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Astrid Holleeder - Judas

Aquí puedes leer online Astrid Holleeder - Judas texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2016, Editor: ePubLibre, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Astrid Holleeder Judas

Judas: resumen, descripción y anotación

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Luz

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AGRADECIMIENTOS

Me gustaría dedicar un agradecimiento especial a Peter R. de Vries. Él fue la primera persona en la que mi hermana y yo —nosotras dos, pero también el resto de la familia— depositamos nuestra confianza y a quien le contamos toda nuestra historia. Peter nunca traicionó esa confianza, estuvo a nuestro lado cuando mataron a Cor y nos ofreció su apoyo en el largo camino de realizar y hacer públicas nuestras declaraciones. Peter, gracias por tu amistad, por ser digno de confianza, por tu sinceridad, tu apoyo y tu valentía. También de parte de mi madre.

Este libro está dedicado a mi madre.

Lo he escrito por mi hija y por todos nuestros hijos y nietos.

EPÍLOGO

Hermano:

Me parte el corazón haberte encerrado, pero créeme cuando digo que estoy ahí dentro contigo. Te condenaré a cadena perpetua, pero también yo la sufriré. Tendré una vida llena de miedo, hasta que me llegue mi hora. O, como tú dices: «Cuando veas a un tío correr hacia ti con una pipa en la mano, todavía tendrás un momento. Un momento para pensar: “Ojalá no lo hubiese hecho”». Pero lo hice. Me habría gustado que las cosas fueran diferentes, pero no me dejaste alternativa.

En 1996 empezaste a darle caza a Cor. Hiciste que dispararan a Cor, a Sonja y a Richie delante de su casa, la casa que tú señalaste. Supe que la caza había terminado cuando me vi junto al cuerpo sin vida de Cor en el depósito de cadáveres, en 2003. Después de dos intentos fallidos, como le dijiste a Sandra, por fin lo habías conseguido: Cor estaba muerto.

Los años siguientes sembraste muerte y destrucción a tu alrededor. En 2006 te detuvieron por extorsionar a Willem Endstra y Kees Houtman, entre otros. No por asesinar a Endstra o a Houtman, solo por extorsionar a tus víctimas. Y eso estuvo mal.

Aun así, cuando fuiste a la cárcel, al menos conseguimos un poco de espacio para respirar. Sin embargo, en cuanto te dejaron libre en 2012 todo empezó de nuevo, y por eso he testificado. Peter tenía que caer igual que había caído Thomas, de quien te encargaste en tu primer día entre rejas. El hijo de Sandra tenía que caer porque conoce a gente con la que tienes problemas. También tu hermana, porque no había querido entregarte el dinero que ganó con el libro sobre el secuestro de Heineken que escribió Peter R. de Vries. Tu hermana, que tiene que lanzar una moneda para saber cuál de sus hijos caerá primero.

Me siento obligada a testificar porque sé que cumplirás tus amenazas. O, como tú sueles decir: «Yo no amenazo, solo digo de qué tienes que guardarte». El mensaje está claro: no amenazas, ejecutas. Mejor dicho, haces que otros ejecuten, porque nunca te encargas tú mismo. «Ya sabes lo que haré, ¿verdad?».

Sí, sabemos lo que harás, y sabemos lo que has hecho. Igual que el asesino en serie que conserva sus trofeos, nunca nos dejarás olvidar.

Sé que soy la última de quien esperabas esto, igual que fui la última en creer que mi hermano mayor le haría un daño tan profundo a nuestra familia.

«Somos iguales», me decías muchas veces. Y en parte es verdad. Sé pensar como tú, razonar como tú y actuar como tú. Ese es el motivo de que estés encerrado.

Sin embargo, esas similitudes no me hacen igual a ti. Porque todos tus actos dañan a otras personas. Y eso es justo lo que yo intento evitar.

Sé que confiabas en mí. He traicionado esa confianza y es algo que no me gusta de mí misma, pero lo hice conscientemente. Siento que estaba justificado, porque tú traicionaste a Cor y a muchos otros.


Sin sospechar nada, tus víctimas te dejaban entrar en sus casas y en sus vidas, estar con sus hijos y su familia. Y, mientras hacían todo eso, tú tenías tu propio plan. Yo también he tenido el mío estos dos últimos años. He mantenido conversaciones contigo, durante años, con un único objetivo: documentar todo lo que hacías para demostrar que de verdad me confesaste tus crímenes.

