Introducción
« C reo que, al echar la vista atrás, preferiría rememorar toda una vida malgastada en aquello que es frágil antes que una vivida eludiendo el compromiso moral.» Estas palabras acudieron a mi mente en un sueño y las anoté nada más despertarme, sin saber lo que significaban ni a quién pertenecían.
Cuando empecé a planear este libro de cuentos y ficciones varias, hará unos ocho años, mi intención era la de escribir una serie de relatos breves y publicarlos con el título de Esa gente debería saber quiénes somos y contar que estuvimos aquí, título sugerido por un bocadillo en una viñeta de una página de Little Nemo (actualmente podéis encontrar una bonita reproducción de la misma en el libro Sin la sombra de las torres, de Art Spiegelman). Cada relato sería contado por un personaje diferente, todos ellos más bien chungos y poco fiables, que narraría su vida, nos contaría quién fue y que, en algún momento, él también estuvo aquí. Una docena de personajes, una docena de cuentos. Ésa era la idea original; pero entonces llegó la vida real y lo echó todo a perder, pues me senté a escribir los cuentos que podréis leer a continuación y cada uno fue adoptando la forma en que necesitaba ser contado; mientras algunos me pedían un narrador en primera persona y contaban retazos de vidas, otros, simplemente, no. Una de las historias se negó a tomar forma alguna hasta que la puse en boca de los diferentes meses del año, mientras que otra jugaba con el concepto de identidad y pedía ser contada en tercera persona.
Finalmente, me puse a reunir el material para este libro mientras me devanaba los sesos para buscarle un nuevo título, pues el original había dejado de tener sentido. Justo entonces me llegó As Smart asWeAre, el CD de One Ring Zero, y les oí cantar aquellas palabras que había logrado rescatar de mi sueño. Entonces me pregunté qué sería exactamente lo que yo había querido decir con lo de «frágil».
Me parecía apropiado para un libro de cuentos. Después de todo, hay muchas cosas frágiles en la vida. Las personas se quiebran con facilidad, y también los sueños y los corazones.
«ESTUDIO EN ESMERALDA»
Escribí este cuento para Sombras sobre Baker Street, antología editada por mi amigo Michael Reaves en colaboración con John Pelan. Lo que Michael me pidió fue «un cuento de Sherlock Holmes ambientado en el mundo de H. P. Lovecraft». Yo acepté el reto pese a que de entrada me pareció que la cosa resultaría extraordinariamente difícil de encajar: después de todo, el mundo de Sherlock Holmes es esencialmente racional, todo tiene una solución lógica, mientras que las ficciones de Lovecraft son profunda y esencialmente irracionales, y el misterio es vital para salvaguardar la cordura del hombre. Para contar una historia combinando ambos elementos tenía que encontrar un modo interesante de hacerlo que, además, no traicionara ni la esencia de Lovecraft ni la del personaje creado por sir Arthur Conan Doyle.
De niño me encantaban los cuentos de Philip José Farmer sobre la familia Wold Newton. Docenas de ilustres personajes ficticios cobraban vida en aquellas historias para integrarse en un mundo perfectamente coherente. Además, había disfrutado como un enano viendo cómo Kim Newman y Alan Moore creaban su propios «mundos» Wold Newton en El año de Drácula y La liga de los hombres extraordinarios, respectivamente. Parecía divertido, y me preguntaba si no podría intentar algo parecido.
Cuando me puse a escribirla, los ingredientes de la historia que tenía en mente se fueron combinando con mayor fortuna de lo que en un principio esperaba. (Escribir es un poco como cocinar. Hay veces en que, por más que lo intentes, al bizcocho no le da la gana de subir y no sube; pero, de vez en cuando, el bizcocho te sale tan bien que ni tú mismo te lo crees.)
«Estudio en esmeralda» fue galardonado con el premio Hugo en agosto de 2004, algo que todavía hoy me llena de orgullo. Este cuento fue además el culpable de mi misterioso ingreso en los Irregulares de Baker Street al año siguiente.
«LA DANZA DE LAS HADAS»
Como poema no es gran cosa, pero os lo pasaréis en grande leyéndolo en voz alta.
