Datos del libro
©2012, Cerrato, Rafael
©2012, Alexandria Library
ISBN: 5705547533428
Generado con: QualityEbook v0.66
MUTIS: El sabio de Cádiz
Sacerdote de Dios y de la naturaleza
Rafael Cerrato
Dedicatoria
D EDICO este libro de una manera muy especial, a las siguientes personas:
A mi querido amigo Enrique Córdoba, de Radio Caracol de Miami, ya que fue en una de sus tertulias, donde surgió la idea de hacer este libro.
A María Teresa San Pedro, por su paciencia para conmigo.
A la doctora Carmen Jiménez Martínez, de Cádiz, ya que ella, mi médico de cuerpo y alma desde hace muchos años y quien mejor ha sabido curarme, fue la primera lectora y quien más influyó en mi ánimo.
A mi buen amigo y editor Kiko Arocha, quien ha hecho un magnifico trabajo y me ha soportado estoicamente.
Por último, a a la Biblioteca de la Universidad del Rosario, de Santa Fe de Bogotá, ya que fue de allí donde pude surtirme del material necesario para llevar a cabo este proyecto.
A todos ellos, vaya mi profundo agradecimiento.
Palabras escritas por Su Majestad el Rey Juan Carlos I en el año de 1992
L A Real Expedición Botánica que José Celestino Mutis realizó al Reino de la Nueva Granada entre 1783 y 1808, fue el acontecimiento científico y cultural más importante de cuantos realizará España en el Nuevo Mundo durante la época de la Ilustración y, sin duda, uno de los primeros intentos de Colombia para aunar los campos científicos y cultural, político y civil, en un proyecto único que perfilará la personalidad colombiana y la capacitará para asumir la gesta bolivariana.
Nuestro Mutis, el gaditano docto y estudioso, el investigador insaciable, médico, botánico, astrónomo, divulgador de ciencias físicas y matemáticas, se convierte en el centro de esta gran empresa: con su talento polifacético y con su dedicación fervorosa, impulsa esta gran aventura del conocimiento que, aún inconclusa, le proyectará como una de las personalidades científicas de mayor relieve en el filo de los siglos XVIII y XIX. Un extraordinario equipo de colaboradores nacido en la Nueva Granada —Vezga, Valenzuela, Zea, Caldas, Lozano— al que se unirá el talento artístico de Francisco Matis, explorará bajo la dirección de Mutis el territorio Colombiano y dejará plasmada, en la inmensa colección de láminas y acuarelas, la flora neotropical que se extiende de las cumbres nevadas de los Andes a las selva cálidas del Amazonas. De ellas más de 6.000 variedades botánicas se conservan debidamente catalogadas en el Real Jardín Botánico de Madrid.
Cádiz
F UE durante el siglo XVI, cuando el puerto de Cádiz se fue convirtiendo en la principal vía marítima del tráfico español con América.
En el año 1558, las autoridades centrales autorizaron a las naves que venían de las Antillas con cargamentos de cueros para Europa, a que descargasen en su puerto. Unos cuanto años más tarde, se amplió esta autorización a todas aquellas embarcaciones que no pudieran atravesar fácilmente la barra del Guadalquivir, debido a la acumulación de arenas, para remontar hasta Sevilla.
La ciudad hispalense que hasta entonces había ocupado un lugar privilegiado, con la limitación que imponían las arenas en las marismas de la desembocadura del Guadalquivir, empezó a verse alejada de las riquezas que proporcionaba el tráfico con las colonias americanas y del Pacífico.
Los habitantes de Cádiz, supieron aprovechar aquella coyuntura. Fue tal su ventura que, las fiebres malignas que asolaron Andalucía durante aquellos años, se detuvieron en esta ciudad, y permanecieron en Sevilla hasta diezmarla, acelerando su ocaso mercantil y naval. Mientras tanto, el incremento de las actividades en la Tacita de Plata iba en aumento, en detrimento de la ciudad bética.
