David Day, experto investigador en temas hobbíticos, explora la brillante red etimológica que J. R. R. Tolkien tejió en El Hobbit y El Señor de los Anillos y nos descubre infinidad de hábiles retruécanos, acertijos, significados ocultos e influencias mitológicas que se hallan bajo la superficie de esta apasionante saga. El resultado será más que intrigante para el no iniciado y francamente irresistible para el lector entusiasta de Tolkien. El Hobbit. Etimología de una Historia servirá para aumentar nuestro disfrute del misterioso y arcano mundo inventado por Tolkien.
David Day
El Hobbit: Etimología de una historia
ePub r1.0
Rusli 22.09.14
Título original: The Hobbit Companion
David Day, 1997
Traducción: José López Jara
Ilustraciones: Lidia Postma
Editor digital: Rusli
Retoque ilustraciones: Rusli y aportaciones de Piolin
ePub base r1.1
A Alan y Jean Day en su quincuagésimo aniversario
Y a Brian y Mariette day en su décimo aniversario
I
En el principio fue la palabra:
«HOBBIT»
Nació en una decisiva tarde de verano en Oxfordshire, en 1930.
No se trataba exactamente de una palabra inventada, pero en realidad nadie la había usado nunca de la manera que lo hizo el profesor J. R. R. Tolkien cuando la anotó en un trozo de papel en su estudio del número veinte de Northmoor Road en las afueras de Oxford.
Pronto la palabra hobbit sería tan mágica para el profesor Tolkien como hocus pocus lo era para cualquier mago de cuento de hadas. Hobbit fue la palabra más importante, ya que por sí sola le inspiró para inventar una historia.
La mayoría de los escritores primero crean los personajes y después les buscan un nombre, pero la mente del profesor Tolkien invirtió ese orden. Siempre reconoció que eran las palabras en sí mismas las que le sugerían personajes, criaturas, razas, especies, argumentos, lugares y mundos enteros.
Por encima de todo, J. R. R. Tolkien era un erudito que estudiaba las palabras —un filólogo— y era uno de los compiladores del prestigioso Oxford English Dictionary. Por consiguiente, en su literatura, las palabras fueron la principal fuente de inspiración.
Lo cual resultó absolutamente cierto con respecto a su nueva palabra: hobbit.
¿Qué sabemos a ciencia cierta de la llegada del hobbit de Tolkien? Aparentemente, no demasiado. El mismo Tolkien nos habla del momento en el que se le ocurrió la palabra. Hace que parezca como si una carta anónima e inesperada hubiera sido depositada en nuestro buzón, sin sellos ni remitente.
«Lo único que recuerdo del comienzo de El hobbit es que estaba sentado, corrigiendo exámenes, sumido en el aburrimiento perpetuo que esa tarea anual provoca en los maestros sin dinero y con hijos. En una hoja en blanco anoté: ‘En un agujero en el suelo, vivía un hobbit’. Entonces no supe por qué lo hacía, y tampoco lo sé ahora.»
La imaginación humana es compleja y peculiar: en parte urraca ladrona y en parte mago. Suele ocurrir que los escritores y artistas con el don del poder creativo rehúsan entrometerse con su imaginación. Sin embargo, Tolkien también era un erudito, y en realidad sabía mucho acerca de las fuerzas que dieron forma a El hobbit y su mundo. Muchos años después de publicarse El hobbit, Tolkien escribió ampliamente acerca de este momento seminal.
«Por suerte, uno de los candidatos había dejado una de las hojas en blanco (cosa que es lo mejor que puede ocurrirle a un examinador) y en ella escribí: ‘En un agujero en el suelo, vivía un hobbit’. Los nombres siempre generan una historia en mi mente. Al final decidí que no estaría mal que averiguara cómo eran los hobbits. Pero eso es sólo el principio.»
De manera que el mismo Tolkien lo dijo: en el principio fue la palabra; hobbit. Lo que es más, en sus comentarios escritos añade: «Pensé que convenía descubrir cómo eran los hobbits». Vemos con claridad cómo funcionaba el proceso mental creativo de Tolkien. Son muchos los autores que hablan de la creación de un personaje, pero siempre que se le preguntaba a Tolkien por un personaje (o una raza, o un objeto o un lugar) que tenía nombre pero que todavía carecía de entidad en sus historias, respondía invariablemente: «Intentaré averiguar algo más acerca de él».
Es decir, que Tolkien se comportaba como si ese personaje (u objeto o lugar) existiera en una especie de mundo paralelo donde toda su naturaleza aguardaba a ser descubierta y archivada hasta el más mínimo detalle. Tolkien no contemplaba su labor de escritor como si se tratara de la labor de un creador sino como la labor de un explorador y cronista de un mundo ya existente que aguardaba a ser descubierto mediante el lenguaje.
Este libro es una exploración del poder inspirador del lenguaje. Propone que todo lo que Tolkien escribió acerca de los hobbits fue, en esencia, el producto de una serie de asociaciones con la palabra hobbit. Así, la invención de la palabra hobbit dio lugar v, creación del personaje, de la raza y del mundo del hobbit.
Si esto parece ser una forma peculiar de pensamiento circular, precisamente eso es lo que se pretende. Tolkien se inventa un origen filológico para la palabra hobbit, como forma degenerada de una palabra inventada, holbytla (que, en realidad, es un vocablo del inglés antiguo) que significa «cavaagujeros». Por lo tanto, la primera frase de El hobbit viene a ser un enigmático chiste lexicográfico. Es una tautología premeditada: «En un agujero en el suelo, vivía un hobbit».
✑ «En un agujero en el suelo, vivía un hobbit»
Hobbit → cavaagujeros
Para llevar un poco más allá el enfoque circular, se puede examinar la palabra del inglés moderno hole (agujero), que deriva del inglés antiguo hollow (hueco). Por una extraña coincidencia, hollow a su vez procede del alemán antiguo hohl, que se pronuncia como hole
Sin darse por satisfecho con que la espiral acabara allí, Tolkien no pudo resistir la tentación de añadir unos cuantos giros más, al afirmar que la palabra hobbit como forma degenerada de holbytla no era utilizada por los propios hobbits. En su lengua hobbítica, se autodenominaban kuduk, una versión degenerada de kud-dukan —que quiere decir «cavaagujeros»— y que era un vocablo germánico que Tolkien elaboró a partir de la palabra del alemán protohistórico khulaz.
Con esto se cierra el círculo, porque khulaz, que significa «hueco» (hollow) es el origen de la palabra del alemán antiguo hohl, de la palabra del inglés antiguo hollow y de la palabra en inglés moderno hole.
A lo largo de este libro encontraremos incontables ejemplos de la inagotable fascinación que Tolkien sentía por el enigmático humor filológico, pero, lo que es más importante, estos ejemplos demostrarán también cómo la obsesión de Tolkien por las palabras fue para él una continua fuente de inspiración. Las palabras tenían una importancia casi mágica que sugería infinitas posibilidades creativas. En consecuencia, este libro trata principalmente de las palabras y el lenguaje y de cómo ambos pueden despertar la imaginación.