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Flavio Josefo - Antigüedades de los judíos

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Flavio Josefo Antigüedades de los judíos
  • Libro:
    Antigüedades de los judíos
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    ePubLibre
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    0094
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Antigüedades de los judíos: resumen, descripción y anotación

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Luz

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CAPÍTULO I

La creación del mundo. El paraíso. El pecado original. Expulsión de Adán y Eva

1. Al principio Dios creó el cielo y la tierra. Pero como la tierra no se veía sino que estaba cubierta de espesas tinieblas y un, aire recorría la superficie, ordenó Dios que se hiciera la luz. Hecha la luz, consideró la mole en su totalidad y separó la luz de las tinieblas, y a las tinieblas las llamó noche y a la luz día; y al comienzo de la luz y a la hora del descanso los llamó tarde y mañana. Y éste fue el primer día que existió. Moisés dijo que era un día. Podría dar ahora mismo la razón; pero como he prometido presentar las causas de todas las cosas en un libro aparte, postergaré hasta entonces la explicación. Luego, en el segundo día superpuso el cielo sobre todo el universo, lo separó de las demás cosas y determinó que se mantuviera colocado por sí mismo. Lo rodeó de un cristal, para suministrar la humedad y las lluvias a la tierra y provocar la fecundidad. Al tercer día ordenó que apareciera la tierra seca, rodeada por el mar. El mismo día hizo que brotaran de la tierra las plantas y las semillas. El cuarto día adorné el cielo con el sol, la luna y los demás astros, y les señaló sus movimientos y sus cursos, para que indicaran las vicisitudes del tiempo y las tempestades. El quinto día produjo a los animales que nadan y los que vuelan, los primeros en los mares, los segundos, en el aire; y los clasificó en especies, y los juntó para que procrearan y aumentaran sus géneros y se multiplicaran. El sexto día creó a los animales cuadrúpedos, a los que dividió en machos y hembras; el mismo día hizo al hombre. En seis días hizo el mundo con todo lo que contiene, y dice Moisés que el séptimo día fue de descanso y de suspensión de esa labor. Por eso ese día nos abstenemos de trabajar y lo llamamos sabat, palabra que significa descanso en lengua hebrea.

2. Después del séptimo día Moisés comienza a hablar en términos de interpretación filosófica y dice acerca de la formación del hombre, que Dios tomó tierra del suelo, hizo al hombre y le insufló espíritu y alma. A este hombre lo llamé Adán, que en lengua hebrea significa roja, porque fue hecho de tierra roja macerada. Porque ésta es auténtica tierra virgen. Y Dios presentó a Adán a los animales, que hizo machos y hembras en sus respectivas especies, y a los que dio los nombres que aún ahora llevan. Viendo que Adán carecía de sociedad, que no tenía compañera hembra (que ninguna había sido creada), y que él observaba extrañado a los demás animales, que eran machos y hembras, lo durmió, le sacó una costilla y con ella formó a la mujer. Adán la conoció y supo que había sido sacada de él mismo. Ishá se dice a la mujer en lengua hebrea; pero el nombre de esa mujer fue Eva, que significa madre de todos los vivientes.

3. Cuenta luego que Dios plantó un paraíso en el oriente, lleno de árboles florecidos; entre ellos se encontraba el árbol de la vida, y el de la ciencia, con el que se conocería lo bueno y lo malo. Y que cuando introdujo en el paraíso a Adán con su mujer, les ordenó que cuidaran las plantas. El jardín estaba regado por un río, que corría alrededor de toda la tierra y estaba dividido en cuatro partes. Fisón (que significa multitud), penetra en la India y desemboca en el mar, y es llamado por los griegos Ganges. También el Éufrates y el Tigris desembocan en el mar Rojo. La palabra Éufrates, o Fora, significa dispersión o flor; Tigris o Diglat, lo que es veloz con angustia. Geón, que corre por Egipto, significa lo que sale por el este, y es el que los griegos llaman Nilo.

