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Antón Chéjov - Sin trama y sin final

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Antón Chéjov Sin trama y sin final
  • Libro:
    Sin trama y sin final
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2002
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Sin trama y sin final: resumen, descripción y anotación

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ANTÓN PÁVLOVICH CHÉJOV Nació en Taganrog a orillas del mar de Azov en el sur - photo 1

ANTÓN PÁVLOVICH CHÉJOV. Nació en Taganrog, a orillas del mar de Azov, en el sur de Rusia, en 1860. Hijo de un modesto comerciante, antiguo siervo que había conseguido comprar su libertad, así como la de su mujer y sus hijos, hizo sus primeros estudios en su ciudad natal. En 1879 ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Moscú: «La familiaridad con las ciencias naturales y con los métodos científicos —escribiría— siempre me ha tenido en guardia, y siempre he intentado, cuando ha sido posible, ser coherente con los hechos de la ciencia, y, cuando no lo ha sido, he preferido no escribir». Desde el primer curso empezó a publicar «cuadros humorísticos» en revistas, con los que conseguía mantener a toda su familia (su padre, endeudado, su madre y sus hermanos habían tenido que trasladarse con él a Moscú), y pocos años después ya era un escritor profesional reconocido. 1888 fue un año clave en su carrera: publicó su novela corta La estepa, escribió su primera obra teatral, Ivanov, y recibió el premio Pushkin. En 1890 viajó a la isla de Sajalín, «con la intención de escribir un libro sobre nuestra colonia penal», que aparecería al año siguiente con el título de La isla de Sajalín. En 1896 estrenó La gaviota, su primer gran éxito en la escena, al que siguieron El tío Vania (1899), Tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos(1904). Maestro del relato corto, algunas de sus obras más importantes se encuentran en ese género, en el que ha ejercido una influencia que aún hoy sigue vigente. Chéjov murió en Badenweiller en 1904.

CUÁNDO Y CUÁNTO ESCRIBIR
Esperar un año

Tiene usted razón: el tema es arriesgado. No puedo decirle nada concreto; sólo le aconsejo que guarde el relato en un baúl un año entero y que al cabo de ese tiempo vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro.

(A Yelena Shavrova, Mélijovo, 28 de febrero de 1895).

El almacén de un escritor

Para hablar de nuevo en conciencia: aún no he empezado mi actividad literaria, aunque he recibido un premio. Languidecen en mi cabeza los argumentos de cinco relatos y de dos novelas. Una de las novelas se me ha ocurrido hace mucho tiempo, de modo que algunos de los personajes han envejecido aun antes de haber tenido tiempo de retratarlos. Tengo en la cabeza un ejército de gente que quiere salir y espera una orden. Todo lo que he escrito hasta ahora me parece torpe en comparación con lo que querría escribir y escribiría con entusiasmo. […] No me gusta tener éxito; los temas que guardo en mi cabeza tienen celos de lo que ya he escrito; están en el almacén como prendas descartadas. Cierto, en mi grito de dolor hay cierta exageración, mucho de lo que digo no son más que prejuicios, pero mis palabras también contienen una dosis, una buena dosis, de verdad. ¿A qué llamo bueno? A las imágenes que me parecen mejores, que amo y guardo celosamente para no desperdiciarlas y malgastarlas como en el caso de La onomástica, que debo entregar en una fecha fija… Si mi amor se engañara, significaría que estoy equivocado, pero también es posible que no se engañe. O soy un imbécil y un presuntuoso o bien un organismo capaz de convertirse en un buen escritor; en estos momentos todo lo que escriben los otros me desagrada y me aburre; en cambio, todo lo que tengo en la cabeza me interesa, me conmueve y me inquieta, por lo que deduzco que los demás no hacen lo que deberían y que sólo yo conozco el secreto de lo que hay que hacer. Es bastante probable que todos los escritores piensen lo mismo. Por otra parte, hasta el mismo diablo se rompería la crisma con estos problemas.

(A Alekséi Suvorin, Moscú, 27 de octubre de 1888).

Cinco o seis días

Para escribir un relato se requieren cinco o seis días, durante los cuales uno no debe pensar en otra cosa; en caso contrario, las frases no adquirirán nunca la forma adecuada.

