Tom Clancy - Operacion Rainbow
Aquí puedes leer online Tom Clancy - Operacion Rainbow texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2001, Editor: EDITORIAL SUDAMERICANA, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:Operacion Rainbow
- Autor:
- Editor:EDITORIAL SUDAMERICANA
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- Año:2001
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Operacion Rainbow: resumen, descripción y anotación
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TOM CLANCY
Operación Rainbow
Traducción de
TERESA ARIJÓN
EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIRES
En Operación Rainbow, esta nueva y extraordinaria novela de Tom Clancy presentada en dos volúmenes, John Clark se enfrenta a lo que el mundo y él más temen.
Recién nombrado comandante del Rainbow Six, un cuerpo internacional de intervención rápida contra el terrorismo, Clark está ansioso por entrar en acción. Las oportunidades, sin embargo, se le presentan con mayor celeridad de lo que nadie podía imaginar. El poco tiempo que media entre el atraco a un banco suizo, el secuestro de un financiero en Alemania y el asalto a un parque temático en España preocupa a Clark, aunque ni él ni sus colaboradores más directos pueden imaginar siquiera la verdadera dimensión de la nueva amenaza que acecha a la humanidad. En esta novela, que combina como ninguna otra un realismo excepcional, una trama intachable y una formidable galería de personajes, encontramos lo mejor de Clancy. El segundo volumen de Operación Rainbow aparecerá en breve en esta misma colección.
Jack Ryan, nombrado consejero de Seguridad Nacional del presidente de Estados Unidos, piensa que los problemas que presenta la paz son delicados, complejos y que están siempre en difícil equilibrio. Pero lo que no sospecha Ryan es que este equilibrio está amenazado, que hay una deuda de honor pendiente y que el precio que hay que pagar por ella es escalofriante.
El punto de partida de órdenes ejecutivas coincide con el final de Deuda de honor, en que un atentado acaba con la vida del presidente de Estados Unidos y con la mayoría de miembros del gobierno. Ahora todas las miradas están puestas en Jack Ryan, el hombre que minutos antes había jurado el cargo de vicepresidente del gobierno.
PARA ALEXANDRA MARÍA Lux mea mundi
"No hay pacto entre leones y hombres; entre lobos y corderos no hay concordia."
HOMERO
MONTAJE
John Clark había pasado más tiempo en aviones que la mayoría de los pilotos profesionales y conocía las estadísticas tan bien como cualquiera de ellos, pero la idea de cruzar el océano en un avión comercial de dos motores seguía sin gustarle. Los aviones debían tener cuatro motores, pensaba, porque en ese caso la pérdida de uno equivalía a perder sólo el 25 por ciento del poder potencial del avión, mientras que en este United 777 equivalía a perder la mitad. Tal vez la presencia de su esposa, una de sus hijas y su yerno lo pusiera un poco más quisquilloso que de costumbre. No, no era eso. No era en absoluto quisquilloso, mucho menos cuando se trataba de volar. Era sólo una sensación... ¿de qué? se preguntó. A su lado, en el asiento de la ventana, Sandy estaba inmersa en la novela de misterio que había empezado el día anterior mientras él intentaba concentrarse en el último número de The Economist y se preguntaba a qué se debía esa sensación de escalofrío en la nuca. Empezó a mirar la cabina en busca de alguna señal de peligro, pero se reprimió abruptamente. Era imposible que viera algo ominoso y, por otra parte, no quería que la tripulación lo considerara un pasajero nervioso. Bebió un sorbo de vino blanco, enderezó los hombros y volvió al artículo que estaba leyendo. Curiosamente, refería a lo pacífico que era el nuevo mundo.
Claro. Sonrió con algo de cinismo. Bueno, sí, debía admitir que las cosas andaban muchísimo mejor que durante casi toda su vida. Nada de salir nadando de un submarino para una misión secreta en una playa rusa, nada de volar a Teherán para hacer algo que a los iraníes no les gustaría demasiado, nada de remontar las fétidas aguas de un río en Vietnam del Norte para rescatar a un aviador derribado. Algún día, tal vez, Bob Holtzman escribiría un libro sobre su carrera. Pero había un problema: ¿quién le creería? ¿Y acaso la CÍA le permitiría contar sus hazañas, excepto en su lecho de muerte? No tenía ningún apuro por llegar allí, mucho menos con un nieto en camino. Maldición. Sonrió con tristeza, renuente a contemplar esa perspectiva. Patsy debía haberse descuidado la noche de bodas y Ding parecía más contento que ella. Miró en dirección a la business class —todavía no habían corrido las cortinas—; allí estaban, tomados de la mano mientras la azafata daba las instrucciones de seguridad. Si el avión aterriza, sobre el agua, busque el salvavidas debajo de su asiento e ínflelo tirando de... lo sabía de memoria. Los salvavidas amarillo brillante ayudarían a detectar el lugar del accidente, nada más.