4. Dios ordenó que Adán y su esposa comieran el fruto de todas las plantas, pero que se abstuvieran del árbol de la ciencia; y les previno que si lo tocaban se acarrearían la destrucción. Pero mientras todos los demás animales hablaban el mismo idioma en aquellos tiempos, la serpiente, que vivía con Adán y su mujer, les envidiaba que fueran felices viviendo en obediencia de los mandamientos de Dios. Y suponiendo que si los desobedecieran se acarrearían calamidades, indujo a la mujer maliciosamente a probar el fruto del árbol de la ciencia, diciéndole que en ese árbol residía el conocimiento del bien y el mal, y que si lo alcanzaran vivirían una vida feliz, a la par de los dioses; por este medio convenció a la mujer que desobedeciera la orden de Dios. Cuando ella probó el fruto del árbol, y lo encontró delicioso, persuadió a Adán a que lo hiciera él también. Advirtieron entonces que estaban desnudos; se avergonzaron e inventaron la forma de cubrirse. Porque el árbol les había aguzado el entendimiento. Y se cubrieron con hojas de higuera. Atándoselas por delante creyeron ser más felices que antes por haber descubierto lo que les hacía falta. Cuando llegó Dios al jardín, Adán, a quien antes le agradaba conversar con él, consciente ahora de su mal proceder, se ocultó. Dios le preguntó, asombrado, a qué se debía se conducta. Por qué él, a quien siempre le gustaba la conversación, ahora la eludía. Como no contestara nada, sabedor de que había violado la orden de Dios, le dijo Dios:

—Yo había decretado que vosotros vivierais felices, sin preocupaciones, sin cuidados y sin aflicciones; y que todo lo que es sirviera y pudiera proporcionaros placer creciera por mi providencia, sin trabajos ni esfuerzos por parte de vosotros; porque trabajos y esfuerzos os llevarían a la senectud y la vida ya no duraría mucho. Has abusado de mi buena voluntad y desobedecido mis órdenes; porque tu silencio no es señal de virtud sino de mala conciencia.

Adán se disculpó de su pecado, rogó a Dios que no se enojara eón él y acusó a su mujer de ser la culpable de lo sucedido, diciendo que lo había engañado. La mujer a su vez acusó a la serpiente. Pero Dios, por haber seguido el consejo de su mujer, aplicó a Adán un castigo, diciéndole que en lo sucesivo la tierra no le daría espontáneamente sus frutos; cuando trabajara fatigosamente le daría algunos negándole otros. A Eva la hizo sujeta a los dolores del parto, porque había persuadido a Adán con los mismos argumentos con que la serpiente la había engañado a produciéndole una situación calamitosa. A la serpiente le quité la palabra, de ira por su malicioso comportamiento con Adán. Le inyectó además, veneno bajo la lengua, declarándola amiga de los hombres, a los que indicó que le lanzaran los golpes la cabeza, porque era donde residían sus perversos designios hacia los hombres y de ese modo podían herirla más fácilmente de muerte; la privó, además, de los pies, destinándola a arrastrarse por el suelo. Decretadas estas penas, Dios trasladó a Adán y Eva a otro sitio.

CAPÍTULO II

La posteridad de Adán. Caín y Abel. Los descendientes de Set

1. Tuvieron dos hijos varones. Al mayor lo llamaron Caín (palabra que para ser interpretada denotaría posesión). Al segundo Abel (vocablo que significa duelo). También tuvieron hijas. Los dos hermanos tenían distintas modalidades. Abel, el menor, creía en la justicia, y que Dios estaba presente en todos sus actos; por eso era virtuoso. Su oficio era el de pastor. Caín en cambio no sólo era perverso en todas las cosas sino también codicioso. Prefirió primeramente arar la tierra, y luego mató a su hermano en la siguiente ocasión. Habiendo determinado ofrecer un sacrificio a Dios, Caín llevó productos agrícolas y fruta de los árboles, y Abel leche y los primeros frutos de sus rebaños. Dios se regocijó más con este último sacrificio, porque era más honrado con lo que crecía espontáneamente en la naturaleza, que con lo que era un producto forzado de la invención de un hombre avaro. Indignado Caín porque Dios había preferido a Abel mató a su hermano y escondió el cadáver, creyendo que no sería descubierto. Pero Dios, que sabía lo que había pasado, fue hacia Caín y le preguntó dónde estaba su hermano, a quien no veía desde hacía varios días, y siempre los había observado conversando juntos. Caín vaciló, no sabiendo qué contestar a Dios. Primero dijo que él también estaba angustiado por su desaparición, pero presionado por Dios que lo interrogaba con insistencia, dijo que él no era ni el preceptor ni el guardián de su hermano, ni el observador de sus actos. Dios replicó condenando a Caín por haber asesinado a su hermano. «Es extraño, le dijo, que no sepas qué fue de un hombre a quien tú mismo eliminaste.» Por haberle ofrecido sacrificios rogándole que no extremara su ira no lo castigó y sólo lo maldijo a él y a su posteridad hasta la séptima generación; y lo expulsó con su mujer de aquella región. Como él temiera ser víctima de las fieras y perecer, le ordenó que desechara esas tristes sospechas y que recorriera la tierra sin temer ningún daño de las fieras; y poniéndole una señal para que fuera reconocido, lo mandó partir.

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