Filosofía 1
Sobre estar despierto
Querido Kidd:
Siempre tienes que recordar la vez que te escapaste de Horizontes con Devon y acabaron en esa feria callejera en el centro, y los dos tenían tantas ganas de mear que no podían ni estarse quietos. No parece importante al pensarlo, pero tiene que ver exactamente con lo que decía el Sr. Red de no andar como sonámbulo y saber que estás vivo…
Tú y Devon burlaron al velador, ¿recuerdas? Y agarraron un camión hasta el distrito de Gaslamp Quarter y caminaron por los distintos puestos donde había bandas tocando y gente que bebía y reía y bailaba. Y se tomaron una Coca enorme y tenían que mear. Pero cuando vieron la cola para los baños portátiles, le daba la vuelta a la cuadra. Volteaste a ver a Devon y, sin decirlo siquiera, los dos echaron a caminar por la calle buscando cualquier lugar.
Pero había gente por todas partes, mucha más que en Fallbrook. Entraron a una vinatería con colmillos de elefante encima de la puerta, pero tampoco tenía baño, o no dejaban usarlo, y para entonces tenías la vejiga tan llena que te estaba punzando y apenas podías caminar. Devon se agarró del anaquel de revistas y dijo que andaba exactamente en las mismas.
La puerta trasera estaba entreabierta y parecía que había un poco de terreno. Devon cabeceó y volteaste a ver al empleado que estaba ocupado con un cliente, y saliste sigilosamente de atrás de Devon y fuiste al otro lado de la pared donde él estaba, te bajaste el cierre y empezaste, tus ojos formando lágrimas porque era el alivio más completo que habías sentido en la vida, el charquito amarillo que corría por en medio de tus zapatos, apenas sin tocarlos, y llegaba hasta el pasto a tus espaldas, como un océano contaminado para las hormigas…
Kidd huye de su pasado y de su futuro. Sin padre ni madre, no hay nada para él en la casa hogar, salvo terapia. Tampoco pertenece a la playa donde trabaja, a menos que encuentre una razón para quedarse. Olivia tiene el cabello rubio, los ojos verdes y un padre rico. La chica más linda de Cardiff. Algo le oculta a Kidd, pero ¿podrán estar juntos de todos modos? Devon es mezquino, misterioso, y parece que tuviera una pulsión de muerte. El mejor amigo y el peor enemigo. Siguió a Kidd hasta la playa y no se irá hasta que le enseñe algunas lecciones sobre la vida. Y sobre Olivia.
MATT DE LA PEÑA
Matt de la Peña es el primer autor mexicoamericano en ganar la Medalla Newbery. Estudió en la Universidad del Pacífico con una beca de basquetbol y obtuvo una maestría en escritura creativa por la Universidad Estatal de San Diego. Vive en Brooklyn, Nueva York, donde enseña escritura creativa. Es autor de varios libros para jóvenes, entre ellos Pocho, su novela debut. Yo te salvaré es su cuarta novela.
Esta novela es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de forma ficticia. Cualquier parecido con personas, vivas o muertas, eventos o escenarios es puramente casual.
Título original: I Will Save You
Primera edición: noviembre de 2021
© 2010, Matt de la Peña
© 2021, de la presente edición en castellano para todo el mundo:
Penguin Random House Grupo Editorial USA, LLC
8950 SW 74th Court, Suite 2010
Miami, FL 33156
Traducción: Juan Elías Tovar
Adaptación del diseño original de cubierta de Regina Flath: Penguin Random House Grupo Editorial
Ilustración de la cubierta © 2019, ILOVEDUST
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ISBN 9780593313183
Conversión a formato digital: Libresque
para Caroline
Una vez me hablaste de amor
y me pintaste una imagen
de un mundo de fantasía.
Y hubiera podido irme a ese lugar,
pero no lo entendía.
No lo entendía.
—E LLIOTT S MITH ,
“I Didn’t Understand”
Yo estaba en la playa con todos, todo mundo vestido de sudadera con capucha y chancletas, esperando que el pejerrey saliera a desovar, como decían todos los periódicos y noticieros.
Solo sucede unas cuantas veces al año, tarde en la noche, y es así:
Después de la luna llena, pasando la marea, la playa entera se pone plateada, como si hubiera un millar de espejitos diminutos, cuando las pejerrey hembras salen a la orilla montadas en las olas, suben veloces por la arena y clavan sus colas. Y luego los machos, a veces hasta siete u ocho a la vez, se enredan alrededor de ellas y sueltan su esperma. Y luego todos se apresuran a volver juntos al mar, dejando los huevos enterrados en la arena, listos para salir del cascarón en una futura marea post luna llena.
Lo leí en el periódico en la cafetería del campamento.
En una foto del verano pasado, la playa entera está resplandeciente, como el vestido de una mujer rica en una alfombra roja. Antes de salir del café, Lea, una de las empleadas, me recortó la foto con unas tijeras y ahora aquí la tengo en la playa, doblada y metida entre las páginas del libro de mi filosofía de la vida. Junto al bigote de tigre de la buena suerte que pensaba regalarle a Olivia.
Abrí el libro y miré la foto y el bigote, y me volví a emocionar.
Puesto que todo el evento supuestamente dura menos de un minuto, todos estábamos ahí parados, esperando, diciendo qué increíble iba a estar; hasta mi jefe, el Sr. Red, y Cacahuate, el perro del campamento.
En eso volteé hacia el acantilado.
Y lo vi…
Devon sentado con Olivia hasta arriba de la escalera, hablando de cerquita, como la gente que está coqueteando.
Se me atragantó el aire.
Casi me acabo acuclillando en la arena, que aún no era plateada, porque las rodillas se me pusieron temblorosas y todo me empezó a dar vueltas, como cuando una ola te jala y te da una voltereta en su lavadora marina.
Olivia y Devon.
Juntos.
El cielo de la playa estaba negro, excepto por un óvalo de luna que iluminaba su posición en lo alto del acantilado como un reflector teatral en una obra romántica, y me arranqué hacia ellos de inmediato, el corazón golpeándome en el pecho, en el estómago y hasta en el cuello. El libro de mi filosofía de la vida temblando en mi mano. Al principio caminé como si todo estuviera normal porque sabía que, si el Sr. Red pensaba que algo estaba pasando, me llamaría y se quitaría su viejo sombrero y empezaría a disparar una pregunta tras otra (“¿Qué pasa, grandulón? ¿Estás bien? ¿Alguien te está estresando?”).
Cuando doblé la esquina empecé a trotar, luego subí los escalones corriendo, de dos en dos, pensando que tenía que llegar hasta ella antes de que pasara algo, y qué tal si pasaba algo.