Daniel Sueiro - La verdadera historia del Valle de los Caídos
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- Libro:La verdadera historia del Valle de los Caídos
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1977
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La verdadera historia del Valle de los Caídos: resumen, descripción y anotación
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a) Carta del escultor al autor
Sr. D. Daniel Sueiro
Madrid.
Distinguido amigo:
Queda Ud. autorizado a publicar íntegra la carta que dirigí al Arquitecto D. Diego Méndez, en enero de 1977, al conocer por su libro titulado «La verdadera historia del Valle de los Caídos», las manifestaciones tendenciosas, inexactas e injustas que se hacían en él contra mi persona y obra produciéndome éstas gran indignación.
También le mandé a Ud. un dosier con seis puntos en los que aclaraba, puesto que poseo los documentos acreditativos, las inexactitudes que Ud. vierte en el citado libro.
Tampoco se dice en ese libro que en reproducciones y libros-guías del Valle de los Caídos, se excluía mi nombre de ellos y tampoco dice Ud. que el motivo de este caso fue por la disposición del Patrimonio Nacional en el que figuraba con gran influencia el citado Sr. Méndez, se guardaron en beneficio propio mis derechos de autor y de reproducción, con los cuales obtuvieron limpiamente de siete a ocho millones anuales y como yo le decía al actual Gerente Consejero del Patrimonio cuando vino a verme para decirme que quedan reivindicar mi nombre y prestigio, que en vez de siete u ocho podían quedarse en dos millones anuales que por tales beneficios me correspondían, en veintiséis años hacen la suma de cincuenta y dos millones de pesetas que se ha embolsado el citado Patrimonio Nacional, sacrificando no antes, sino en todo momento los intereses de un artista que dio todo y el pueblo es que ha calificado y valorado su obra, conociéndose su nombre y no el del injusto Sr. Méndez.
Espero su atención a mis justísimas reclamaciones para que el citado libro no siga estando lleno de inexactitudes sobre mi modesta persona que entregó su trabajo por amor al Arte.
En espera de sus noticias, le saluda atentamente,
Fdo. JUAN DE ÁVALOS
Madrid, 22 de octubre de 1982
b) Carta del escultor al arquitecto
Sr. D. Diego Méndez
Arquitecto
Madrid.
Distinguido señor:
Llega a mis manos un libro titulado «LA VERDADERA HISTORIA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS» del que es autor Daniel Sueiro. En el que Ud. hace unas declaraciones con no muy buena memoria, pues no quisiera ver en ello su deseo de producirme daño. Es lamentable que nuestra relación se hubiera ido enturbiando sin yo saber porque y hoy, al releer sus declaraciones, veo tristemente que Ud. no dio todo el valor a mi total entrega y me trata muy ligeramente con el propósito claro de desprestigiar mi colaboración y Ud. quedar a la altura que siempre ambicionó.
Cuando yo le visité para decirle que quería volver a trabajar en España, no es que no tuviera trabajo, pues tenía que hacer un gran relieve para Vitoria, encargado por el Arquitecto Villanueva. Cuando Ud. vino a verme a mi modesto estudio de Mejía Lequerica, fue porque supo que Franco, en la inauguración de la Nacional, elogió mi obra y Ud. estaba dispuesto a servirle siempre con los mejores deseos. Fue entonces, cuando Ud. en mi modesto estudio repito, me encargó, a modo de prueba, una Piedad que yo hice de un día para otro, y en ese siguiente día Ud. me llevó al Valle de los Caídos, para que conociera el lugar. Ud. no recordará, claro está, la conversación con este modesto artista, pero yo sí; estuvimos más de una hora hablando en el lugar que Ud. me señaló como el centro donde se asentaría la Cruz. Ud. oyó mis sugerencias y fantasías y quedamos, al decirle que no era obra para un artista solo, que buscase compañeros porque Ud. no quería nada con los viejos artistas consagrados, porque éstos no se dejarían manejar. Entonces quedamos en que Ud. me daría un lugar para trabajar con estos compañeros y que mensualmente nos daría 4.000 pesetas. Esto ocurría a finales del mes de junio y en aquel salón del piso bajo de Palacio, que Ud. nos dijo fue el