B REVE H ISTORIA DE
LA A NTIGUA G RECIA
B REVE H ISTORIA DE
LA A NTIGUA G RECIA
Dionisio Mínguez Fernández
Colección: Breve Historia
www.brevehistoria.com
Título: Breve Historia de la Antigua Grecia
Autor: © Dionisio Mínguez Fernández
Copyright de la presente edición: © 2007 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Editor: Santos Rodríguez
Coordinador editorial: José Luis Torres Vitolas
Diseño y realización de cubiertas: Murray
Maquetación: JLTV
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las corres pondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
ISBN-13: 978-84-9763-205-8
Libro electrónico: primera edición
Í NDICE
La Acrópolis de Atenas,
donde la tierra toca el cielo
C APÍTULO 1
La historia empieza en el Sur: Creta, Cnosos, Micenas, Corinto…
C APÍTULO 2
La historia se mueve desde el norte
C APÍTULO 3
La historia se ensancha por Occidente
C APÍTULO 4
La historia converge en Atenas: el siglo de Pericles
C APÍTULO 5
La historia se expande por Oriente: Alejandro Magno
C APÍTULO 6
Glosario
C APÍTULO 7
Cronología
La Acrópolis de Atenas,
donde la tierra toca el cielo
S ubir a la Acrópolis de Atenas es una de esas experiencias que marcan profundamente la vida y el espíritu de cualquier persona medianamente sensible y educada.
Provisto de atuendo y calzado adecuado —lo mejor es, sin duda, camisa ligera, pantalón corto y alpargatas de esparto— puedes prepararte para la subida degustando un buen café griego en el bar Diónisos, en la avenida de Dionisio Areopagita, desde donde se puede obtener una visión global de la Acrópolis.
La impresionante estructura de los Propíleos, que todavía hoy constituye el principal acceso a la colina, comprende un cuerpo central de seis columnas dóricas en cada fachada y dividido en el interior en dos vestíbulos por medio de un muro con cinco puertas. A la izquierda, la Pinacoteca con su espléndido porche, y a la derecha, en primer lugar, el magnífico templo jónico de Atenea Nikê (Atenea victoriosa) con su secuencia de frisos relativos a la batalla de Platea. Detrás, el templete de Artemisa Brauronia, y la Calcoteca con su colección de objetos de bronce.
A la izquierda, si te animas a subir por una rampa lateral bastante empinada y que exige andar con sumo cuidado, desembocarás en una especie de balconada desde donde se dominan, en primer término, las ruinas del antiguo Areópago, o Tribunal Supremo, y un poco más allá, el Ágora, centro neurálgico de la vida ciudadana en la antigua Atenas.
Otra pequeña subida y llegas a una explanada un tanto irregular, pero protegida al norte por una sólida barandilla que se abre sobre el muro de Temístocles. La impresión es realmente sobrecogedora. Dejando a la derecha el pedestal de lo que un día fue la soberbia estatua de Atenea Prómachos, obra de Fidias, y a la izquierda la antigua Casa de las Arréforas (jóvenes de la alta sociedad ateniense que, después de un rito secreto, estaban dedicadas durante un año al culto de la diosa), surge el maravilloso conjunto de Poseidón Erecteion, con el Olivo sagrado y su famosísimo pórtico de las Cariátides. Y a la derecha, dejando a un lado el impresionante Museo de la Acrópolis, te encuentras finalmente frente a la cumbre más emblemática de la arquitectura griega, el Partenón.
A unos cien metros de la entrada al Partenón, a la izquierda, hay —o, por lo menos, había— entre otras ruinas, un capitel truncado que yo siempre, en mis visitas, consideré como mi capitel, desde el que se disfruta de una vista sencillamente incomparable de la ciudad y de la propia Acrópolis con, al fondo, en el horizonte, la silueta triangular del monte Pentélico y, al otro lado, la colina del Licabeto. La vista compensa sobradamente cualquier esfuerzo.
La ladera sur está sembrada de santuarios, como la Gruta de las Ninfas y del dios Pan, y los templos de Apolo y de Afrodita. En la base de la colina destaca el monumental Teatro de Diónisos, escenario grandioso de las más famosas representaciones teatrales de la antigua Grecia.
Ante el conjunto de la Acrópolis y, sobre todo, frente al Partenón, el templo de Atenea, la diosa virgen (en griego, párthênos), que da nombre a la ciudad y sintetiza la historia de un pueblo único e irrepetible, a la vez que corona una civilización inigualable.
Naturalmente, surgen muchas preguntas: ¿Cómo se gestó esa historia? ¿Cómo y por qué influyó de manera tan determinante en la configuración de Occidente? ¿Es el comienzo, o más bien la meta, de nuestra civilización? Los occidentales, ¿somos esencialmente “griegos”?
La historia empieza en el Sur:
Creta, Cnosos, Micenas,
Olimpia, Esparta, Corinto…
L a historia de Grecia comienza en una isla abrupta que cierra la franja sur del mar Mediterráneo, la isla de Creta. Según el mito originario, ahí precisamente es donde Zeus, el dios supremo, y Europa, hija de Agenor, rey de Fenicia, se unen y dan origen a la austera realidad que marca el arranque de la historia de Grecia y, por tanto, del mundo occidental.
Pero la historia no es pura crónica de hechos ordenados por fechas, sino magnitud dinámica, sucesión de encuentros e impredecible cruce de caminos entre pueblos y culturas, determinados casi siempre por los condicionamientos que marca la geografía. Y es que, al contemplar el mapa de Grecia, llama la atención el infinito reguero de islas e islotes diseminados por el mar Egeo, como si se tratara de flecos sueltos arrancados por un violento ciclón que, procedente del Sur, se hubiera desatado hacia el Noroeste, en dirección al Monte Olimpo, la morada de los dioses, o como una infinidad de semillas destinadas a fructificar en el nuevo mundo de Occidente.
M INOS Y EL MISTERIO DEL L ABERINTO
Los orígenes son siempre misteriosos; quizá por eso despiertan una curiosidad tan extraordinaria. Pero, a la vez, la fascinación y el asombro de los comienzos no es patrimonio exclusivo de los protagonistas, sino también de sus sucesores. Más tarde, Platón, uno de los más grandes pensadores griegos de todos los tiempos, dirá que “el asombro es el principio de la filosofía”.
El misterio de los orígenes de Occidente surge en el sur del mar Mediterráneo, concretamente en la escarpada isla de Creta que, además de su relevancia histórica, ocupa un puesto importante en la mitología y en la leyenda.