César Martín - Russ Meyer (I)

Título original: NO ME JUDAS SATANAS!!, publicado en Popular1 #224, mayo de 1992

César Martín, 1992

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

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Le llaman el “Walt Disney del porno” es el cineasta independiente más exitoso de la historia, está preparando una película sobre su carrera que durará un día entero, gentes como John Waters o los Cramps lo citan como una influencia básica, ha trabajado con algunas de las actrices más voluptuosas que han visto nuestros ojos, fue desvirgado por una puta pagada por Hemingway… supongo que no hará falta que os dé más detalles, me refiero a él, al incomparable Russ Meyer. Durante dos meses, Meyer y su desquiciado mundo iluminarán nuestras páginas. En este No Me Judas echaremos un vistazo a su vida y su obra, y en el No Me Judas del mes que viene os hablaré de las “mujeres Meyer”, una a una, y de la relación del maestro con el Rock’n’Roll.

César Martín

NO ME JUDAS SATANAS!! - 224

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Titivillus 27.10.2020

El caso de Russ Meyer es único en la historia del cine. Por mucho que busquéis no encontrareis a otro director de características similares, alguien que siempre le ha dado más importancia a un buen par de tetas que a una buena interpretación; que ha llegado a rodar películas con “equipos” de tres personas obligando a la protagonista a hacer también de cocinera y fregona para ahorrar gastos; que ha sobrevivido durante más de treinta años como cineasta independiente (exceptuando un breve período a las órdenes de 20th Century Fox); que ha experimentado con géneros que van desde los “nudies” al porno suave pasando por la “black exploitation” y la parodia caricaturesca; y que ha apoyado cada nueva película haciendo tours promocionales exhaustivos por medio mundo como las bandas de Rock. Odiado por los críticos, perseguido por los censores, venerado por los rockeros… Russ Meyer es un verdadero fenómeno a estudiar. Si nos fijamos en su labor a lo largo de los tiempos (descubrir mujeres superdotadas, rodar solo lo que le venía en gana…) el suyo parece un trabajo soñado, pero la verdad es que ha tenido que pelear muy duro para mantenerse a flote en la industria. Meyer es el prototipo de americano hecho a sí mismo; como bien decía su amigo, fan y colaborador Roger Ebert: “Russ Meyer no solo se pone detrás de la cámara, ¡sino que también carga con ella!”. Su enorme capacidad de supervivencia la desarrolló gracias a la etapa que pasó en el ejército haciendo de fotógrafo de guerra. Aquella fue la época más feliz de su vida. Meyer es uno de los pocos americanos que se entristeció cuando la segunda guerra mundial llegó a su fin. El ejército le proporcionó muchas cosas: su primer polvo (su amigo Hemingway le llevó a un prostíbulo en Francia, eligió a una puta para él y se la pagó), su primera experiencia profesional (las filmaciones de combates que rodó aparecerían posteriormente en el film “Patton”), sus mejores amigos, con los que ha seguido manteniendo relación a lo largo de los años contratándoles incluso para algunos de sus films, y un método de trabajo que le serviría de gran ayuda, ya que en el futuro cada película sería afrontada como si de una batalla se tratase, empleando tácticas militares y tratando a los actores y al equipo de rodaje como si fuesen soldados.

Al finalizar la guerra, Russ volvió a casa con una idea bien clara en su mente: debía convertirse en director cinematográfico a cualquier precio. Durante los siguientes años rodó films industriales para toda clase de empresas, fotografió a modelos para revistas como Playboy o Night & Day e intervino en rodajes de clásicos del cine como “Gigante”. A través de una bailarina llamada Tempest Storm conoció a Peter DeCenzie, un propietario de un local de striptease que pretendía introducirse en la industria del celuloide, y le convenció para que le financiase su primera película. El film se tituló “The French Peep Show” y en realidad no tenía ningún tipo de guión, era simplemente una sesión de 60 minutos con una modelo desnuda en un estudio. “The French Peep Show” jamás llegó a comercializarse y en la actualidad se encuentra en paradero desconocido, pero el dinero de DeCenzie le vino como anillo al dedo para rodar el que realmente puede considerarse su primer film: “The Inmoral Mr. Teas” (1959), una película pionera que creó todo un género: los “nudie-cuties” y que lanzó al director al estrellato. “Teas” se rodó en tan sólo cinco días, con un presupuesto de 24.000 dólares y llegó a recaudar un millón y medio. La película estaba protagonizada por Bill Teas, un colega del ejército de Meyer, que hacía el papel de un voyeur picaruelo que poseía unos extraños poderes que le permitían desnudar a las mujeres con la mirada. El objetivo era conectar con los consumidores habituales de revistas eróticas y lograr que se identificaran con lo que veían en la pantalla, el protagonista era como uno de esos lectores: disfrutaba contemplando a mujeres desnudas con cuerpos increíbles, pero jamás mantenía un contado real con ellas. El L. A. Times definió perfectamente el film: “Es como una inscripción de un año a la revista Playboy”. Con “Teas” Meyer tuvo que enfrentarse por primera vez a las garras de la censura. La película fue prohibida en lugares como Florida o San Diego y el director tuvo que defenderla ante los tribunales, sin embargo el éxito obtenido fue tan masivo que a la hora de valorar el taquillaje esos pequeños problemas no significaron gran cosa.

La reacción que provocó “The Inmoral Mr. Teas” entre el público alertó a otros directores e inmediatamente se estrenaron varios films oportunistas que no eran más que burdas copias de “Teas”: “Not Tonlght Henry” de Ted Paramore, “Once Upon a Knight” de Bob Creese, “The Adventures of Lucky Pierre” de David Friedman, etc. El propio Meyer, tras invertir sus primeras ganancias en un majestuoso Cadillac, rodó cinco películas que copiaban con descaro el esquema original de “Teas”: “Eve and the Handyman” (60). “Erótica” (61), “Wild Gals of the Naked West!” (61), “Europe in the Raw” (63) y “Heavenly Bodies!” (63). La única cinta destacable de las cinco era “Eve and the Handyman”, más que nada por la intervención de su segunda mujer, la glamourosa Eve Meyer, con un físico que recordaba a las grandes estrellas del Hollywood de los años 40. “Eve…” fue además la única película que contó con una campaña publicitaria efectiva, los 10.000 primeros espectadores que acudieron a ver el film al cine Paris Theatre de L. A. fueron obsequiados con un desatascador de water como el que usaba The Handyman, el fontanero feo y hortera que se enamora de la sexy Eve en el film.

La repetición de la misma fórmula una y otra vez terminó asqueando al público, la taquilla comenzó a flojear y Meyer se dio cuenta de que debía cambiar cuanto antes de rumbo o no sobreviviría mucho tiempo en el negocio, así que cortó tajantemente con los “nudies” y se destapó con un melodrama rural cargado de sexo y violencia titulado