La familia
Los padres de Javier Marías, Dolores (Lolita) y Julián Marías, fueron fervientes lectores, académicos y escritores. Se conocieron en la universidad en la década de los 1930, durante los turbulentos años de la Segunda República, y Lolita dejó de lado gradualmente gran parte de su trabajo académico para criar a sus hijos, aunque se mantuvo activa intelectualmente y después publicó un libro importante sobre España vista a través de su literatura. Javier fue el cuarto de cinco hijos (el primogénito, Julianín, murió trágicamente a la edad de tres años y medio, en 1949, y ha sido evocado de manera conmovedora por Javier Marías en Negra espalda del tiempo y por Julián Marías en sus memorias, Una vida presente). Julián Marías fue filósofo, maestro, escritor e intelectual. Discípulo y amigo del más grande filósofo español, José Ortega y Gasset, era un hombre verdaderamente íntegro y de principios, de trato amable en el ámbito privado, religioso, pero al mismo tiempo progresista en lo político. Tuvo la desgracia de querer buscar el centro en un periodo de extremismos políticos y lealtades partidistas ciegas, y su profunda dedicación a su país le impidió marcharse al exilio e hizo que se quedara en España para defenderla desde dentro, por así decir, al estallar la guerra civil y establecerse la dictadura de Franco. Julián fue igualmente incapaz de cualquier complicidad con el régimen. Aunque había forjado alianzas con la República, fue acusado de una serie de cargos en su mayoría falsos al inicio del régimen franquista por un amigo que lo traicionó. Fue encarcelado y a duras penas logró escapar del pelotón de fusilamiento (porque en esos juicios era el acusado quien tenía que probar su inocencia) gracias a un testigo de cargo honesto llamado por el consejo de guerra (Julián Marías ha descrito este incidente en sus memorias y Javier, en el primer volumen de su novela Tu rostro mañana). Posteriormente sufrió represalias, las universidades españolas y el establishment le dieron la espalda y se vio obligado a viajar constantemente a Estados Unidos para dar clases en distintas universidades de ese país, a veces acompañado por su familia. Así, Javier pasó su primer año de vida en Massachusetts, en Wellesley College (como recuerda en “Aviones marineros”), adonde habría de regresar muchas décadas después para impartir él mismo un curso sobre el Quijote, y otro periodo en New Haven, cuando su padre trabajaba en Yale. Durante la transición a la democracia en los años 70 y 80, Julián Marías colaboró como senador por designación real y anduvo en discusiones con el entonces joven rey Juan Carlos I y, en especial, con el presidente Adolfo Suárez, contribuyendo a la cuidadosa reforma y democratización de la sociedad española, así como a redactar la Constitución de 1978.
Sus hijos Miguel, Fernando, Javier y Álvaro crecieron en una casa desbordante de cultura, libros y cuadros —desde temprana edad, Javier tuvo que aprender a forcejear con los libros de sus padres para hacer espacio en el suelo y poder jugar con sus soldaditos de plomo (véase “La biblioteca invasora”)— y gobernada por un flujo constante de invitados, que iban desde alumnos norteamericanos de intercambio (su padre también daba clases a estudiantes estadounidenses que cursaban un año en el extranjero), hasta escritores, artistas e intelectuales. De este modo, Javier y sus hermanos recibieron una educación progresiva e internacional, muy animada y de criterio extraordinariamente amplio, tanto en casa como en el singular Colegio Estudio, un colegio laico, liberal y mixto, muy distinto de las tendencias nacionalistas, católicas, retrógradas y represivas predominantes en la dictadura y sus instituciones. Recibieron una educación en muchos aspectos excepcional y privilegiada; privilegio por el que Lolita Franco y Julián Marías pagaron un alto coste tanto en lo personal, como en lo profesional y lo económico —aunque ellos jamás lo expresaran así— por causa de su rectitud inquebrantable y su independencia de criterio y carácter.
‘No te especialices’, aconsejaban a cada uno de sus hijos; ‘Aprende de todo’. Y si bien quizá no sea sorprendente, dado el historial familiar, que los cuatro hijos se hayan forjado un nombre en la esfera de las artes y las humanidades —como críticos de cine, historiadores del arte, músicos y críticos de música o escritores— quizá el que más siguió ese consejo fue Javier Marías.
El novelista
Fuera de España, Javier Marías es conocido como uno de los principales escritores europeos, autor de dieciséis novelas traducidas a cuarenta y cinco idiomas y publicadas en cincuenta y ocho países, con más de una docena de premios literarios, sobre todo internacionales, y ocho millones y medio de libros vendidos en todo el mundo. Habiendo empezado a escribir en 1965, a la tierna edad de catorce años —su primer cuento, “La vida y la muerte de Marcelino Iturriaga”, se publicó en un periódico de Barcelona tres años después— y con su primera novela terminada a los quince (