Juan Blanco Ortega - Valle de los Caídos

JUAN BLANCO ORTEGA, nació en Valencia en el año 1934 y murió en Madrid el 6 de febrero de 2012. Perteneció a la generación del Frente de Juventudes, en cuyas Falanges Juveniles de Franco fue jefe de Centuria. Se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo en 1958, pero tres años antes de su graduación comenzó a trabajar como «meritorio» en el periódico Arriba. En 1959 ocupó la plaza de redactor y en 1973 la de redactor jefe único. En 1977 fue nombrado subdirector del diario El Alcazar cargo que ocupó hasta la desaparición del rotativo. Su sección política diaria «Crónica de España» gozó de gran popularidad en su tiempo.

Ha sido redactor de los «Diarios Hablados» de Radio Nacional de España, desde donde pasó en 1962 a los Telediarios de TVE. Allí dirigió diversos programas informativos. Destinado a la Segunda Cadena, creó y dirigió los programas «Crónica 2» y «Siete Días». Fue premiado con la Antena de Oro de Televisión en 1969. También fue redactor de las Agencias EFE y Europa Press. Ha publicado, en colaboración, Elegía por la generación perdida. Además Franco, Recuerdos: 1892-1992, 23-F: Crónica fiel de un golpe anunciado y en octubre de 2009 publicó su último trabajo de investigación: Valle de los Caídos. Ni presos políticos, ni trabajos forzados. Tenía, inédita, una biografía no autorizada del Rey Juan Carlos.

A los monjes benedictinos del Monasterio Santa Cruz del Valle de los Caídos, que rezan por todos los muertos, sin distinción de ideología.

A la Fundación Nacional Francisco Franco, que honra la memoria del Generalísimo, el estadista que ideó el Monumento Nacional a los Caídos como signo de reconciliación y encuentro.

Título original: Valle de los caídos. Ni presos políticos ni trabajos forzados

Juan Blanco Ortega, 2009

Editor digital: Titivillus

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El autor se enfrenta en este libro con los mitos creados por la izquierda y los separatistas españoles en torno al Valle de los Caídos.

Es, a manera de una red, una leyenda negra que ha pretendido ocultar la verdad sobre ese monumento creado por Franco como lugar de peregrinación, de encuentro y reconciliación entre las dos Españas, que parecían fundidas antaño, y que socialistas, comunistas y separatistas catalanes, están empecinados, hoy, en su renacimiento.

Juan Blanco demuestra en este libro, con documentación inédita o poco conocida, que no trabajaron presos políticos en la construcción del Monumento Nacional a los Caídos, sino condenados por gravísimos delitos cometidos durante la Guerra Civil, según los códigos Penal y de Justicia Militar vigentes durante el periodo republicano, y que fueron sustituidos por otros nuevos a partir de 1945. Los presos, según la documentación aportada, trabajaron voluntariamente en el Valle, desde junio 1943 hasta marzo de 1950, junto a numerosos obreros libres y presos comunes; éstos constituyeron una mayoría en los últimos años.

Los calificados falsamente como «presos políticos» ganaban un jornal idéntico al de los obreros libres, según su categoría profesional, y llegaron a redimir hasta seis días de condena por uno trabajado.

La leyenda negra del Valle de los Caídos es eso, una leyenda negra.

Juan Blanco Ortega

Ni presos políticos ni trabajos forzados

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Titivillus 11.06.2019

E l día 1 de abril de 2009 se conmemoró —¿porqué no decir se celebró?— el 50 aniversario de la inauguración del Valle de los Caídos, el mayor monumento funerario del mundo, y uno de los más grandiosos monumentos religiosos; una basílica construida bajo una gran Cruz, símbolo de reconciliación, donde duermen, definitivamente hermanados, en paz, hombres y mujeres, otrora antagonistas, sin distinción hoy de ideologías.

Los buscadores de tumbas, los sembradores de odios, políticos de guardarropía, sermoneadores vengativos, jornaleros de la pluma, periodistas disfrazados de historiadores e historiadores disfrazados de reporteros han logrado hasta hoy lo que a un observador imparcial, a un visitante profano en materia de construcción les parece increíble: que todo aquel conjunto haya sido obra de presos políticos; y es que cuanto mayor es el disparate, más creíble resulta; el resto se da por añadidura: que fueron 20 000 los reclusos políticos forzados a trabajar en el Valle desde 1940 hasta 1959, que eran «esclavos por la patria», juzgados con rigor por Tribunales Militares, según el Código de Justicia Militar, que su alimentación era escasísima, sus condiciones higiénicas pésimas y sus barracones dormitorio, espantables; que el Estado les robaba la mayor parte del mísero salario que percibían… y que un gran número de aquellos presos dejaron su sangre —muertos y heridos— sobre las piedras del Guadarrama.

Además, ha sido continua y feroz la campaña contra la legislación penitenciaria del Régimen de Franco, con el Valle de los Caídos como primer objetivo a batir. Y si unas veces ocurre por desconocimiento, en su mayoría tienen su origen en el sectarismo político.

En 1937, a un año escaso de iniciarse la Guerra Civil, las autoridades de la zona nacional reconocieron mediante un Decreto el derecho al trabajo de los prisioneros de guerra y presos no comunes; un Decreto más progresista y revolucionario imposible. Por otra parte, se les señalaba un salario para ellos y sus familias. En el Decreto, publicado el 28 de mayo del citado año, destaca un artículo ignorado y despreciado por investigadores, periodistas e historiadores… Se trata del número 4, que dice así:

«Los presos por delitos políticos no comunes y prisioneros de guerra tendrán la consideración de personal militarizado, debiendo vestir el uniforme que se designará, y quedando sujetos en su consecuencia al Código de Justicia Militar y Convenio de la Convención de Ginebra de fecha 27 de julio de 1929».

Aunque parezca imposible no he encontrado en alguno de los pocos libros dedicados a la legislación penitenciaria o al mismo Valle de los Caídos la menor mención a este articulo. ¿A nadie le ha llamado la atención el párrafo «quedando sujetos, en consecuencia, al Convenio de Ginebra de 27 de julio de 1929»? Pues ni un solo comentario, ni una sola referencia en el voluminoso archivo de que dispongo, engordado pacientemente, con el titulo «Disparates de historiadores y asimilados acerca de la legislación penitenciaria española y sus efectos». Es largo, el titulo, pero instructivo y hasta jocoso. A su lado figura otro, no tan voluminoso en su contenido, con el titulo: «Las mil y una mentiras sobre el Valle de los Caídos». Tanto monta, monta tanto, que los disparates y las mentiras se arraciman y al tirar de uno salen todos.

Para desentrañar el párrafo del artículo 4.o del célebre Decreto debo acudir al Convenio de la Convención de Ginebra de 27 de julio de 1929, sección III, «Trabajo de los prisioneros de guerra», capítulo I, general, artículos 27 y siguientes. Y ¡oh, sorpresa! En el tratado internacional, respetado íntegramente por las autoridades nacionalistas, encuentro la solución del problema: «Los beligerantes pueden emplear (utilizar) como trabajadores a los prisioneros de guerra que estén físicamente en forma para trabajar, además de a los suboficiales y personal asimilado, de acuerdo con sus habilidades…».