dormitorio de Isabel II, con el fragmento de la arquitectura hecha de lo que había de ser la base de la Cruz, nos pusimos a trabajar fuerte. Mis compañeros Sanz y Martín Gamo realizaron los bocetos de las Virtudes, yo por su indicación realizaba los Evangelistas. En el intervalo de la preparación para hacer estas obras yo preparé un nuevo boceto de Piedad que a Ud. le encantó y que yo, decía que me parecía inadecuada, por su composición y pequeña para aquel gran frontis. Así pues, está Ud. cometiendo un grave error al decir: «Efectivamente, después del verano vino y me trajo unas estatuitas que había hecho, que eran exactamente igual que las cosas de Miguel Ángel (no hubiese estado mal que fuesen cómo dice), verdad, que con toda su energía resultaba pobre e insuficiente para la empresa de la Cruz. Unos apóstoles sentados en unas sillas, uno con un torito abajo, otro tenía un águila, en fin, unas cosas… completamente de Miguel Angel, académicas, que estaban muy bien modeladas, pero que no era aquello». Tiene Ud. mala memoria, porque antes yo había hecho montañas de ligeros bocetos a lápiz en papel, en el propio palacio donde Ud. me insistía que recordara las cosas de José Maña Ser; tanto es así, que compré un volumen para tenerlo presente. Por consiguiente, durante los meses de julio y agosto nos lo pasamos los tres modestos artistas cumpliendo sus órdenes. Cuando Ud. llegó de su veraneo, a finales del mes de agosto, fue cuando al ver nuestra obra, nos dijo su famosa frase: «Esto parece la Feria del Campo» tan despectivamente que nos quedamos helados. A mí en un aparte, me dijo: «Lo de Ud. me agrada, pero con las Virtudes hay que hacer otra cosa; así pues encárguese Ud. de todo y despache Ud. a esta gente». Empresa para mí difícil por ser mis compañeros elegidos y amigos aún. Por lo tanto yo hice lo que pude, ojalá hubiese sido exactamente igual a las obras de Miguel Ángel, que Ud. de una manera despectiva, dice que con toda su energía resultaban pobres e insuficientes para la empresa de la Cruz. En fin, lo que nunca he hecho son apóstoles sentados en sillas (guardo todos los dibujos) y sí sobre el torito y el águila que Ud. tanto deseaba, ojalá que hubiesen sido «Completamente de Miguel Angel» como Ud. dice, académicas que estaban muy bien modeladas, pero no era aquello. Lástima es, que no pudiera tan fácilmente adivinar su pensamiento y en vez de ello, Ud. me hubiera hecho unos dibujos extraordinarios con su genio, para haber seguido sin titubeos sus indicaciones y así ahorrarse de soportar mis muñequitos, que no tenían gracia alguna, y haber hecho eso que Ud. dice: «Yo lo que quiero hacer allí es una cosa completamente monstruosa, que desde lejos no se sepa si es un hombre, si es una peña». Esa cosa monstruosa que a mí no me podía salir nunca.
Recuerdo que yo siempre le decía: «Lo que hace falta es colocar aquí unas estatuas reales, nuestras, porque no se puede hacer nada con carácter abstracto; para ello allí están esas rocas bellísimas».
Toda esa historia que sigue. Acusarme como dice: «Hace las cosas un poco amaneradas, tal vez, un poco femeninas… y, claro, por ese procedimiento conseguimos que ya lo hiciera en seguida». Todo esto que Ud. añade es clarísimo deseo de menosprecio a mi total entrega y mi empeño en la obra.
¿Ud. recuerda cuántas obras modelé desde que entré en Palacio hasta que montamos la exposición para que la viera Franco y el Consejo de la obra?, no debe Ud. recordar mi infatigable labor; mi total entrega, ¿por qué esa fobia queriéndome ridiculizar? ¿cómo en mi presencia quería mofarse de los compañeros que me precedieron en los trabajos?
Lo que habla Ud. con respecto a la figura de San Juan, bocetos y figuras a distintas escalas hasta llegar a la mitad de su tamaño y la cabeza al suyo definitivo, fue todo con su aprobación constante y estas obras fueron modeladas en el nuevo taller improvisado en uno de los vestíbulos del Teatro Real.
Si Franco dijo que había que hacer una cabeza de hombre joven Ud. recuerde que a mí no me importó, no me produjo disgusto alguno hacer una nueva cabeza, que tardé en modelar a su tamaño, con 4,50 ms. de altura un mes.
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