reservados 2019 Matthew J. Metzger
ISBN 9781634869959
Diseño de portada: Written Ink Designs | written-ink.com
Imagen utilizada bajo una licencia estándar libre de derechos.
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Esta es una obra ficticia. Aunque puede haber referencias a eventos históricos o ubicaciones reales, los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor y/o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es únicamente una coincidencia.
Publicado en los Estados Unidos de América. Queerteen Press es una rama editorial de JMS Books LLC.
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Para Kay, mi mejor aliada cuando se trata de cosas de espías.
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Cosas de espías
por Matthew J. Metzger
Capítulo 1
—Anton, ¿por qué no nos hablas un poco de ti?
La respuesta que Anton quería dar era: «¿Qué coño estás diciendo?»
La clase entera le miraba sin mucho interés. Tenía que haber como treinta y cinco alumnos, todos ellos tirados en sus sillas como si fueran profesionales. Un chico pelirrojo sentado junto a la ventana le miraba fijamente mientras mascaba chicle, una chica morena con el pelo largo y rizado estaba chateando con el móvil en la mesa a la vista de todos como si no le importase que lo vieran y un par de chicos asiáticos sentados en la última fila jugaban al fútbol con una pelota de papel.
—Eh. —Anton miró a la profesora—. La verdad es que preferiría no hacerlo.
La clase se llenó de risillas, el sonido traspasando el aire como el viento a través de la hierba alta.
La profesora suspiró y golpeó su mesa con los nudillos. —¡Silencio! —Era una mujer bajita, con el pelo negro muy corto y llevaba unos pendientes azules que se columpiaban en sus orejas cada vez que se movía—. Bueno, Anton, no tendrás otra opción pronto. ¡No la tendréis ninguno! —añadió más alto cuando todos se rieron de nuevo—. El proyecto de EPSS de este trimestre con un poco de suerte conseguirá que algunos de vosotros mejoréis vuestras ideas sobre respetar a vuestros compañeros…
—¿Respetar a Kalinowski? Lo veo difícil, señorita —gritó desde las últimas filas un chico flaco con cara de rata. El pelirrojo de la ventana se volvió con desinterés y le lanzó un libro—. ¡Eh! ¡ Polack !
—¡Castigado, Walsh! —ladró la profesora. Apuntó con el dedo al pelirrojo—. ¡Y ni una palabra, Kalinowski!
El silencio que se extendió nuevamente por el aula era algo incómodo. Anton se imaginó que la señorita cuyo nombre no podía recordar no tenía un gran control sobre la clase.
—Vale, bueno. Por ahora esto bastará. Clase, este es Anton Williams. Quiero que todos le deis una buena bienvenida. ¡Y nada de tirarle libros, Kalinowski!
—¿Y papeles?
—¡Nada de tirar cosas!
Kalinowski hizo una mueca y Walsh ignoró la orden y tiró el libro de nuevo, dándole a Kalinowski en la nuca.
—¡Walsh!
—¡Ha empezado él!
—¡Kalinowski empezaría una guerra si creyese que así iba a divertirse, pero espero que tú seas lo suficientemente maduro como para ignorarle! —gritó.
Anton traspasó su peso de un pie a otro. No estaba seguro de si tenía que quedarse dónde estaba o sentarse en algún sitio. Una chica en una mesa cercana quitó su bolso de la silla y le susurró—: Ven. —Anton se sentó sintiéndose agradecido. —Soy Emma —añadió en voz baja—. ¿Tú eras Anthony?
—Anton.
—Ups, lo siento —dijo, y sonrió. Era muy guapa: tenía unos ojos grandes y redondos que bien podían ser negros o marrones, una cara rellenita con hoyuelos cuando sonreía y pelo largo y moreno que se rizaba ligeramente en las puntas—. No te preocupes por ellos, están aburridos. Tenemos EPSS a primera hora los lunes y es supersoso.
—¿EPSS?
Ella parpadeó—. ¿Pero de qué instituto vienes? ¿Educación personal, social y sanitaria?
—Oh —dijo Anton, y se sonrojó—. Eh, allí solo era la hora de tutoría. No lo llamábamos otra cosa.
—Bueno, pues aquí es un asco —susurró Emma, a la vez que la profesora perdía la compostura y avanzaba con paso fuerte hacia Kalinowski para quitarle el libro—. Estábamos estudiando religiones el último trimestre y ni siquiera mencionamos el hinduismo o el sikhismo, menuda exclusión, no es como si…
—¡Ems! —gritó una voz desde el otro lado de la clase—. Deja de matar al nuevo de aburrimiento, ¡que lo intente la profe antes!
Emma se giró en su silla—. Walsh, ¿por qué no coges tu opinión arrogante y te la metes por tu arrugado y peludo…?
La profesora dejó caer un libro sobre la mesa con un ruido ensordecedor y un silencio alarmado se extendió por la clase.
—Silencio —dijo en un tono de voz que delataba peligro.
Se hizo el silencio.
—Ahora —continuó con suavidad —tenemos una lección de EPSS que completar en esta hora y, si no la terminamos, volveréis todos a la hora de la comida. Y seguiré enseñando en esa hora hasta que el currículo del trimestre esté completo si seguís comportándoos como si la primera hora de los lunes fuera un juego. ¿Está claro?
Aunque el coro de voces diciendo «sí, señorita» sonaba descontento, aceptaron a regañadientes.
—Brown. —Emma se irguió—. Le enseñarás a Williams el instituto y te asegurarás de que llega a tiempo a todas sus clases hasta que se lo aprenda. —La puerta se abrió y un chico moreno y despeinado entró en la clase. La profesora suspiró—. Siéntate, Larimer, y no digas ni una palabra.
Obedeció y se hizo el silencio de nuevo, aunque algo menos tenso que la vez anterior.
—Nuestro proyecto este trimestre es «identidad». Estudiaremos cómo la gente puede identificarse con diferentes grupos y etiquetas, como son la raza, la sexualidad y otros, y las características protegidas por ley.
Se oyó una queja comunitaria.
—Os pondréis en parejas —continuó—, y trabajaréis juntos en un proyecto explorando vuestras propias identidades. Al final del proyecto, cada uno de vosotros presentará a su compañero, y borra esa sonrisita de tu cara, Larimer, por el amor de Dios, al resto de la clase. La idea es que, en teoría, os respetaréis más los unos a los otros, algo que hace mucha falta en el grupo de este año, y entenderéis mejor las diferencias que existen entre las personas.
El chico despeinado, Larimer, levantó la mano tan rápido que casi se cayó de su silla.
—¿Qué, Larimer?
—Señorita —dijo, pasándose la lengua por los labios—. ¿Qué pasa si no quiero…presentarme…a mi compañero?
La clase se llenó de risas. Anton se unió a ellos, imaginándose que sería seguro.
—Larimer —dijo la profesora con tono sarcástico—, sé de buena tinta que estás más que dispuesto a presentarte a cualquiera que le parezca bien que lo hagas y en cualquier momento. Ahora no es hora de volverse tímido—. Las risas subieron en volumen—. En cualquier caso, no soy tan estúpida como para emparejarte con Walsh o Kalinowski. Trabajaréis en parejas con la persona que está sentada a vuestro lado. Excepto vosotros, Anderson y Crabtree. Crabtree, cámbiate de sitio con Walsh.
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