Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.
Le dicen amor cuando realmente e s brujería
Primera edición: enero 2018
ISBN: 9788417321451
ISBN eBook: 9788417335199
© del texto:
Lía Vanesa Cruz Sanz
Lucía Cruz
© de esta edición:
, 2018
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Impreso en España —Printed in Spain
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Capítulo 1
Elizabeth se incorpora sobre la mesa de vidrio y roble que se encuentra ubicada en medio del comedor. Apoya los codos cuidadosamente, mientras sostiene su rostro entre sus manos. Está a punto de realizar la hazaña más arriesgada de su vida y sabe que podría ser un antes y después; aunque no solo para ella y eso es lo que más le inquieta.
Resopla, respira hondo y vuelve a resoplar hasta que escucha como la puerta de entrada se abre. Bella Smith ? — su amiga y compañera de trabajo— entra al trote manteniendo en alto una bolsa de plástico con pilas nuevas dentro.
—¡Gracias a Dios está abierto el bazar de enfrente! ¡Todo se encuentra cerrado por la festividad, a excepción de ellos! —le sonríe de oreja a oreja. Preocupada por la expresión de su amiga, se sienta delante de ella y comienza a preparar los artefactos—. Juro que nunca antes me había pasado algo así. Las pilas estaban completamente nuevas, lo juro.
—Lo sé, no me sorprende —suspira—. No es la primera vez que suceden cosas así. Suele pasar cada vez que se quiere contar la verdad.
—Bueno, da lo mismo. He comprado unas nuevas así que ahora funcionará la grabadora, sí o sí. —Saca de la bolsa tres paquetes con diez pilas cada uno.
—¿No te parece un poco excesivo? —se burla con pocos ánimos.
—Por las dudas. Algo me dice que esto irá para largo.
Elizabeth se incorpora sobre la silla, enderezando la espalda. Mira detenidamente la máquina plateada delante de ella y la acerca para que el micrófono capte todo, sin inconvenientes. Bella la enciende, deposita sobre la mesa su cuaderno, un bolígrafo y saca también un viejo móvil.
—Grabaré con varios equipos, además tomaré nota de las cosas más relevantes. Espero no intimidarte. —se ríe para inculcarle ánimos. Una vez preparado todo, se interioriza en su papel de entrevistadora y comienza a preguntar—. Dime tu nombre completo y edad.
—¿La edad es necesaria? —bromea. Bella la mira sin ánimos de juego, por lo cual carraspea y responde: Elizabeth Wilvock, cuarenta y un años. —espera que Bella escriba y añade: Para los amigos soy Beth.
—Bien, Beth. —Responde como si no se conocieran de nada. —Dime que quieres contarme.
—Quiero contar mi verdad. —Inhala una buena bocanada de aire antes de continuar hablando—. Me han pasado cosas que creía inexplicables, pero la explicación es aún más grave que los hechos en sí mismos, no puedo quedarme callada.
—¿A qué te refieres con hechos inexplicables?
—Paranormales. Yo no creía en estas cosas; no las negaba, pero simplemente no cuestionaba absolutamente nada de esto.
—Entiendo. ¿Te parece que empecemos por el principio? —Beth asiente con la cabeza. —¿Desde cuándo comenzaron a pasarte los fenómenos paranormales?
—Comenzaron durante mi matrimonio. Más específicamente, durante el final del mismo. Todo empezó conmigo, estuve mucho tiempo sintiéndome mal, a nivel anímico. Lloraba muchísimo.
—¿Debido a qué?
—No, debido a nada. Lloraba a todas horas, durante días, sin sentido alguno. Me quedaba mirando por la ventana. —Bella podía notar como su amiga se abstraía en sus pensamientos, como si volviera a sentir exactamente lo mismo que sintió aquella vez. —Parecía un poco loca, pero no estaba loca. Él hacía lo que sea para hacerme sentir mejor, pero no podía hacer nada. No había nada que me consolara. Siempre estuvo a mi lado, nunca me abandonó, para nada, pero no me encontraba a gusto.
—¿Quién es él? ¿Tu marido?
—Sí, mi marido. Ex-marido, actualmente. Por aquel entonces mi marido, han pasado años, muchos años.
—¿Puedes darme el nombre de él y la edad que ambos tenían cuando comienza todo esto?
—Sí. —responde dudosa— Christian Bener, yo lo llamaba Tian. Ambos teníamos 30 años cuando todo comenzó.
—Bien, puedes seguir el relato.
—Debido a esto, la relación fue mermando, porque se supone que estábamos bien. Nos habíamos mudado a una casa, poco tiempo atrás; nos encontrábamos felices por eso, debíamos estarlo. Sentía que él no me entendía, claro cómo podría entenderme, si no me entendía ni yo, pero esto me hacía peor. Además él trabajaba todo el día en la empresa, su hermana logró contratarlo. Ella trabajaba allí desde antes. —Respira hondo—.Por todo esto, yo me sentía muy sola. No tenía muchos familiares aquí y los pocos que tenía se encontraban lejos. Pero bueno, yo creía que me sentía mal por eso. Con el tiempo me fui dando cuenta que no es verdad, porque sigo en la misma situación y no me siento así. Estoy súper a gusto. —Vuelve a respirar hondo—.Pero bueno, creía que era ese el motivo , por eso siempre me rondaba en la cabeza irme. Hasta ese entonces, era yo la que me encontraba rara , hasta ese entonces —repite— él estaba normal . —Ingiere un trago de agua y continúa explicando. —La idea de volver a mi país natal seguía rondándome la cabeza, porque no tenía sentido seguir así. Llorando, un día le dije, sentada en la cama: «Me tengo que ir, no sé por qué, pero me tengo que ir. Lo siento» Parecía una novela, pero es la verdad. —ríe con pesar.
—¿Y él que respondió?
—Él estaba en la cocina, preparando la cena y se reía. No me entendía, decía «Pero que tontería, si no quieres hacerlo, ¿por qué lo tendrías que hacer?» Él me veía llorando y entendía que no quería hacerlo, pero algo en mí sentía esa «obligación» inconsciente de hacerlo. Era algo más fuerte que yo, no era algo que pudiera controlar. No lo entendía, pero tenía una angustia en el pecho horrible y comencé a tener sueños... Soñaba que estaba con mi marido, pero no era él. Me despertaba con mucha angustia y me decía a mí misma «Qué suerte que fue solo un sueño, que sí estoy con él» Pero no eran sueños comunes, eran como premonitorios. La angustia continuaba cuando me despertaba, incluso notando que seguía con él y estaba todo igual. Era muy real, un sentimiento muy real . Fue todo paulatino, primero empezó conmigo y luego le af ectó a él .
—¿Trabajabas?
—En mi país me había graduado como psicoterapeuta. Pero al mudarme debía homologar el título y conseguir el documento de identidad para poder ejercer. Inicié los papeles para realizar ambas cosas, pero todo se me trababa. Todo. Sorprendentemente, el tema de los papeles comenzó a moverse, en cuanto nos separamos. Todo se me estancaba, el documento tardó varios años, mientras que a una compañera de la facultad se lo dieron al año de solicitarlo. Además a la hora de homologar, tenía que pedir una aprobación en la universidad, para que me entreguen un listado con las materias que debía rendir libre. El papel nunca llegó, tuvo que ir él a buscarlo y... —suspira—. Eso te lo contaré luego, porque pasaron muchas cosas en medio y no quiero marear las cosas. No tenía el documento, ni podía ejercer porque sin el título homologado no era psicoterapeuta, sería ilegal. Estaba atada de pies y manos. Comprende mi situación, cualquier cosa que quisiera hacer se complicaba.