• Quejarse

Paul Davies - Un Silencio Inquietante

Aquí puedes leer online Paul Davies - Un Silencio Inquietante texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Paul Davies Un Silencio Inquietante
  • Libro:
    Un Silencio Inquietante
  • Autor:
  • Genre:
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Un Silencio Inquietante: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Un Silencio Inquietante" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Paul Davies: otros libros del autor


¿Quién escribió Un Silencio Inquietante? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Un Silencio Inquietante — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Un Silencio Inquietante " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Prefacio
En agosto de 1931, Karl Jansky, un ingeniero de radio que trabajaba para Bell Telephone Laboratories en Holmdel, Nueva Jersey, realizó por casualidad un importante descubrimiento científico. A Jansky se le había encomendado la tarea de investigar un irritante ruido de fondo que interfería en la telefonía transatlántica. Para estudiarlo, construyó una simple antena con barras de metal que montó sobre cuatro neumáticos de coche, de modo que pudiera rotar, y procedió a registrar el ruido de radio procedente de distintas direcciones. La salida de aquel destartalado instrumento era un registro de papel y tinta.
Jansky no tardó en registrar tormentas eléctricas, incluso a mucha distancia, pero lo que más lo intrigaba era un susurro de fondo que parecía seguir un ciclo de veinticuatro horas. Perplejo, lo estudió más a fondo y descubrió que el período era de 23 horas y 56 minutos, la duración de lo que los astrónomos conocen como día sideral, el tiempo que tarda la Tierra en realizar una rotación completa con respecto a las estrellas lejanas (a diferencia del día solar, que es el tiempo de una rotación con respecto al Sol). La periodicidad sideral implicaba que la fuente del ruido estático de radio provenía de la Vía Láctea. Sin embargo, antes de que pudiera investigarlo más a fondo, hubo de dedicarse a otras tareas que le encargó su empresa.
De esta manera tan poco llamativa había nacido toda una disciplina científica: la radioastronomía. Sin fanfarria ni medallas.
Los siguientes progresos se produjeron, como a menudo ocurre en la ciencia, con la guerra. El desarrollo del radar durante la segunda guerra mundial conllevó un considerable aumento de la potencia y fidelidad de los receptores de radio, y ya en los primeros años de la posguerra, físicos y astrónomos vieron sus posibilidades. Utilizando equipos baratos que habían sobrado de la guerra, construyeron los primeros radiotelescopios de verdad, unos enormes discos que les permitieron recibir las emisiones del universo. Por aquel entonces, en la década de 1950, algunos científicos comprendieron que los radiotelescopios eran lo bastante potentes como para comunicarse a distancias interestelares, de modo que si en otros planetas había seres inteligentes, los humanos podrían recibir sus mensajes de radio.
El 19 de septiembre de 1959 la respetable revista científica Nature publicaba un artículo escrito por dos físicos de la Universidad de Cornell, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, titulado «En busca de comunicaciones interestelares», en el que los autores invitaban a los radioastrónomos a buscar mensajes de radio procedentes de civilizaciones alienígenas. Cocconi y Morrison concedían que sus ideas eran pura especulación, pero concluían con una observación pertinente: «La probabilidad de éxito es difícil de estimar; pero si nunca buscamos, la probabilidad de éxito será cero». Al año siguiente aceptaba el reto un joven astrónomo, Frank Drake, a quien va dedicado este libro. Drake utilizó un radiotelescopio de Virginia Occidental para comenzar a buscar señales de radio, y de sus esfuerzos nació el programa internacional de investigación SETI. SETI son las siglas inglesas de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, y desde los años 1960 ha animado a una heroica legión de astrónomos a barrer el firmamento en busca de cualquier signo de que no estamos solos en el universo. En 2010, SETI cumple oficialmente cincuenta años, lo que parece un buen momento para hacer balance. Este libro es un tributo a la dedicación, profesionalidad y contagioso optimismo de los investigadores del SETI en general, y, en particular, a la valentía y la visión de Frank Drake.
