Florentino Vezga - La expedición botánica

La historia nuestra no está allá, en el pasado, está aquí, en los sueños en vigilia del presente. Somos un diálogo permanente de la memoria viva con los hechos de la historia que la hicieron posible.

El Bicentenario de la Independencia: 200 años de habernos liberado del yugo de la madre patria, España, inaugurados con el alegórico encontronazo del realista Llorente con el ciudadano Antonio Morales, el 20 de Julio de 1810, en la plaza Mayor, hoy plaza de Bolívar de Bogotá, en el actual Museo del Florero.

Hay algo asombroso y por ello, no menos maravilloso: La Independencia de Colombia de la Corona Española no la propició la guerra, sino la ciencia, la imaginación poética y el conocimiento universal, generados por la idea revolucionaria de Nicolás Copérnico de que la tierra giraba alrededor del sol y la mecánica de Newton, que implantara el sabio de Cádiz, José Celestino Mutis, quien vino a Colombia, el Nuevo Reino de Granada, por aquel entonces, como médico del virrey Mezzía de la Zerda, quien generó desde Mariquita, (Tolima) y luego desde Santafé, uno de los más geniales hechos de cómo los subyugados por España, le aportaríamos el más sublime conocimiento de las ciencias naturales al mundo, hecho reconocido por el propio maestro de la Universidad de Upsala, en Suecia, el gran naturalista Carlos Linneo: La Expedición Botánica. Somos hijos de la ciencia, más no de la guerra.

Sabio ejemplo de la historia: Los brillantes alumnos del sabio Mutis en los claustros del Colegio del Rosario, de Bogotá, fueron los sacrificados de una guerra, con la dignidad de salvar a su país del yugo extranjero. Pelearon con la inteligencia y casi nunca con las armas y por las armas fueron reducidos sus talentos. El pacificador Pablo Morillo, hijo de campesinos criadores de cabras en un pueblito de España, era un valiente guerrero y un astuto político, toreado en muchas plazas. Negar los méritos del adversario, es disminuir la gloria del vencedor. Unos y otros, los que se salvaron del patíbulo y los fusilados, son los forjadores de nuestra nacionalidad.

Francisco Antonio Zea, el antioqueño grande en las ciencias naturales y en su concepto de nación, el padre Andrés Rosillo, Francisco José de Caldas, el sabio que hizo genuinos lecturas de nuestra geografía y de los inconmensurables mapas del cielo, sacrificado por el Pacificador Pablo Morillo, Joaquín Camacho, su socio en el diario registro de los 30 primeros días de la revolución y víctimas de la misma causa, Camilo Torres, el ideólogo, también fusilado, Francisco Miranda, el gran divulgador de la independencia en Europa, Antonio Nariño, el grande y noble guerrero, traductor de Los Derechos del hombre, Jorge Tadeo Lozano, el estudioso de la fauna, Custodio García Rovira, El estudiante, Policarpa Salavarrieta, la heroína de Guaduas, fusilada al igual que su amado Alejandro Sabaraín, Miguel Pombo, Pedro Fermín de Vargas, el maestro de la economía política, José Acevedo y Gómez, el tribuno del pueblo, José Antonio Carbonell, en fin, una pléyade de ilustres precursores y protagonistas de la libertad, y tantos otros héroes anónimos, cuya lista es larga. Influidos todos ellos por la Revolución Francesa, con su sacrificio nos dieron la condición universal de ciudadanos. Bolívar, el Libertador y Francisco de Paula Santander, el hombre de las leyes e intrépido combatiente, José Antonio Páez, el aguerrido llanero presidente de Venezuela, Soublette, Anzoátegui, Antonio José de Sucre (el mariscal de Ayacucho), José María Córdoba, Antonio Ricaurte, Luciano D'Luyar y tantos otros, quienes nos llevaran a la emancipación definitiva con el triunfo que desde Angostura, en el Orinoco, la batalla de Pienta, el paso por el páramo de Pisba, la batalla del Pantano de Vargas y la batalla de Boyacá, le pusieron fin a la ignominia, para el ingreso triunfante del ejército Libertador a Bogotá.

El Libertador Simón Bolívar con su ejército se dirige al sur: libera el Ecuador, Perú y Bolivia. El genio de Bolívar lo hace grande entre los grandes conductores de la humanidad. Merece especial mención la figura de Codazzi, el corsario de las aguas del mar Caribe, el infatigable andariego en busca de Bolívar y el gran geógrafo de Venezuela y organizador de la Comisión Corográfica, expedición científica durante nueve años por todo el territorio colombiano.