Volvió a mirar a su alrededor. Aún sentía el escalofrío en la nuca. ¿Por qué? Mientras el avión llegaba al extremo de la pista, la azafata pasó a su lado, retiró la copa de vino y se detuvo por última vez junto a Alistair, sobre el lado izquierdo de la cabina de primera clase. El británico lo miró con suspicacia y enderezó el respaldo de su asiento. ¿Él también? ¿Tanta agitación no querría decir algo? Ninguno de los dos había sido jamás víctima de los nervios.
Alistair Stanley había sido mayor en el Servicio Aéreo Especial (SAS) antes de consagrarse de lleno al Servicio Secreto de Inteligencia. Su posición era semejante a la de John: el tipo al que todos llamaban para que se hiciera cargo de la cosa cuando los caballeros de la división de campo se ponían un tanto caprichosos. Habían trabajado juntos en Rumania ocho años atrás y lo complacía volver a trabajar con él sobre una base más regular, aunque los dos ya fueran demasiado viejos para la parte divertida. Las tareas administrativas no eran precisamente la idea que John tenía de este trabajo, pero debía admitir que ya no tenía veinte años... ni treinta... ni siquiera cuarenta. Estaba demasiado viejo para correr por los callejones y saltar paredes... Ding se lo había dicho una semana antes en su oficina de Langley. Lo había tratado más respetuosamente que de costumbre; era obvio que deseaba anotarse un punto con el presuntuoso abuelo de su primer hijo. Qué diablos, pensó Clark, era una suerte seguir con vida para lamentarse por ser viejo... no, viejo no, mayor. Por no mencionar su respetable cargo de director de la nueva agencia. Director. Una manera cortés de definir a un REMF. Pero no se le decía que no al presidente, especialmente si era amigo de uno.
Aumentó el sonido de los motores. El avión empezó a moverse. Experimentó la sensación habitual —algo parecido a apretarse contra el asiento de un auto deportivo para pasar un semáforo en rojo—, pero con mayor autoridad. Sandy, que había viajado muy poco en su vida, apenas levantó la vista del libro. Debía ser muy bueno, pero John no se tomaba la molestia de leer novelas de misterio. Nunca podía descubrir las claves y eso lo hacía sentir estúpido, a pesar de que en su vida profesional había resuelto más de un misterio detectivesco. Una vocecita dijo rotar dentro de su cabeza y el suelo desapareció bajo sus pies. El cuerpo del avión siguió a la nariz al cielo, las ruedas ingresaron a sus compartimentos, y el vuelo se inició plácidamente. Inmediatamente, todos los que lo rodeaban reclinaron sus asientos para dormir un poco hasta llegar al aeropuerto londinense de Heathrow. John también reclinó el suyo, pero no tanto. Primero quería comer algo.
—Allá vamos, querido —dijo Sandy, distrayéndose un segundo de su lectura.
—Espero que te guste.
—Tengo tres libros de cocina para cuando termine éste.
John sonrió.
—¿Quién lo hizo?
—Todavía no estoy segura, pero creo que fue la esposa.
—Sí, los abogados divorcistas son muy caros.
Sandy sonrió y volvió a su novela. Las azafatas se levantaron de sus asientos para servir las bebidas. Clark terminó The Economist y empezó Sports Illustrated. Maldición, se perdería el final de la temporada de fútbol estadounidense. Siempre seguía los partidos, incluso cuando estaba en una misión. Los Bears estaban volviendo a la cima y él se había criado con Papá Bear George Halas y los Monstruos del Midway. Muchas veces se había preguntado si él mismo no habría podido ser un buen jugador profesional. En la escuela secundaria había jugado bastante bien y la Universidad de Indiana se había interesado por sus habilidades con el bate (también lo habían considerado como nadador). Pero luego decidió abandonar la universidad y unirse a la Armada siguiendo los pasos de su padre, aunque Clark había alcanzado la categoría de SEAL y jamás había sido un marinerito con un bote de lata como...
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