Antes de ponerla en papel, cada frase debe permanecer en la cabeza un par de días, para adquirir cuerpo. En realidad, yo mismo soy demasiado perezoso para atenerme a esa regla, pero como usted es joven se la recomiendo fervientemente, pues he experimentado muchas veces sus efectos beneficiosos, y sé que los manuscritos de todos los auténticos maestros han sido emborronados de arriba abajo, desgastados y cubiertos de añadidos que a su vez están llenos de tachaduras y correcciones.

(A Aleksandr Lázarev-Gruzinski, Moscú, 13 de marzo de 1890).

Un año y medio

Escriba una novela. Escríbala durante un año entero, luego acórtela durante medio año y después publíquela. Usted lima poco, y un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.

(A Lidia Avílova, San Petersburgo, 15 de febrero de 1895).

Plazos

Escribo relativamente poco: no más de dos o tres cuentos cortos por semana. Encontraré el modo de trabajar para Tiempo Nuevo, pero me alegro de que no haya puesto como condición para mi colaboración una entrega en fechas fijas… Las fechas fijas significan premuras y un sentimiento de opresión, y ambas cosas impiden escribir… En mi caso las fechas fijas son muy incómodas porque soy médico y tengo pacientes… No puedo garantizar que mañana los enfermos no me aparten todo el día del escritorio. De ahí el riesgo de no acabar el trabajo a tiempo y retrasarme.

(A Alekséi Suvorin, Moscú, 21 de febrero de 1886).

No apresurarse nunca

En cualquier caso, explique a Anna Mijaílovna que la única razón de que no cumpla mi promesa es que estoy descontento con mi trabajo. Lo mandaré cuando tenga la impresión de haber quedado satisfecho o casi. […] También mandaré pronto el relato, pero no considero oportuno apresurarme. Soy cobarde y aprensivo; me dan miedo las prisas y, en general, publicar. En todo momento me asalta la sospecha de que el público no tardará en cansarse de mí y de que acabaré escribiendo naderías, como Yasinski, Mamin, Bazhin y otros que, lo mismo que yo, «despertaban muchas esperanzas». Ese temor no carece de fundamento: hace mucho tiempo que publico, he dado ya a la imprenta un quintal de cuentos y aún no sé dónde está mi punto fuerte y dónde mi punto débil.

(A Alekséi Pleschéiev, Moscú, 9 de abril de 1888).

DESCRIPCIONES
Me limito a escribir

Por el momento no tengo una concepción política, religiosa y filosófica; cada mes adopto una nueva; por tanto, tendré que limitarme a describir cómo hablan, aman, se casan, se reproducen y mueren mis protagonistas.

(A Dmitri Grigoróvich, Moscú, 9 de octubre de 1888).

No cansar al lector

En general, las descripciones de los objetos son rutinarias: «Los estantes en la pared estaban llenos de libros». En su obra los volúmenes de Pushkin están «desordenados», la edición de la Biblioteca Económica está «comprimida». ¿Con qué objeto? En primer lugar retiene y cansa la atención del lector, obligándole a imaginar la variopinta repisa o el comprimido Hamlet, en segundo, nada de eso es sencillo, sino amanerado, y, como método, anticuado. Hoy, sólo las señoras escriben: «El programa resonaba», «el rostro enmarcado por los cabellos».

(A Aleksandr Zhirkevich, Mélijovo, 2 de abril de 1895).

Sentir el olor

«Veintiséis hombres y una mujer» es un buen relato, mejor de lo que suele publicarse en Vida, esa revista para diletantes. En el relato se siente con fuerza el ambiente, huele a rosquillas.

(A Maksim Gorki, Yalta, 15 de febrero de 1900).

Olor a verano

He terminado La estepa, así que se la envío. No tenía un céntimo y en poco tiempo he reunido un capital. Quería escribir treinta o cuarenta páginas y al final he escrito no menos de ochenta. Estoy cansado, extenuado, pues no estoy acostumbrado a las obras largas. He escrito no sin esfuerzo y creo que he cometido algunas tonterías. ¡Le pido que sea indulgente!

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