¡Qué bueno que cada uno de nosotros descifre el mensaje de ésta magna celebración!

Esa es la filosofía que inspira la Biblioteca ilustrada del Bicentenario, como un aporte a los doscientos años de la independencia nacional, que no se celebran todos los días.

Carlos Nicolás Hernández Camacho

Editor

FLORENTINO VEZGA (Zapatoca, Colombia, 23 de agosto de 1833 - Bogotá, Colombia, 6 de mayo 1890). Florentino Vezga Pinilla nació en Zapatoca, Santander, el 23 de agosto de 1833. Su padre participó en las luchas de la independencia.

Inicia su educación en una escuela rural de su pueblo y realiza sus estudios de bachillerato en el Colegio San José de Guanentá, en la villa de San Gil. De ahí pasa a realizar sus estudios de jurisprudencia, ciencias naturales y medicina en el Colegio Mayor del Rosario, en Bogotá.

Realizó una actividad periodística intensa, en el Diario de Cundinamarca. La Expedición Botánica del sabio Mutis le marcó la vida.

En un viaje poético por los cerros de Guadalupe y Monserrate, un puñado de jóvenes inquietos y virtuosos, se propuso crear la Sociedad Naturalista Neogranadinos.

Era el mes de junio de 1859. Por esas alturas del asombro bogotano, en 1801 había estado haciendo sus mediciones el varón de Humboldt y mucho antes, recién llegado a la Nueva Granada, el sabio Mutis, quien viniera como médico personal del Virrey Messía de la Zerda.

En esa Sociedad Naturalista Neogranadinos, nacida en Monserrate, sobresalen el célebre químico, mineralogista y profesor en París de las culturas orientales, Ezequiel Uricoechea, nieto del famoso fiscal del virreinato, Francisco Antonio Moreno y Escandón.

La Expedición Botánica del sabio Mutis, era su faro de valientes soñadores. Aún los ecos de la obra del infatigable Agustín Codazzi resonaban en su segunda patria adoptiva.

En la imagen superior, se ve a Florentino Vezga y Lino Ruiz. Acuarela sobre papel blanco de José María Espinosa. Museo Nacional de Colombia. Bogotá

La memoria de la botánica de Florentino Vezga, es realmente un relato diáfano y maravilloso, en torno de la figura del sabio Mutis.

En el famoso Papel Periódico Ilustrado, el artista del grabado, Alberto Urdaneta inserta un bosquejo biográfico alrededor de la figura de Florentino Vezga: «El señor doctor don Florentino Vezga, que nos ha obsequiado con el recuerdo biográfico del general Reyes Patria, es del país. En su carrera política ha desempeñado puestos muy importantes como: Secretario de Gobierno y Hacienda de Cundinamarca, Representante al Congreso Nacional, Oficial Mayor del Departamento de relaciones Exteriores, etc. Estudió con notable aprovechamiento literatura, filosofía, derecho, ciencias políticas, etc., en los Colegios de San Bartolomé y el Rosario; y apenas salido de éstos escribió una Memoria sobre la historia de la botánica en Colombia, obra justamente elogiada por Vergara y Vergara, quien refiriéndose a ella en su Historia de las letras patrias, la califica de “la más filosófica que se ha publicado en nuestro país y en nuestro siglo” concepto que secundó el señor Schumacher en una biografía del doctor José Triana. En los últimos catorce años fue redactor del Diario de Cundinamarca y colaborador de otros periódicos, sin que ni un solo día hubiera aparecido el primero sin llevar algún editorial suyo, que apuntara al asunto de actualidad. Es don Florentino Vezga de regular estatura, más bien alto: grueso, reposado en sus movimientos y más aún en su modo de discurrir, lo que hace siempre con espíritu de persuasión, dando pormenores precisos acompañados de su habitual bondadosa sonrisa, aunque su peroración sea candente o exaltada. Cara ancha, fresca; perilla y bigote sin canas, y abundante pelo negro, manifiestan en Vezga la plenitud de la vida. Apasionado por el tresillo, poco madrugador de consiguiente, tranquilo en su modo de ser, por las obras que ha producido habrá de juzgarse, pero si trasnocha con frecuencia tiene gran facilidad para escribir como para darse al estudio, Hombre de mundo lo prueba constantemente en el trato agradable de que disfrutan sus amigos cuando gozan de su amena conversación».