Capítulo 1
¿POR QUÉ NECESITAS REORGANIZAR?
Puede haber muchas razones por las que necesites reorganizar tus cosas. Algunas son circunstanciales, como una mudanza o un traslado. Otras son vitales, como la llegada de un bebé, un divorcio o la muerte de un ser querido. Hay razones personales, como darte cuenta de que pierdes mucho tiempo; o económicas, si gastas demasiado dinero. Las hay familiares, como los problemas de convivencia con la pareja y los hábitos de los hijos. O estructurales, como el descontrol organizativo o la falta de espacio.
Incluso puede que estés ahora mismo metido en un compendio de estas razones y que el caos te esté arrastrando y no sepas cómo recuperar el control. En lo referido a las cosas, todo tiene solución. Empecemos por tratar de entender cuál es tu situación.
¿Sabes cuál es tu talón de Aquiles?
Si entrara en tu casa ahora mismo, me hablarías de lo que te preocupa con respecto al orden. Pero también podría atisbar tu problema «leyendo» en tus cosas. La cantidad y el tipo de objetos que te rodean hablan de ti y de la forma en la que consumes. Lo que está sin hacer o descuidado habla de tu falta de tiempo. La acumulación o la falta de almacenaje señalan que te falta espacio. Puedo entrever funcionalidad deficiente cuando todo está revuelto y no hay un sitio designado para cada cosa. Y también están las cosas de tu pareja, tu compañera o compañero de piso, tu bebé o tu familia numerosa.
Todos tenemos algo en lo que fallamos o que simplemente no podemos abarcar. Pero si hay algo que te molesta o que te hace perder el tiempo cada día, lo mejor sería descubrir la causa. Si quieres comprobar cuál es tu talón de Aquiles, puedes hacer el test de la página 44.
¿Por qué te puedo ayudar?
Trabajando como organizadora profesional no solo he visto mi casa y las de mi familia y amigos. Te lo diré a lo Blade Runner: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais». Cosas que te asombrarían y no son justamente de las que se ven en Instagram. También he conocido a personas en circunstancias extremas, que perdieron el control sobre sus cosas y sobre su vida.
Cada vez que recibo una llamada o un e-mail, hago una visita de reconocimiento. Siempre. Como esta visita es anterior al presupuesto y/o a la contratación, veo todas las casas, las de los que llegan a ser clientes y las de aquellos que no.
A veces, los potenciales clientes me ven como la solución que no encontraban y quieren empezar a trabajar al día siguiente. Otras, dependen de una fecha de mudanza, necesitan cogerse unos días libres, replantear el presupuesto o las zonas de actuación. Hay casos en los que, con algunas propuestas y consejos, la persona puede atacar la reorganización por su cuenta. O simplemente necesita unas ideas para cambios o la compra de estructuras.
Otras veces, entablamos una relación a distancia y me van contando avances que hacen por su cuenta, a la espera del momento ideal para trabajar juntos.
En el libro podrás ver casos, ejemplos y problemas que son reales al cien por cien, fruto de mi experiencia profesional, la más dilatada de España. Todo lo que cuento aquí ocurre en una casa como la tuya, en una ciudad como la nuestra.
La importancia del orden
Da igual que se trate de un armario o de toda una casa, las cosas están ahí por nosotros y nosotros deberíamos determinar qué relación establecemos con ellas. Las cosas solo son cosas, nosotros tendríamos que ser la prioridad.
Cuando este equilibrio se rompe, es necesario hacer algo para recuperar el control. Por eso tengo un método de reorganización que te puede ayudar a lograr el orden que se mantiene solo . Porque la vida tendría que ser algo más que pasarnos el tiempo recogiendo.
Capítulo 2
SER ORGANIZADORA
La visita de la organizadora
Cuando un cliente me abre la puerta de su casa por primera vez me dice:
«Perdona el desorden...»
«No te asustes, seguro que has visto cosas peores...»
«Seguro que tu casa está siempre superordenada...»
Para cada proyecto, necesito hacer una visita de reconocimiento: ver el espacio, de qué volumen de cosas estamos hablando y tener una charla con mi cliente para que me cuente el motivo de su llamada y toda la información de su estilo de vida que quiera compartir. Muchas veces, el motivo puntual por el que me piden ayuda no tiene que ver estrictamente con la causa del problema: el desorden suele ser síntoma de un hábito o de una costumbre que va más allá del desorden puntual. Y es difícil verlo desde dentro, cuando uno ya está acostumbrado a ese volumen o a ese hábito.
Desde fuera y con la mirada entrenada para descubrir patrones, puedo encontrar pistas en la forma en que cada persona tiene sus cosas, si las guarda o no, si las oculta, si las acumula, si compra más de lo que usa...
Y este tipo de lectura sobre las cosas va en paralelo con el escuchar lo que la persona cuenta y con ir haciendo preguntas que desenmarañen cada situación. No es lo mismo que un cliente llame por sus propias cosas a que lo haga cuando necesita ayuda con su pareja o con su familia o porque la casa se desborda. Algunas veces se trata de autocontrol, otras de comunicación y protocolos, otras de reducción del volumen, otras solo de orden y organización.
Sé que es muy difícil para cualquiera tomar la decisión de pedir ayuda, dejar entrar a un extraño en tu casa y darle acceso a tus cosas, incluso a las que no muestras a tus amigos ni a tu familia. Conocí un caso de acumulación grave, por el que estuve dos años esperando para poder entrar en la casa, ni siquiera la familia tenía acceso, y aquel fue un paso muy importante para normalizar la situación social en la que estaba estancada aquella persona.
Con los años, fui aprendiendo que no estoy para juzgar a nadie ni se trata de ver quién tiene más desorden. Mi función es enterarme de las necesidades del cliente y de su familia, y proponer soluciones.
Para mí, es apasionante ir descubriendo las pistas que me llevan a la causa del problema del cliente; recabar toda la información posible sobre su estilo de vida, lo que le gusta y lo que no aguanta, cómo se viste, cómo es capaz de guardar, hasta dónde le importan la estética y la funcionalidad, qué puede sacrificar o hasta dónde está dispuesto a llegar para conseguir lo que pide. Y lo que pide a veces es distinto de lo que se puede conseguir: mi trabajo es obtener siempre algo mejor, algo que no hubiera podido imaginar solo o que le hubiera costado mucho lograr. Y que luego eso se convierta en algo mecánico, fácil de asimilar, que prácticamente salga solo como el más natural de los comportamientos.
Llevar a alguien a donde no sabía que podía llegar con respecto a sus cosas y a su propio desenvolvimiento, ese es mi reto.
Aunque no te lo creas...
Los casos de acumulación compulsiva y los de síndrome de Diógenes son complicados por muchos motivos. Principalmente, por la situación de la persona, que nunca está en su mejor momento y requiere un trato especialmente delicado; por lo general, están aislados de la sociedad, de los amigos y de su familia, por decisión propia o como consecuencia de su conducta. No se recurre a un organizador hasta que hay una circunstancia extrema, como una enfermedad, el empeoramiento de la depresión o la interrupción del tratamiento psiquiátrico, conflictos con la familia o denuncias de los vecinos. Las cosas o el estado de la vivienda son solo un aspecto. En algunos casos, lleva tiempo poder acceder. En mi caso, como ya te he contado, estuve dos años esperando para poder entrar al piso de uno de ellos para empezar a trabajar juntos.
El orden como terapia