'¿Qué es el hombre? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad?'
Preguntas como éstas son discutidas aquí a la luz de las sorprendentes implicaciones de la teoría cuántica. Llevando la teoría a sus conclusiones lógicas. Davies pone en cuestión nuestros supuestos sobre la naturaleza del tiempo y del espacio y presenta una visión radicalmente distinta del universo, en la que caben múltiples mundos en un superespacio de existencias alternativas.
Paul Davies es profesor de física teórica en el King.s College de la Universidad de Cambridge. Autor de numerosos trabajos de investigación, es conocido, también, como escritor de libros de divulgación científica.
«El profesor Davies describe los aspectos más profundos de la teoría cuántica de una forma clara y luminosa, a la vez que tremendamente estimulante. Nadie podrá leer este libro sin sentir la emoción de estar llegando a lo más profundo y paradójico del universo»
Isaac Asimov
«Es muy difícil dar el nombre de otro científico que escriba para el gran público con los conocimientos, la claridad y la gracia de Paul Davis».
J. A. Wheeler, en «Physics Today».
P. C. W. DAVIES
Otros mundos
Salvat Editores, S.A.
Título Original: Other Worlds
©1980, Davies, P. C. W.
©1988, Salvat Editores, S.A.
Colección: Biblioteca científica Salvat, 28
ISBN: 9788434583726
Prefacio
A UNQUE la palabra «cuanto» ha pasado a formar parte del vocabulario popular, pocas personas se dan cuenta de la revolución que ha ocurrido en la ciencia y en la filosofía desde los inicios de la teoría cuántica de la materia a comienzos del siglo. El pasmoso éxito de esta teoría para explicar los procesos de las partículas moleculares, atómicas, nucleares y subatómicas suele oscurecer el hecho de que la propia teoría se basa en principios tan asombrosos que sus consecuencias totales no suelen apreciarlas ni siquiera muchos profesionales de la ciencia.
En este libro he tratado de afrontar abiertamente el impacto de la teoría cuántica básica sobre nuestra concepción del mundo. El comportamiento de la materia subatómica es tan ajeno a nuestro sentido común que una descripción de los fenómenos cuánticos suena a algo así como «Alicia en el país de las maravillas». El propósito del presente libro, sin embargo, no consiste tan sólo en pasar revista a una rama notoriamente difícil de la física moderna, sino en entrar en temas más amplios. ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿Es el universo que habitamos un accidente aleatorio o el resultado de un exquisito proceso de selección?
La cuestión de por qué el cosmos tiene la concreta estructura y organización que observamos ha intrigado desde hace mucho a los teólogos. En los últimos años, los descubrimientos de la física y la cosmología han abierto nuevas perspectivas de aproximación científica a estas cuestiones. La teoría cuántica nos ha enseñado que el mundo es un juego de azar y que nosotros formamos parte de los jugadores; que podrían haberse elegido otros universos, que incluso pueden existir paralelamente al nuestro o bien en regiones remotas de espacio-tiempo.
El lector no necesita tener ningún conocimiento previo de ciencia ni de filosofía. Aunque muchos de los temas aquí tratados requieren cierta gimnasia mental, he intentado explicar cada nuevo detalle, desde el punto de partida, en el lenguaje más elemental. Si algunas de las ideas cuesta creerlas, eso da testimonio de los profundos cambios acaecidos en la visión científica del mundo que han acompañado al gran progreso de las últimas décadas.
A modo de reconocimiento, me gustaría decir que he disfrutado de fructíferas conversaciones con el Dr. N. D. Birrel, el Dr. L. H. Ford, el Dr. W. G. Unruth y el profesor J. A. Wheeler sobre buena parte de las materias de que aquí se habla.
Prólogo
La revolución inadvertida
L AS revoluciones científicas tienden a asociarse con las grandes reestructuraciones de las perspectivas humanas. El alegato de Copérnico de que la Tierra no ocupaba el centro del universo inició la desintegración del dogma religioso y dividió a Europa; la teoría de Darwin de la evolución derrumbó la centenaria creencia en el especial papel biológico de los humanos; el descubrimiento por Hubble de que la Vía Láctea no es sino una más entre los miles de millones de galaxias desperdigadas a todo lo ancho de un universo en expansión abrió nuevos panoramas de la inmensidad celestial. Por tanto, no deja de ser llamativo que la mayor revolución científica de todos los tiempos haya pasado en buena medida desapercibida para el público en general, no porque sus implicaciones carezcan de interés, sino porque son tan destructivas que casi resultan increíbles, incluso para los propios revolucionarios de la ciencia.
