INTRODUCCIÓN GENERAL
1. Características generales de las epístolas
Señalamos los aspectos más relevantes del género:
1) EPÍSTOLAS DESTINADAS A LA PUBLICIDAD. — Aunque esta aseveración resulta obvia, queremos con ella resolver, por cuanto tiene de clarificadora, la cuestión que pudiera plantear la diferencia establecida por Deissmann entre litterae y epistulae, correspondiente a la tradicional entre litterae priuatae y litterae publicae. Para nosotros «cartas» y «epístolas».
Las primeras van dirigidas a una persona singular o círculo de personas —pudiera ser un ente jurídico— para ser mantenidas en secreto; las motiva una ocasión concreta que deben conocer los comunicantes para interpretarlas debidamente, y responden a un momento de la vida privada más o menos trascendental. No sólo el contenido se refiere a temas personales e íntimos, sino que hasta la forma debe ser coloquial, empleando normalmente el lenguaje familiar de cada día.
Las epístolas, en cambio, aun cuando vayan dirigidas a una sola persona, por su propia índole están destinadas a divulgarse entre un amplio número de individuos que puede llegar al máximo posible, y donde la ocasión concreta que motiva la comunicación, aunque exista realmente, queda diluida, como producto del arte, entre los ornamentos de la ficción literaria.
Así, según Deissmann, deberíamos hablar de litterae o Cartas de Cicerón y de Epístolas de Séneca. Estas últimas constituyen un verdadero género literario.
Insistiendo más aún en esta diferenciación, en orden a descubrir mejor el carácter de las epístolas de Séneca, distingue Scarpat dos grandes categorías de misivas: las privadas, dirigidas a una persona o grupo determinado, como medio de simple comunicación: informan al amigo de un suceso, participan de su alegría o le consuelan y animan en la adversidad; y aquellas otras que, si bien dirigidas a una persona determinada, tratan de problemas doctrinales, filosóficos o morales que interesan a un público mucho más vasto.
De esta segunda clase son las de Séneca a Lucilio.
Lo cierto es que la tradición romana no ha distinguido formalmente entre carta y epístola. Pero la comunicación epistolar de carácter filosófico fue empleada ya desde el comienzo por los griegos como procedimiento literario. Así lo hicieron Empédocles, Platón y Epicuro.
Entre los latinos, como precedentes de Séneca cabe citar, en especial, a Lucilio y a Horacio. No así a Cicerón.
De forma análoga a San Pablo, a media distancia entre la carta privada y el tratado doctrinal, Séneca habría escogido para su correspondencia con Lucilio un tertium quid, un género literario más libre, la comunicación doctrinal mediante la epístola, que, sin dejar de tener presente al destinatario concreto, piensa en un público más amplio, y hasta en la publicación de sus epístolas en libros; de suerte que no siempre enviaba a Lucilio cada epístola en particular, sino libros enteros o grupos de ellas para que se reuniesen en un corpus.
Séneca soñaba con el público y la posteridad que había de inmortalizarles tanto a él como a Lucilio.
Por eso, según Elorduy, las epístolas quizá no llegaron a Lucilio antes de ser publicadas.
2) NO SON ESCRITOS PURAMENTE ARTIFICIALES. — Ya en 1911 se preguntaba Bourgery si las epístolas de Séneca eran auténticas epístolas, y terminaba su análisis respondiendo que se trataba de un corpus casi del todo artificial.
A juicio de Scarpat la cuestión está hoy dilucidada: algunas páginas se afincan en la realidad, han surgido de las vivencias cotidianas del filósofo.
Así, entre otras, hemos de referirnos a la asistencia de Séneca a los horribles espectáculos del anfiteatro.
Éstas y otras más, entre las numerosas alusiones a pequeños, y a veces grandes, sucesos contemporáneos, son auténticas y reales, y hasta es posible encontrar, como veremos, el marco cronológico de la correspondencia mantenida día a día, conforme ocurrían los hechos que daban ocasión para comunicarse con Lucilio.
