Título Original: The Lives of Animals
Traductor: Martínez-Lage, Miguel
©1999, Coetzee, John Maxwell
©2001, Mondadori
Colección: Literatura Mondadori, 154
ISBN: 9788439707066
Los filósofos y los animales
Está esperándola en la puerta de embarque cuando llega su vuelo. Han pasado dos años desde la última vez que vio a su madre; muy a su pesar, se sorprende al comprobar cuánto ha envejecido. Su cabello, en el que solo recordaba algunas mechas grises, ahora es completamente blanco; camina con los hombros caídos; tiene las carnes fláccidas.
Nunca han sido una familia muy dada a las muestras de afecto. Un abrazo, unas palabras solo murmuradas y queda resuelto el trámite de los saludos. En silencio, siguen el flujo de los viajeros hacia la sala de recogida de equipajes. Recogen su maleta y emprenden el viaje en coche, que tendrá hora y media de duración.
—Un viaje muy largo —comenta él—. Debes de estar agotada.
—Lista para dormirme —dice ella. En efecto, durante el trayecto se duerme un rato, la cabeza apoyada de cualquier manera contra la ventanilla.
A las seis en punto, cuando ya empieza a anochecer, aparcan delante de la casa en las afueras de Waltham donde vive él. Su mujer, Norma, y sus hijos salen a recibirlos al porche. Con una muestra de cariño que debe de costarle un gran esfuerzo, Norma extiende los brazos y exclama:
—¡Elizabeth!
Las dos mujeres se abrazan; los pequeños, como niños bien educados, aunque de manera más comedida, imitan a su madre.
Elizabeth Costello, la novelista, se alojará en casa durante los tres días que ha de durar su visita al Appleton College. No son días cuya llegada él haya ansiado. Su mujer y su madre no se llevan bien. Mejor habría sido que Elizabeth se hubiera alojado en un hotel, aunque él no sea capaz de insinuar siquiera tal opción.
Las hostilidades se reanudan casi de inmediato. Norma ha preparado una cena ligera. Su madre se percata de que solo hay tres platos en la mesa.
—¿Es que no cenan los niños con nosotros? —pregunta.
—No —replica Norma—. Cenan en el cuarto de jugar.
—¿Por qué?
La pregunta es ociosa, pues conoce de sobra la respuesta. Los niños cenan aparte porque a Elizabeth no le agrada ver carne sobre la mesa, mientras que Norma se niega a modificar la dieta de los niños para adaptarla a lo que llama «la delicada sensibilidad de tu madre».
—¿Por qué? —pregunta Elizabeth por segunda vez.
Norma le lanza a él una mirada de enojo. El suspira.
—Madre —le dice—, los niños van a cenar pollo. Esa es la razón.
—Ah, entiendo —dice ella.
Su madre ha recibido una invitación del Appleton College, en donde John es profesor adjunto de física y astronomía, para pronunciar la conferencia anual de la Cátedra Gates y reunirse después con los estudiantes de literatura. Como Costello es el apellido de soltera de su madre, y como él nunca ha pensado que existiera razón alguna para divulgar su parentesco con ella, cuando se cursó la invitación se desconocía que Elizabeth Costello, la escritora australiana, tuviera un familiar entre la comunidad docente de Appleton. Él hubiese preferido que las cosas siguieran igual.
Elizabeth Costello es famosa en el mundo entero sobre todo por La casa de Eccles Street (1969), una novela sobre Marion Bloom, esposa de Leopold Bloom, que hoy se menciona en el mismo contexto que El cuaderno dorado o La historia de Christa T , por ser una obra rompedora y pionera en el campo de la ficción feminista. A lo largo de la última década ha florecido a su alrededor una pequeña industria crítica; existe incluso un Boletín Elizabeth Costello que se publica periódicamente en Albuquerque, Nuevo México.
Habida cuenta de su renombre como novelista, esta mujer entrada en carnes, de cabellos blancos, ha sido invitada a Appleton para hablar sobre el tema que ella misma escoja; ella ha respondido a la invitación con la decisión de charlar no sobre sí misma ni sobre sus obras de ficción, tal como sin duda les habría complacido a sus anfitriones, sino acerca de uno de sus caballos de batalla predilectos: los animales.
John Bernard no ha querido divulgar su parentesco con Elizabeth Costello porque prefiere abrirse camino a su manera en el mundo. No es que se avergüence de su madre. Al contrario, está orgulloso de ella, a pesar de que su hermana, su difunto padre y él mismo aparecen en los libros de su madre de una manera que a veces a él le resulta bastante dolorosa. Sin embargo, no está muy seguro de desear escuchar una vez más su discurso sobre los derechos de los animales, sobre todo porque sabe que después, en la cama, su mujer lo agasajará con sus desdeñosos comentarios al respecto.
Conoció a Norma y sé casó con ella cuando los dos eran estudiantes de posgrado en la Johns Hopkins. Norma es doctora en filosofía, especializada en la filosofía de las ideas. Tras mudarse con él a Appleton, no ha conseguido encontrar una plaza docente. Esto le causa amargura y es una fuente de conflictos entre ambos.
Norma y su madre nunca se han caído bien. Es probable que Elizabeth hubiera optado por no llevarse bien con ninguna mujer que se hubiera casado con él. En cuanto a Norma, nunca ha tenido reparos en decirle que los libros de su madre están sobrevalorados, y que sus opiniones sobre los animales, la conciencia animal y la relación de los seres humanos con los animales son vacuas, pueriles y sensibleras. Ahora está preparando un ensayo crítico para una revista de filosofía sobre los experimentos de aprendizaje del lenguaje con primates. A él no le extrañaría que su madre apareciera en una despectiva nota a pie de página.
Él carece de opiniones al respecto en un sentido u otro. Cuando era niño tuvo hámsters durante una temporada; aparte de eso, su familiaridad con los animales es muy escasa. Su hijo mayor quiere tener un cachorro. Tanto él como Norma se resisten; no les importa el cachorro en sí, pero prevén un perro adulto, con las necesidades sexuales de un perro adulto, y les parece que solo traerá complicaciones.
Su madre tiene derecho a sus convicciones, entiende él. Si desea dedicar sus años de declive a hacer propaganda en contra de la crueldad con los animales, está en su pleno derecho. Dentro de pocos días, por ventura, ella habrá emprendido viaje hacia su próximo destino y él podrá volver de lleno a su trabajo.
Durante su primera mañana en Waltham, su madre duerme hasta bastante tarde. Él se va a dar una clase, regresa a la hora del almuerzo, la lleva a dar un paseo en coche por la ciudad. La conferencia está programada para última hora de la tarde. Luego se celebrará una cena oficial por cortesía del rector del claustro, a la que Norma y él están invitados.
La conferencia la presenta Elaine Marx, del Departamento de Literatura Inglesa. Él no la conoce, pero tiene entendido que ha escrito acerca de su madre. En su presentación, le llama la atención que ni siquiera haga el intento de vincular las novelas de su madre con el tema sobre el que versará su conferencia.
Le toca el turno a Elizabeth Costello. Él la encuentra vieja y fatigada. Sentado en primera fila junto a su mujer, trata de insuflarle algo de fuerza.