El Valle de los Caídos es un parque temático del franquismo. Cuelgamuros es la prolongación de la dictadura por otros medios. Cuando los españoles se morían de hambre, el dictador Franco se gastó el dinero que no había en España para construirse un mausoleo, rendir homenaje a los suyos y abrochar, con una gigantesca cruz de 150 metros de alto, su relato ganador de la Guerra Civil.
Franco, que convirtió su dictadura en una forma de exterminación de sus enemigos, hizo del Valle de los Caídos su obsesión, lo visitó como si fueran las obras de su casa y lo convirtió en el símbolo ganador de la alianza propagandística entre su régimen y la Iglesia católica. Miles de republicanos yacen aún junto con quién los mandó matar, cientos de presos antifranquistas fueron condenados como peones a trabajos forzados en el Valle de los Caídos. Casi cuarenta años después de recuperadas las libertades en España, la democracia no ha llegado aún a este monumento franquista, gigantesco, triste y amenazante.
José María Calleja
El Valle de los Caídos
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Titivillus 01.02.15
Título original: El Valle de los Caídos
José María Calleja, 2009
Editor digital: Titivillus
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A todos los españoles que perdieron la vida a manos de Franco. A todos los que sienten que su memoria no ha sido reparada.
A mis tíos José María Calleja y Domingo Fernández, asesinados por los golpistas que atentaron contra la República. A mis padres, Natividad y Luis, que sufrieron en carne viva la Guerra Civil y la dictadura franquista.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ CALLEJA (Ponferrada, 1955) es Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III , de Madrid y Licenciado en Historia por la Universidad de Valladolid. A los dos años se trasladó a vivir a Valladolid y, posteriormente, al País Vasco, donde comenzaría su carrera periodística a principios de los 80 en la delegación de la Agencia EFE en esa comunidad.
Entre 1973 y 1974, con tan sólo dieciocho años de edad, estuvo en la cárcel por oposición al régimen franquista. Tras su paso por EFE, estuvo trabajando durante siete años en la Euskal Telebista (ETB) en unas condiciones muy complicadas, cuando empezó a recibir amenazas por parte de ETA. Desde la década de 1990, ha sido asiduo colaborador en tertulias políticas en televisión y radio. En el primer medio, puede mencionarse su paso por programas de debate como La respuesta (2003-2004) y Ruedo ibérico, ambos en Antena 3; 59 segundos (2004-2012) , en Televisión española; Al rojo vivo (2011) en La Sexta2 o El gran debate (2012-2013) en Telecinco.
Además, entre 1999 y 2010 dirigió y presentó el programa El debate de CNN+ en la cadena del mismo nombre. Desde septiembre de 2011 colabora en el magazine Las mañanas de Cuatro, como comentarista político.
5. Como hacerse buen español. La redención de penas por el trabajo
CÓMO HACERSE BUEN ESPAÑOL.
LA REDENCIÓN DE PENAS POR EL TRABAJO
F ranco estaba absolutamente convencido de que en las cárceles españolas había presos de imposible recuperación para su causa española y, casi con la misma intensidad, defendía que otros encarcelados podían reingresar en «la comunidad libre y normal de los españoles».
¿Cómo pretendía Franco recuperar a los presos que hoy llamaríamos reinsertables? Pues muy sencillo: haciéndoles trabajar en prisión, o en campos de trabajo fuera de ella, como, por ejemplo, el Valle de los Caídos.
Trabajo y Cristo, labor y fe, esfuerzo y religión —católica, por supuesto— como medicinas que Franco consideraba infalibles para recuperar a los pecadores que por pecar habían dejado de ser españoles y que a base de la penitencia, del ora et labora, podían volver a ser españoles.
La redención de los delincuentes por el trabajo parecía a Franco que respondía a «un concepto profundamente cristiano y a una orientación social intachable». Tan convencido estaba Franco de esta idea, que se adornaba en su descripción:
Los penales no serán mazmorras lóbregas, sino lugares de tarea; se instalarán talleres de distintas clases, y cada uno de los delincuentes redimibles elegirá la actividad que sea más de su agrado.
Daban casi ganas de apuntarse a elegir las actividades que sean «más del agrado del interesado», incluso aunque para ello hubiera que estar dentro de la cárcel.
Estas palabras de Franco son de enero de 1939, aún no había terminado la Guerra Civil y el Ejército de Franco, con la Legión y los Regulares, se afanaba celosamente en aniquilar a cuantos más rojos mejor, en evitar una eventual sobreabundancia de población reclusa que, a pesar de la escabechina, se produciría nada más acabar la guerra.
La idea motriz que cuajaba en la política penitenciaria de Franco, que luego se acuñaría legalmente como «Redención de Penas por el Trabajo», se sustentaba sobre dos pilares. Uno, la vocación de Franco de «convencer a todos los españoles»; otro, el afán narcisista del propio Franco por presentarse como justo. «Ser siempre justo», decía de sí mismo.
En esas mismas declaraciones realizadas por Francisco Franco antes de acabar la guerra, el dictador hablaba de la existencia de una «fabulosa cifra de delincuentes» en España, sin especificar si eran políticos o comunes.
Franco establecía una jerarquía férrea que le llevaba a distinguir entre los que calificaba como «criminales empedernidos» y aquellos que definía como «capaces de sincero arrepentimiento».
Para los primeros no había solución posible, incluso él, autodefinido redundantemente como justo, parecía incapaz de encontrarla. Estos criminales eran sujetos que no podían vivir en sociedad y que, como al parecer ocurría en el resto del mundo, deberían cumplir sus penas lo más alejados de ella. Para estos condenados las cosas estaban claras: cárcel, cárcel y cárcel.
Pero, en un país diezmado por la guerra, Franco necesitaba de la mano de obra de los españoles que se podían recuperar por ser «adaptables a la vida social de patriotismo».
Aparecen así los dos elementos que van a definir la política y la propaganda franquistas: la Patria y Dios.
La capacidad de recuperar a «elementos dañados, pervertidos, envenenados política y socialmente» pasaba, según Franco, por su capacidad para convertirse ellos en patriotas españoles. Por otro lado, solo podían convertirse en patriotas españoles si cumplían la penitencia y se redimían gracias al efecto purificador del trabajo. Estos presos así clasificados estaban por tanto en una especie de purgatorio, sus delitos habían sido nefastos, pero el afán de justicia de Franco los podía ayudar a redimirse siempre, y podían convertirse en buenos españoles después de haber trabajado en cárceles que no serían mazmorras, sino talleres en los que cada uno podía elegir la forma de entretener su mucho tiempo disponible.
La tesis redentora de Franco encontraba en el jesuita José Agustín Pérez del Pulgar a un exegeta desbordante. Vean:
En algunas legislaciones penales aparece la idea de regenerar al preso, pero nadie ha pensado en la virtud propiamente