¿Era necesario grabar esas conversaciones contigo? Sí, porque de otro modo nadie me habría creído. Todo el mundo me decía que, si negabas las acusaciones, yo tenía todas las de perder. Así que hice lo que Endstra quiso hacer durante años pero no pudo, porque habría destapado sus propios actos criminales. Te grabé.

Ahora ya sabes suficiente. Sabes que este es el final del camino, por todo lo que me contaste.

Sabes que estarás en la cárcel de por vida.

A los demás todavía tengo que explicarles por qué te lo mereces. Lo he intentado testificando en tu contra, pero a esos testimonios les falta cierto matiz. Para que entiendan quién eres y qué has hecho —lo que me has hecho a mí, a ti mismo, a todos nosotros—, tendría que explicar la historia de mi vida.

Y poner toda una vida por escrito en unas pocas declaraciones es demasiado complicado. Ningún interrogatorio policial, ni siquiera decenas de ellos, podría llegar a abarcar nuestra relación, tu complejidad o nuestra realidad compartida.

Es una realidad descabellada.

Contigo, nada es lo que parece. Si no hablas por teléfono o no recibes visitas en la cárcel, la policía cree que eso debería reconfortamos. Nosotros, por el contrario, nos asustamos más, porque sabemos lo que significa. No tienes contacto con el mundo exterior para que, cuando nos hayas quitado de en medio, puedas hacerte el inocente: «Pero, señoría, si yo no he llamado a nadie ni he visto a nadie en la cárcel. ¿Cómo podría haber dado la orden de asesinarlos?».

Si te preguntas por qué te he hecho esto, Wim, aquí tienes mi respuesta: por Cor. Por Sonja. Por Richie. Por Francis. Por todos los hijos a quienes les has arrebatado a sus padres. Y por todos los hijos a quienes quiero ahorrarles ese sufrimiento.

Ha llegado la hora de dejar de matar.

Que Sonja, Sandra y yo tendremos que pagar con nuestras vidas por testificar contra ti ya lo sabes. Nosotras también. El único motivo por el que sigues con vida es que quieres quitamos la nuestra.

Sin embargo, a pesar de esa certeza, Wim, todavía te quiero.

Título original: Judas

Astrid Holleeder, 2016

Traducción: Laura Manero Jiménez

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

NOTAS DE LA TRADUCTORA 1 Deporte similar al baloncesto que consiste en hacer - photo 1
NOTAS DE LA TRADUCTORA

[1] Deporte similar al baloncesto que consiste en hacer pasar una pelota por un cesto de mimbre sin fondo situado en lo alto de un poste, y con equipos mixtos. Es bastante popular en los Países Bajos, Bélgica y Taiwán.

[2] «Puta» en neerlandés.

[3] «Hurra» en neerlandés.

PRIMERA PARTE
Cosas de familia
1970-1983
SEGUNDA PARTE
La maldición de Heineken
1990-2007
TERCERA PARTE
Plan oculto
2011-2013
CUARTA PARTE
Diario de una testigo
2014
QUINTA PARTE
Holleeder derribado por sus mujeres
2015-2016
PRÓLOGO

El primer atentado contra la vida de Cor
1996

El 27 de marzo de 1996, mi hermana Sonja Holleeder y su marido, Cor van Hout, fueron a recoger a su hijo Richie a la guardería. Cor aparcó el coche delante de su casa, en Deurloostraat, y se quedaron en el vehículo riéndose con el niño, que cantaba su canción preferida, Funiculi, funiculà de Andrea Bocelli, mientras la escuchaba en la parte de atrás, inclinado hacia delante entre los asientos de sus padres.

Dio la casualidad de que mi madre estaba en la ventana de la cocina cuando un hombre que llevaba un abrigo oscuro se acercó al coche aparcado de Cor. Al mismo tiempo, Sonja miró a su marido y vio que alguien caminaba hacia ellos. Al principio pensó que iba a preguntarles por una dirección, pero le inquietó la expresión decidida de su rostro. El hombre se acercó al coche por el lado de Cor.

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