ADVERTENCIA A LOS VIAJEROS
Esto es una obra de ficción, no una guía. Aunque la geografía de los Estados Unidos de América en este relato no es absolutamente imaginaria —muchos de los lugares que aparecen en este libro pueden visitarse, recorrerse los caminos y seguir las rutas— me he tomado ciertas libertades. Menos de las que os imagináis, pero libertades al fin y al cabo.
No he pedido permiso, y por supuesto no me lo han dado, para usar los nombres de los lugares reales de esta historia, y espero que los propietarios de Rock City o de la Casa de la Roca, o los cazadores que poseen el motel en el centro de América se queden tan perplejos como el resto al encontrar sus propiedades mencionadas aquí.
He cambiado el nombre de algunos de los lugares que aparecen en este libro, como la ciudad de Lakeside por ejemplo, y la granja con el árbol de ceniza a una hora al sur de Blacksburg. Podéis buscarlos, si queréis. Podéis hasta encontrarlos.
Además, ni que decir tiene que las personas, vivas, muertas o en cualquier otra condición, que aparecen en este relato son imaginarias o han sido usadas en un contexto imaginario. Sólo los dioses son reales.
Una cuestión que siempre me ha intrigado es que les ocurre a los seres demoníacos cuando los inmigrantes abandonan su tierra natal. Los irlandeses americanos recuerdan a las hadas, losnoruegos americanos a los nisser, los griegos americanos a los vrykólakas, pero sólo en relación con hechos ocurridos en su país de origen. Una vez pregunté por qué tales demonios no aparecían en Estados Unidos y uno de mis informadores sonrió confuso y respondió: «Tienen miedo de cruzar el océano, está demasiado lejos», y añadió que Jesucristo y los apóstoles nunca vinieron a Estados Unidos.
Richard Dorson, “A Theory for American Folklore”
American Folklore and the Historian
(University of Chicago Press, 1971)
La vida en la cárcel es dura. Pero siempre queda un rayo de esperanza si sabes que, a la salida, te espera una mujer que te ama, un amigo que te quiere, un trabajo que adoras,... Todo eso es lo que quiere Sombra, que está a punto de salir de la cárcel... Pero un día le comunican que su mujer y su mejor amigo han muerto en un accidente de coche.
Entonces, contatado por un extraño anciano experto en timos y estafas que responde al nombre de Wednesday, Sombra empieza un interminable viaje a lo largo y ancho de América, perseguido por el espíritu de su esposa, en el que descubre el límite entre lo humano y lo divino, y que las reglas que rigen el mundo de los hombres no son las mismas con las que los dioses conducen el mundo.
Neil Gaiman
American Gods
ePUB v1.1
OZN20.11.11
NOTA A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
La etimología que algunas de las palabras del idioma inglés, toman en nuestra lengua, se remonta a una época en la que el cristianismo no era la religión mayoritaria en el mundo occidental. Así sucede, por ejemplo, con los días de la semana, dedicados en castellano a las distintas deidades del panteón greco–latino (y que coinciden, en este caso, con los cuerpos celestes de nuestro sistema solar). Así, el lunes es el día de la Luna (relacionada con la deidad Diana Cazadora); el martes es el día de Marte (dios de la guerra): el miércoles, el de Mercurio (dios del comercio, los viajeros y los engaños); el jueves, el de Júpiter (dios de la luz y el cielo, y por supuesto, las tormentas), el viernes, el de Venus (diosa de la belleza); el sábado, el de Saturno (dios de la agricultura) y el domingo, que correspondía originariamente al día del Sol, pasó a convertirse, tras el cristianismo, en el día del Señor.
Otro tanto ocurre con los días de la semana en inglés, pero en este caso, si bien coinciden algunas de las características de las deidades, hacen referencia a los dioses del panteón nórdico. Así el domingo (primer día de la semana anglosajona) es el día del Sol, Sunday; el lunes, el de la Luna, Monday; el martes, el del originario dios de la guerra Tyr (posteriormente dios de la justicia), Tuesday; el miércoles, el del dios de la guerra y la muerte Odín (también llamado Woden, Wodan o Wotau), Wednesday; el jueves, el del dios del trueno y las tormentas Thor, Thursday; el viernes, el de la diosa de la fertilidad y esposa de Odín, Frigg, Friday; y el sábado, curiosa y probablemente debido al planeta, hace referencia a Saturno otra vez, Saturday.
Como apreciará el lector, algunos de los nombres de los personajes, de esta novela no han sido traducidos por razones obvias.
Capítulo Primero
¿Los límites de nuestro país, señor? Pues por el norte limitamos con la Aurora Boreal, por el este con el sol naciente, por el sur con la procesión de los equinoccios y por el oeste con el Día del Juicio Final.
—The American Joe Millar’s Jest Book
Sombra se había pasado tres años en la cárcel. Era bastante grande y todo él parecia transmitir el mensaje de «no me toques los cojones», por lo que su mayor problema consistía en encontrar formas de matar el tiempo. Así que se dedicaba a mantenerse en forma, aprendía a hacer trucos con monedas y pensaba muy a menudo en lo mucho que quería a su mujer.
Lo mejor, en opinión de Sombra, y quizá lo único bueno, de estar en la cárcel era la sensación de alivio. La sensación de que había caído todo lo bajo que podía caer, de que había llegado hasta el fondo. No le preocupaba que el hombre lo fuera a coger, porque el hombre lo había cogido. No le daba miedo lo que el mañana le pudiera traer, porque el ayer se lo había traído.
Sombra decidió que no importaba si uno había hecho aquello por lo que lo habían condenado. Según su experiencia, toda la gente que había conocido en la cárcel se sentía herida por algo: en todos los casos las autoridades habían entendido mal algo, decían que habías hecho algo cuando era falso o, como mínimo, no lo habías hecho tal y como ellos decían. Lo que importaba era que te habían cogido.
Se había dado cuenta de ello durante los primeros días, cuando todo, desde la forma de hablar hasta la horrible comida, era nuevo. A pesar del sufrimiento y la horrible sensación de encarcelamiento, suspiraba aliviado.
Sombra intentaba no hablar demasiado. Alrededor de la mitad del segundo año le mencionó su teoría a Low Key Lyesmith, su compañero de celda.
Low Key, un timador de Minnesota que tenía una cicatriz en la cara, sonrió.
—Sí —dijo—, es verdad. Es incluso mejor cuando te han sentenciado a muerte. Entonces recuerdas los chistes sobre los tíos que empiezan a patalear para quitarse las botas cuando les echan la soga alrededor del cuello, porque sus amigos siempre les habían dicho que morirían con las botas puestas.
—¿Es un chiste? —preguntó Sombra.
—Te lo juro. Humor de condenados a la horca. Es el mejor humor del mundo.
—¿Cuándo colgaron a un hombre por última vez en este estado? —preguntó Sombra.
—¿Y yo qué sé? —Lyesmith siempre llevaba su pelo rubio anaranjado rapado. Se le veían las líneas del cráneo—. Pero te voy a decir una cosa: este país empezó a irse al carajo cuando se dejó de colgar a gente. Si te cargas a la escoria, después no tienes que aguantarla.
Sombra se encogió de hombros. No le encontraba nada romántico a una sentencia de muerte.