«LA PRESIDENCIA DE OCTUBRE»
Apareció por primera vez en Conjunctions 39: The New Wave Fabulists —una magnífica antología editada por Peter Straub—, aunque ya había comenzado a escribir este relato varios años antes, en una convención celebrada en Madison, Wisconsin. Harlan Ellison me propuso que escribiéramos un cuento a cuatro manos pero, antes de eso, él tenía que terminar una introducción. Mientras él concluía su trabajo, yo escribí una primera versión del cuento y se la enseñé: «No. Demasiado "gaimanesco"», me dijo, de modo que lo dejé y me puse a escribir otro relato, que Harlan y yo hemos estado escribiendo a medias desde entonces. Lo más raro de todo es que, cada vez que nos juntamos para trabajar en él, el relato se acorta. Al final, aquel cuento inconcluso quedó guardado en mi disco duro. Un par de años después, Peter Straub me invitó a escribir una narración para la antología de Conjunctions. Yo quería escribir un cuento que tuviera como protagonistas a un niño vivo y a otro muerto, una especie de ensayo para un libro infantil que tenía en mente (y que es precisamente lo que estoy escribiendo ahora, se titula The Graveyard Book). Me llevó un tiempo pergeñar la historia y, cuando la terminé, decidí dedicársela a Ray Bradbury que, sin duda, la habría escrito mucho mejor que yo.
El cuento recibió en 2003 el premio Locus al mejor relato breve.
«LA HABITACIÓN OCULTA»
Las editoras Nancy Kilpatrick y Nancy Holder me pidieron una pieza «gótica» para su antología Outsiders. Para mí, no existe cuento más gótico que el de Barbazul, en cualquiera de sus múltiples variantes, así que escribí un poema sobre Barbazul, situado en la casa prácticamente deshabitada en la que vivía en aquel momento. Patétrico es lo que Humpty Dumpty llamaba «una palabra-maleta», y en este caso define una zona intermedia entre lo patético y lo tétrico.
«LAS ESPOSAS PROHIBIDAS DE LOS SIERVOS SIN ROSTRO DE LA SECRETA MORADA DE LA NOCHE»
Comencé a escribir este relato a lápiz, en una borrascosa noche de invierno, mientras esperaba el tren entre los andenes cinco y seis de la estación de East Croydon. Por aquel entonces tenía veintidós años (casi veintitrés). Una vez terminado, lo pasé a máquina y se lo enseñé a un par de editores que conocía. Uno me miró con aire condescendiente, me dijo que no le interesaban esta clase de cosas y añadió que no creía que le interesaran a nadie; el otro se mostró más amable, pero me lo devolvió y me explicó que jamás lograría publicarlo porque no era más que un disparate divertido. De modo que me olvidé de aquel relato, contento de no haber hecho el ridículo enseñándoselo a más gente.
El cuento pasó veinte años en una carpeta, que después guardé en una caja, que con el tiempo bajé al trastero y que, finalmente, subí al desván. Cuando lo recordaba no era sino para alegrarme de no haber llegado a publicarlo. Un buen día me pidieron un relato para una antología titulada Gothic! y entonces me acordé del manuscrito que tenía guardado en el desván. Subí a buscarlo, con la vaga esperanza de que hubiera algo que mereciera la pena rescatar.
Mientras lo leía, sonreí varias veces, y al terminar pensé: «qué demonios, es francamente divertido, y bastante ingenioso, la verdad». Me pareció que, en esencia, era un buen cuento —algo tosco en algunos puntos, pero no más de lo que cabría esperar, dadas las circunstancias en las que lo escribí y, además, la cosa tenía fácil arreglo—. Me senté al ordenador y escribí una nueva versión —veinte años después de la primera—, acorté el título hasta dejarlo en su forma actual y se lo envié a mi editor. Hubo al menos un crítico que lo tildó de disparate divertido, pero se ve que no era una opinión compartida por la mayoría, porque «Esposas prohibidas» fue incluido en varias recopilaciones de los mejores relatos breves de aquel año y obtuvo el premio Locus al mejor relato breve en 2005.