El tema del que se ocupa el proyecto SETI es especulativo en un grado muy superior al de la ciencia convencional. Hay que poner una gran dosis de cautela en toda discusión sobre civilizaciones extraterrestres. Pero conservar un sólido optimismo no debe impedir que nos acerquemos a SETI de una forma metódica e inquisitiva, armados con lo mejor del conocimiento que nos aporta la ciencia. Ese es el espíritu que me ha acompañado al escribir este libro. He tenido la precaución de separar los hechos y las teorías en las que tenemos alguna confianza, de las extrapolaciones razonables pero no contrastadas y, sobre todo, de la especulación más libre alentada en buena medida por las ideas de la ciencia ficción.
Yo no era más que un estudiante de secundaria cuando SETI comenzó, y aunque tenía una vaga idea de que existía, mis ideas sobre la vida más allá de la Tierra provenían casi de manera exclusiva de la ciencia ficción. Como tanta gente, aprendí más sobre el SETI gracias a las muchas apariciones en televisión del carismático científico Carl Sagan, cuya novela Contacto, y la posterior película que realizó Hollywood a partir del libro, convencieron a muchas personas de que SETI es una aventura humana sin parangón. Más tarde llegué a conocer bastante bien a los principales implicados en el proyecto, gran parte de los cuales trabajan en la actualidad en el Instituto SETI de California.
Muchas de las ideas sobre las que he escrito en este libro nacen de mi larga y fructífera relación con ellos, y especialmente con Frank Drake, Jill Tarter, Seth Shostak y Doug Vakoch.
Pero no quería limitarme a escribir un anodino libro congratulatorio; al contrario, decidí examinar a fondo los objetivos y suposiciones del proyecto. Mientras lo escribía, no dejaba de preguntarme si pasábamos por alto algo importante. A los viejos hábitos les cuesta morir, a un proyecto que lleva cincuenta años en marcha, puede irle bien que lo sacudan un poco. En febrero de 2008 celebramos un taller en la Universidad Estatal de Arizona que, con el título «El sonido del silencio», animaba a pensar en formas radicalmente nuevas de abordar la evocativa pregunta, «¿Estamos solos?». El contenido de este libro es un buen reflejo de mucho de lo que se discutió durante aquel taller, y por ello agradezco su colaboración a todos los participantes.
También hay otros agradecimientos que debo concretar a continuación. El primero y más importante es para mi esposa Pauline Davies, una periodista y locutora científica, con una mente profundamente escéptica y una rigurosa e inflexible exigencia de precisión factual y escrupulosa argumentación lógica. No sólo cargó contra más de un descuido, sino que me ayudó a expresar de forma más clara muchas de las argumentaciones, y aportó otras tantas ideas propias que aparecen en el texto sin que se le atribuyan de manera específica.
Mis puntos de vista sobre el tema del libro fueron tomando forma a lo largo de las muchas discusiones profundas que hemos mantenido con los años. Carol Oliver, antigua periodista y científica del SETI y en la actualidad astrobióloga, ha sido una valiosa colaboradora y un firme apoyo durante mi «carrera en el SETI». Gregory Benford, James Benford, David Brin, Gil Levin y Charles Lineweaver me ofrecieron valiosas críticas de algunas secciones del libro. Mi agente literario, John Brockman, ha sido durante décadas una fuente de estímulo y apoyo para mi carrera de escritor. Mis editores, Amanda Cook y Will Goodlad, han sabido llevar este proyecto con profesionalidad y simpatía; el texto ha mejorado enormemente gracias a las detalladas críticas de Amanda. Por último, quiero dar las gracias muy especialmente a Frank Drake, cuyas inspiradoras conferencias y artículos me atrajeron hasta esta disciplina.
¿Hay alguien ahí?
La ausencia de pruebas no prueba la ausencia.
Donald Rumsfeld (refiriéndose a las armas de destrucción masiva)
¿Y si ET llamase mañana?
Una mañana fría y neblinosa de abril de 1960, un joven astrónomo llamado Frank Drake tomó tranquilamente el control del disco 16m del Observatorio Nacional de Radioastronomía de EE.UU. en Green Bank, en el estado de Virginia Occidental. Pocos comprendieron que ese momento era un punto de inflexión en la ciencia. De forma lenta y metódica, Drake guió el gigantesco instrumento hacia una estrella parecida al Sol conocida como Tau Ceti, situada a once años luz de distancia, ajustó la frecuencia a 1.420 MHz y se dispuso a esperar. Su más fervoroso deseo era que, desde un planeta en órbita alrededor de Tau Ceti, unos seres alienígenas estuvieran enviando señales de radio en nuestra dirección, y que su potente antena pudiera detectarlas.
Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Un Silencio Inquietante»

Mira libros similares a Un Silencio Inquietante. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Un Silencio Inquietante»

Discusión, reseñas del libro Un Silencio Inquietante y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.