Cada Segundo...
SHAUL NASH
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© SHAUL NASH, 2018
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
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Primera edición: noviembre 2018
ISBN: 9788417569150
ISBN eBook: 9788417570323
Gracias infinitas:
A ella, que ya no está.
A vosotros, que estáis siempre.
A todos, por estar en algún momento.
Y, sobre todo, a ti, que has estado aun cuando no estabas.
A la vida, a mi vida.
No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento.
Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Mario Benedetti 14/09/1920-17/05/2009
Nada pasa por casualidad. Absolutamente nada. Ni siquiera el hecho de que hayas decidido coger este libro y ojearlo, a ver qué te ofrece. ¿Por qué este y no otro? Quizá porque te ha parecido atractiva la portada, o a lo mejor te ha llamado la atención el título o era el que estaba más a mano en el stand que escudriñabas, mientras esperabas a alguien. Puede ser… Sí, seguramente, se deba a eso. Pero… ¿y si te dijera que tú has hecho posible que este libro exista? ¿Que ya formaba parte de tu vida antes de que fuera escrito? ¿Que ahora mismo repose sobre tus manos es, única y exclusivamente, responsabilidad tuya? No, eso no puede ser, menuda tontería, una locura… Aunque…, pensándolo bien, a mí me parece una locura vivir siendo lo que no eres y no intentar cambiarlo, creyendo que todo es cuestión de azar y abandonándote a tu suerte, resignándote a una existencia vacía. Levantándote cada mañana preguntándote quién eres, pasar el día queriendo encontrarte en otro lugar y acostarte con la sensación de que has agotado otra hoja del calendario, sin escribir ni una sola palabra en ella. Vivir dejando transcurrir el tiempo, agobiado por las circunstancias, culpabilizando a los demás de tus desgracias cotidianas. Eso sí resulta una locura…, más cuando la solución está muy cerca, tan cerca como tú de ti mismo.
Si entendieras que todo lo que te ocurre y todo lo que te rodea es una consecuencia de lo que tú proyectas, cesarías de lamentarte y te pondrías manos a la obra para cambiar aquello que te ahoga. Porque tú tienes la capacidad de crear. Únicamente tú eres dueño de tu vida. Tú has hecho que este libro llegue a tus manos. ¿Por qué? Esa respuesta la custodias solo tú.
Este libro, que yo tampoco he escrito por casualidad, no guarda ninguna pretensión más allá de contar una historia basada en la realidad más cruel y en cómo todos poseemos la capacidad de convertirnos en superhéroes para voltearla y transformarla en lo que queramos, en lo que nosotros somos. Solo necesitamos dos cosas: la motivación suficiente y la voluntad de desear modificar aquello que no nos hace felices. Si tienes ambas, no hay excusas. No pierdas el tiempo, porque no vuelve. Por mucho que creas que no puedes, los límites solo los pones tú. Por muy oscuro que parezca todo, solo tú tienes la oportunidad de encender la luz. Se trata de tu decisión, de nadie más. Eres libre para decidir. Pero la única forma de mantenerse libre consiste en ser uno mismo, si no, todo lo que hagas estará condicionado, aunque ni siquiera te des cuenta.
Este libro no quiere servir de ejemplo, no. Solo constituye el reflejo de la vida de una persona normal, como tú, como yo, donde la vida y la muerte se encuentran más cerca que nunca, donde la verdad y la mentira se confunden, donde los miedos pierden, la maldad no existe, los sueños se hacen realidad y el amor se erige en principio y fin de toda condición humana. Una historia cotidiana, donde tú puedes sentirte identificado y donde solo tú sacarás tus propias conclusiones. Mi única recomendación antes de leerlo: que seas lo más sincero posible contigo mismo. Mi único deseo consiste en que encuentres a tu Helena, como yo logré, donde sea, cuando sea, de la forma que sea. Lucha por ser tú mismo. Sé feliz cada segundo…
1. El relo j de arena
Todo era distinto… Cuántas noches había estado mirando por aquella ventana, observando el mar de luces que se extendía bajo mis pies, formando un manto de color amarillo ocre y salpicado de tonos rojos intensos, aleatoriamente distribuidos; parecían moverse sin un rumbo determinado entre los edificios de Madrid. Me reconfortaban… Cuántas veces había estado cara a cara con la luna, desafiándola, admirándola. Me sentía como di Caprio en Titanic , como el niño absorto en ese reguero negro que van dejando las hormigas mientras trabajan y que se sabe, inconscientemente, poderoso ante ellas.
Al mismo tiempo, comprendía lo insignificante de mi existencia ante ese gran océano urbano, que no acababa nunca, y las miles de vidas anónimas que contenía. Al fin y al cabo, yo no era más que otro puntito amarillo que emanaba de la lámpara del fondo del salón y que llegaba ya muy tenue al exterior… El contraste entre el marco de mi ventana y la infinidad del lienzo que se pintaba fuera me sobrecogía, me maravillaba…
—Y pensar que hace cuatro años estuve a punto de negarme a comprar este piso...
Nunca me han gustado las alturas, pero mi mujer me convenció. Y fue una buena decisión. Desde esa décima planta, podía distinguir el Retiro, el Palacio Real de Madrid, las Torres Kio, Gran Vía…
Estaba enamorado de esta jodida ciudad y, desde allí arriba, la abrazaba cada día. Pero esa noche, todo parecía distinto…
Esa noche, donde el calor de agosto no te permitía respirar, después de dar el último trago al vaso de güisqui con hielo, que servía para poner el punto y final a una larga jornada, me di la vuelta, dejando a mi espalda el mundo. Me senté en el mismo sillón en el que me sentaba una y otra vez. Pero ya no era el mismo sillón… Con el vaso todavía en las manos y los claroscuros que dibujaba esa lámpara al fondo, observé la habitación. Es curioso cómo algo que ves todos los días te descubre cosas nuevas cuando le prestas atención y, por un momento, le das importancia. Pasa igual con las personas.
Al frente, un mueble que recorría toda la pared, de suelo a techo, con la televisión apagada, que dejaba entrever mi reflejo de una manera muy difusa. Ningún espejo me había ofrecido nunca una imagen tan real de mí mismo… A la derecha, varios estantes con libros, que llevaban esperando mucho a ser leídos. Nunca tenía tiempo. A sangre fría de Capote, Los pilares de la Tierra , Conversaciones con Dios … Allí estaban. Muchos comprados, otros regalados, pero nunca abiertos. A la izquierda, otros tres estantes llenos de fotos. No conseguí verlas bien desde donde estaba; la oscuridad se hacía mayor en esa zona, como si quisiera decirme que esos recuerdos ya no formaban parte de mí. Varios cuadros colgados en la pared, una mesa de comedor que no recordaba cuándo había sido comprada, una alfombra blanca que nunca quise… Todas esas cosas habían estado allí siempre y nunca me había parado a observarlas con detalle.