Las relaciones cronológicas, a juicio de Grimal, existen entre distintas epístolas; la sucesión de éstas en un marco temporal, y no lógico, excluye que el corpus pueda ser considerado como un tratado filosófico, dividido artificialmente en partes que adoptan la forma literaria de epístolas.
Que éstas se apoyan a menudo en sucesos de la vida cotidiana lo demuestran las alusiones, antes mencionadas, a personajes e incidentes que desempeñan un papel muy secundario con relación al objetivo primordial de la obra: el de guiar a Lucilio hacia la consecución de la sabiduría. Dichos acontecimientos son utilizados por Séneca, y no inventados, en orden a su reflexión filosófica.
Como subrayará el propio Grimal a propósito de la edición de las Epístolas a Lucilio de Scarpat, éste ha comprobado con feliz intuición que el pensamiento de Séneca toma su relieve a partir de lo real, y por ello se ha esforzado en hermanar el pensamiento filosófico con el contexto histórico de las epístolas. Éstas suponen siempre una conversación más íntima con el amigo ausente que los diálogos filosóficos escritos por Séneca, con cuya temática coinciden en gran parte.
Aunque es forzoso reconocer que la sola investigación histórica en torno a las epístolas no bastaría para la recta y cabal interpretación de las mismas, sus logros importantes serán siempre parciales en una obra de alcance literario y doctrinal.
3) DOCUMENTO DE AMISTAD Y AUTOBIOGRÁFICO. — Como tales, las Epístolas a Lucilio descubren los dos tipos que, según la teoría de los antiguos, transmitida ya desde el siglo I de nuestra era, pertenecen a la esencia del género epistolar: la imagen constante del propio escritor y la efusión de la amistad. Ambos extremos se complementan.
La amistad se interpreta como un presupuesto esencial del intercambio epistolar.
Al definir Cicerón la carta como «conversación entre amigos ausentes», en FU. II 4, 7, significa que ésta determina la compañía de los amigos por encima de la separación espacial: el amigo ausente se torna presente de forma nueva y directa.
Varios pasajes de las Epístolas a Lucilio encarecen el aspecto de la amistad:
En 67, 2, Séneca dice a Lucilio: «… siempre que me llegan tus cartas tengo la impresión de estar en tu compañía, y dispongo mi alma de tal suerte que imagino no contestarte por escrito, sino responderte de palabra».
Igualmente en 55, 9: «Es posible conversar con los amigos ausentes, sin duda cuantas veces quieras, todo el tiempo que lo desees. Y de este placer, que es el más grato, gozamos más plenamente estando ausentes. La presencia nos vuelve melindrosos…».
No en vano Séneca establecerá la ecuación entre epistula y sermo (= «conversación»).
Por ello concluirá en 55, 11: «Al amigo se le ha de poseer dentro del alma, y aquí él nunca está ausente: a todo el que ella ama lo contempla cada día. Así, pues, entrégate al estudio conmigo, cena conmigo, pasea conmigo… Te contemplo, querido Lucilio; ahora en particular te escucho; estoy en tu compañía de tal suerte que dudo si voy a escribirte billetes en lugar de cartas».
Lo que demuestra que el tema de la amistad no se limita a unas pocas cartas del libro I, que lo desarrollan de forma específica, la 3, 6 y 9 en concreto, sino que se difunde por todo el corpus epistolar.
Incluso la Epístola 109, que continúa el tema de la precedente sobre la utilidad que un sabio presta a otro sabio, constituye un canto bello y sutil a la amistad: los amigos útiles son aquellos que comparten el beneficio de la virtud; tendrán un mismo querer y un mismo no querer. Expone, pues, los frutos saludables de la comunicación entre los sabios y, así, ofrece una legitimación de la amistad, como una de tantas epístolas, aunque entre las mejores, que destacan nuevos aspectos del significado de la amistad.