• Quejarse

John A. Hobson - Estudio del Imperialismo

Aquí puedes leer online John A. Hobson - Estudio del Imperialismo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1902, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

John A. Hobson Estudio del Imperialismo
  • Libro:
    Estudio del Imperialismo
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1902
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Estudio del Imperialismo: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Estudio del Imperialismo" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Publicada en 1902, en esta obra Hobson recoge sus ideas más importantes acerca del Imperialismo, tomando como base la formación del gran imperio británico en ultramar. El libro entero es una crítica a las políticas imperialistas de Gran Bretaña y al exceso de ahorro producido por una desigual distribución de la riqueza. Un análisis clásico del Imperialismo por un economista británico que explora la forma en que los intereses mercantiles en el país de origen pueden manipular el poder del estado para obtener beneficios en la colonia.

John A. Hobson: otros libros del autor


¿Quién escribió Estudio del Imperialismo? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Estudio del Imperialismo — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Estudio del Imperialismo " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
ESTUDIO DEL IMPERIALISMO:
NACIONALISMO E IMPERIALISMO

El mare mágnum de imprecisas abstracciones políticas es tal que parece imposible detectar con exactitud los contornos de un «ismo» cualquiera para poder formular una definición que sirva para identificarlo y distinguirlo de los demás. En un campo en el que las acepciones de las palabras cambian con tanta rapidez y con tanta sutileza, y no sólo como consecuencia de los cambios que acaecen en las teorías, sino también de las manipulaciones de los profesionales de la política, que tratan deliberadamente de enmascarar, ampliar o deformar los significados de las palabras, es perder el tiempo pedir el mismo rigor semántico que es norma en las ciencias exactas. Todo lo que el término imperialismo admite a modo de definición es establecer una cierta correspondencia amplia en sus, relaciones con otros vocablos afines. Sus tres congéneres más próximos: el nacionalismo, el internacionalismo y el colonialismo, son igualmente escurridizos, igualmente tornadizos, y los cambiantes aspectos coincidentes de los cuatro exigen cuidadosa atención y vigilancia por parte del estudioso de la política actual.

La lucha en favor de los ideales nacionalistas, es decir, de establecer la unidad política sobre la base de la nacionalidad, fue un factor dominante durante el siglo XIX, lo mismo en los movimientos dinásticos que en lo más profundo del alma de las masas. Las reivindicaciones nacionalistas fueron a veces una fuerza separatista y desintegradora, a nivel de política exterior, como en el caso de Grecia, Servia, Rumanía y Bulgaria, que se separaron del Imperio otomano, y en el de la Italia del norte que rompió su forzada alianza con el Imperio Austríaco. El nacionalismo fue otras veces una fuerza unificadora y centralizadora que tendió a ensanchar los límites de la nacionalidad, como ocurrió en Italia y en Rusia con el movimiento paneslavista. Y en ocasiones fue el elemento aglutinante que sirvió de base a una federación de Estados, como en la Alemania unida y en Norteamérica.

Es cierto que las tendencias que fomentaban la unión política trascendieron a veces sus propósitos iniciales y contribuyeron a la unión federal de diferentes nacionalidades, como en los casos de Austria-Hungría, Noruega y Suecia, y la Confederación Helvética. Pero, en general, lo que hizo el nacionalismo fue juntar en grandes y fuertes núcleos nacionales, a Estados y provincias relacionados por vínculos más bien débiles, integrados en mudables adhesiones y alianzas, que cubrían extensas zonas de Europa desde la caída del Primer Imperio francés. Este fue el logro más claro del siglo XIX. El vigor nacionalista que dinamizaba este proceso histórico resulta tan perceptible cuando se triunfa como cuando se fracasa en el combate por la libertad política. Las luchas de los irlandeses, polacos, finlandeses, húngaros y checos para no ser subyugados ni aceptar alianzas impuestas despóticamente por los países vecinos más fuertes que ellos, hicieron brotar en toda su pujanza el poderoso sentimiento de la nacionalidad.

El período de mediados del siglo se caracteriza especialmente por una serie de resurgimientos netamente «nacionalistas», algunos de los cuales motivaron en parte hasta cambios en las dinastías, mientras que otros se apagaron o fueron aplastados. Holanda, Polonia, Bélgica, Noruega, los Balcanes formaron un vasto anfiteatro para estas luchas de las fuerzas nacionales.

Al concluir el tercer cuarto del siglo, Europa se encontraba organizada de modo relativamente satisfactorio en grandes Estados nacionales o federaciones de Estados, si bien por la propia naturaleza de estas cuestiones nunca se alcanza en ellas una situación absolutamente definitiva, e Italia continuó mirando a Trieste, igual que Alemania sigue mirando a Austria para realizar su destino histórico manifiesto.

Las pasiones nacionalistas y las formas dinásticas que ellas contribuyeron a moldear y animar son, en gran parte, atribuibles a la persistente y enconada resistencia que ciertos pueblos, lo mismo grandes que pequeños, se vieron obligados a mantener frente a los designios imperiales de Napoleón. Al influjo de la tensión del combate, el espíritu de Inglaterra llegó a un grado de autoconciencia nacional que nunca había alcanzado desde «los días gloriosos de la gran Isabel». Jena hizo de Prusia una gran nación. La campaña de Moscú hizo que Rusia empezara a desempeñar un activo papel político en el concierto de las nacionalidades europeas y que, a la vez, abriera por primera vez sus fronteras a todas las manifestaciones de las ideas y tendencias de Occidente.