La revolución a que nos referimos tuvo lugar entre 1900 y 1930, pero pasados más de cuarenta años todavía truena la polémica sobre qué es exactamente lo que se ha descubierto. Conocida en general como la teoría cuántica, se inicia como tentativa de explicar determinados aspectos técnicos de la física subatómica. Desde entonces, se ha desarrollado incorporando la mayor parte de la microfísica moderna, desde las partículas elementales hasta el láser, y ninguna persona seria duda de que la teoría sea cierta. Lo que está en cuestión son las extraordinarias consecuencias que se derivarían de adoptar la teoría literalmente.
Aceptarla sin restricciones conduce a la conclusión de que el mundo de nuestra experiencia -el universo que realmente percibimos- no es el único universo. Coexistiendo a su lado existen miles de millones de otros universos, algunos casi idénticos al nuestro, otros disparatadamente distintos, habitados por miríadas de copias casi exactas de nosotros mismos, que componen una gigantesca realidad multifoliada de mundos paralelos.
Para eludir este estremecedor espectro de esquizofrenia cósmica, cabe interpretar la teoría de manera más sutil, aunque sus consecuencias no sean menos fantasmagóricas. Se ha argumentado que los otros universos no son reales, sino tan sólo tentativas de realidad, mundos alternativos fallidos. No obstante, no se pueden ignorar, pues es central para la teoría cuántica, y se puede comprobar experimentalmente, que los mundos alternativos no siempre están completamente desconectados del nuestro: se superponen al universo que nosotros percibimos y tropiezan con sus átomos. Tanto si sólo son mundos fantasmales como si son tan reales y concretos como el nuestro, nuestro universo no es en realidad más que una infinitésima loncha de la gigantesca pila de imágenes cósmicas: el «superespacio». Los siguientes capítulos explicarán qué es este superespacio, cómo funciona y dónde nos acomodamos nosotros, los habitantes del superespacio.
Habitualmente se cree que la ciencia nos ayuda a construir un cuadro de la realidad objetiva: el mundo «exterior». Con el advenimiento de la teoría cuántica, esa misma realidad parece haberse desmoronado, siendo sustituida por algo tan revolucionario y extravagante que sus consecuencias aún no han sido debidamente afrontadas. Como veremos, o bien se acepta la realidad múltiple de los mundos paralelos o bien se niega que el mundo real exista en absoluto, con independencia de nuestra percepción de él. Los experimentos de laboratorio realizados en los últimos años han demostrado que los átomos y las partículas subatómicas, que la gente suele imaginar como «cosas» microscópicas, no son en absoluto cosas, en el sentido de tener una existencia independiente bien definida y una identidad diferenciada e individual. Sin embargo, todos nosotros estamos compuestos de átomos: el mundo que nos rodea parece dirigirse de manera inevitable a una crisis de identidad.
Estos estudios demuestran que la realidad, en la medida en que realidad quiera decir algo, no es una propiedad del mundo exterior de por sí, sino que está íntimamente trabada a nuestra percepción del mundo, a nuestra presencia como observadores conscientes. Quizá sea esta conclusión, más que ninguna otra, la que aporte mayor significación a la revolución cuántica, pues, a diferencia de todas las revoluciones científicas anteriores, que apartaron progresivamente a la humanidad del centro de la creación y le otorgaron el mero papel de espectadora del drama cósmico, la teoría cuántica repone al observador en el centro de la escena. De hecho, algunos científicos destacados han llegado tan lejos como a sostener que la teoría cuántica ha resuelto el enigma del entendimiento y de sus relaciones con el mundo material, afirmando que la entrada de información a la conciencia del observador es el paso fundamental para la creación de la realidad. Llevada a su extremo, esta idea supone que el universo sólo alcanza una existencia concreta como resultado de esta percepción: ¡lo crean sus propios habitantes!