Todas las circunstancias confluyeron, para que el puerto de Cádiz se convirtiera en el siglo XVIII en residencia de comerciantes llegados de casi todos los lugares de Europa. Para la mayor parte de los gaditanos los extranjeros eran bien recibidos, aunque a veces levantaban recelos, por su mayor formación académica y nivel económico. Parecían querer dominarlo todo y pasear sus aires de superioridad, frente a los nativos de mentalidad bastante más atrasada, aunque no por ello, menos despiertos y rápidos en sus reacciones.
Desde 1714, si no es que desde muchos años antes, la ciudad fue cambiando y mejorando en todos los aspectos. Y es que todo parecía confabularse en su avance: el comercio, la geografía, la historia y la cultura.
De esta manera, el viejo puerto de Cádiz se convirtió, en el año 1717, en el centro neurálgico del comercio con las Indias, al trasladarse al mismo la importante Casa de Contratación. Aunque desde años atrás, ya había llegado a adquirir la bien merecida reputación de ser la puerta de entrada de exóticos productos coloniales, de materias primas minerales y vegetales que, se distribuían desde aquí por todas las latitudes y caminos de Europa. Aquí se podía encontrar de todo; frutas exóticas, animales desconocidos, hierbas medicinales con todo tipo de propiedades, nuevas bebidas alcohólicas. Era la puerta de salida de todo tipo de mercaderías elaboradas en España y manufacturadas fuera de ella, que constituían el comercio imperial.
Cádiz era por entonces, y sin lugar a dudas, la más cosmopolita y comercial de las ciudades españolas del siglo XVIII. Lo fue tanto que llegó a convertirse en el «navío de contrabando anclado en la orilla española», como alguien la calificó. Aquí el estraperlo, llegó a ser asunto de todos los días y materia de todas las cosas. Tabaco y azúcar, telas y ollas, objetos de la vida diaria y lujos superfluos, todo se manejaba en la bolsa del mercado negro, del que algo se introducía al interior de la península, aunque la mayor parte se embarcaba hacia otros países, especialmente para tierras americanas.
Su población era de lo más variopinta, encontrándose todo tipo de razas y culturas. Por algo se la podía considerar la más importante urbe comercial del mundo en aquellos años.
Además, desde que en el año 1713 el peñón de Gibraltar cayera en manos inglesas, su estratégica situación la llevó a convertirse al mismo tiempo en un importante enclave militar. Es por ello que, y para mayor honra del puerto, se la convirtió desde 1717 en sede de la Escuela de Guardias Marinas, Institución esencial para la difusión y renovación hispánica de las ciencias náuticas, astronómicas, geográficas y cartográficas. Desde entonces, fue el centro incuestionable de lo que se llamó el arte de navegar.
Unos cuantos años más tarde, en 1751, fue declarada asiento del Colegio de Artillería, donde las matemáticas y el cálculo encontraron un alto nivel de enseñanza. A ello se unió el flujo del comercio, y todo esto hizo que la ciudad llegara a su máximo esplendor.
Entre otras actividades, tenía a gala, el ser una de las ciudades donde residía uno de los más prósperos comercios de libros de nuestro país, tanto propios como llegados de París, Lyón, Ginebra, Flandes, Italia y otras importantes ciudades de la Europa occidental. Los principales proveedores de obras prohibidas en España y sus colonias, centraron sus esfuerzos de distribución en Cádiz, para suministro de las flotas que de allí salían hacia los principales puertos de la América española.
Confundidos entre otras mercaderías, disimulados en barricas, cubiertos por telas, escondidos entre los equipajes de funcionarios, todo ello para burlar a la inquisición, los textos claves de la nueva cultura ilustrada lograron atravesar el mar y difundirse por el nuevo continente. Fue tan significativo y notorio este comercio, que las autoridades hubieron de tomar precauciones especiales, para evitar que los cargamentos destinados a las colonias de ultramar, ocultaran obras prohibidas por el Santo Tribunal, por entonces ya en decadencia.