Si pasamos del nacionalismo territorial y dinástico al espíritu de solidaridad racial, lingüística y económica que lo ha animado, nos encontraremos con un movimiento aún más extraordinario. El estrecho exclusivismo provinciano, por una parte, y por la otra el vago cosmopolitismo, fueron vencidos y sustituidos por una eclosión de los sentimientos nacionalistas, que en los pueblos menos poderosos se manifestaba no sólo como tenaz y heroica resistencia a la anexión política, o como nacionalismo territorial, sino como apasionado renacimiento de costumbres, lenguas, artes y literaturas, que estaban en decadencia; mientras en los pueblos más fuertes fomentó extrañas ambiciones relativas al «destino histórico» nacional, junto con el consiguiente espíritu patriotero.

Quien mejor ha establecido los verdaderos límites y la verdadera naturaleza de la nacionalidad ha sido J. S. Mill, que dice:

«Puede afirmarse que una parte de la humanidad constituye una nación cuando sus componentes están unidos por lazos de solidaridad y empatía, que no se dan entre ellos y personas de otros grupos. Varias son las causas que pueden generar este sentimiento de la nacionalidad. A veces es consecuencia de la comunidad de raza y de antepasados. El tener la misma lengua y la misma religión también lo fomentan grandemente. Los límites geográficos son otra causa. Pero la más importante de todas es la identidad de precedentes políticos, el poseer una misma historia nacional y, consiguientemente, los mismos recuerdos, las mismas glorias y humillaciones, los mismos sinsabores y satisfacciones, relacionados con los mismos hechos e incidentes del pasado».

Cuando se saca este genuino sentir nacionalista de sus cauces naturales y se lo utiliza pará invadir y anexionarse el territorio cercano o distante de pueblos que no lo desean y que resultan inasimilables, nos encontramos con una degeneración del auténtico nacionalismo, que señala la transición del nacionalismo a un colonialismo espúreo, por una parte, y al imperialismo, por la otra.

Cuando el colonialismo consiste en la migración de parte de los miembros de una nación a tierras extranjeras vacías o escasamente pobladas, y los emigrantes conservan los plenos derechos ciudadanos de que disfrutaban en la metrópoli o, en otro caso, crean en dichas tierras un sistema de autogobierno local en todo conforme con las instituciones de la metrópoli y sometido, en última instancia, al control de aquélla, puede considerarse este colonialismo como una legítima expansión de la nacionalidad, como una ampliación territorial de la raza, la lengua y las instituciones de la nación: Pocas son, empero, las colonias que a lo largo de la historia, estando muy distantes de la madre patria, han mantenido las características antes señaladas. Lo que ha solido pasar es que o han cortado los lazos con la metrópoli y se han constituido en nacionalidades distintas, separadas, o han sido mantenidas en una situación de total dependencia política en lo referente a las principales funciones de gobierno, y, en este caso, es, al menos, tan apropiado el término «imperialismo» como el de colonialismo. La única forma de colonia remota que puede considerarse como clara expansión del nacionalismo es la que existe en las colonias británicas autogobernadas de la Australasia y Canadá, e incluso en estos casos las circunstancias locales pueden dar lugar a un nacionalismo independiente, que se base en la firme consolidación de unos intereses y sentimientos coloniales ajenos, e incluso opuestos, a los dé la metrópoli. En otras colonias «autogobernadas», en la colonia de El Cabo y en Natal, por ejemplo, donde la mayoría de los blancos no descienden de colonos británicos, donde las razas sometidas o «inferiores» predominan grandemente en número, y donde el clima y otras circunstancias naturales conforman una civilización distinta a la de la «metrópoli», hace mucho que él conflicto entre las ideas coloniales e imperiales ocupa un lugar preeminente en la atención de los políticos. Cuando lord Rosmead señalaba que la presencia permanente del factor imperial era «sencillamente absurda», y Mr. Rhodes hablaba de su «eliminación», estaban abogando por un «colonialismo» que, por su propia dinámica interna tiene más probabilidades que el de las colonias de la Australasia o Canadá de convertirse, con el paso del tiempo, en un «nacionalismo» independiente, como consecuencia de la gran divergencia que existe entre él y la madre patria en lo que se refiere a intereses económicos y a otras circunstancias esenciales de la forma de vida. Las demás colonias británicas son claros ejemplos del espíritu imperialista, y no colonialista. No hay en ellas un sector importante de la población compuesto por colonos británicos que vivan con sus familias, según las costumbres sociales y políticas, y las leyes de su tierra natal. Por el contrario, suelen formar por lo general una pequeña minoría, que ejerce el poder político y económico sobre una mayoría de pueblos extraños y subyugados y que, a su vez, está sometida al control político despótico del gobierno imperial, o de las personas que él designe para gobernar, en su nombre, las colonias. Esta situación, habitual en las colonias británicas, era poco menos que la norma en las colonias de otros países europeos. No había razón válida alguna para considerar a las «colonias» que Francia y Alemania establecieron en África y Asia como plantaciones de la vida nacional francesa o alemana en ultramar. En ningún sitio, ni siquiera en Argelia, ha habido en estas «colonias» una verdadera civilización europea. La estructura política y económica de sus colectividades es totalmente ajena a la de sus respectivas metrópolis.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Estudio del Imperialismo»

Mira libros similares a Estudio del Imperialismo. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Estudio del Imperialismo»

Discusión, reseñas del libro Estudio del Imperialismo y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.