¿Es posible regresar al futuro? ¿Se puede explorar el pasado? ¿Qué nos hace falta para viajar en el tiempo? ¿Qué ocurriría si lo lográramos?
Este ensayo es una guía precisa para que el lector no especialista en astronomía o en física teórica y cuántica se lance, de una vez por todas, al maravilloso y paradójico viaje a través del tiempo.
Una reflexión brillante, clara y amena, desde la física, sobre los conceptos de pasado, presente y futuro que se manejan en la vida diaria.
Paul Davies
Cómo construir una máquina del tiempo
ePub r1.0
Banshee 18.05.15
Título original: How to build a time machine
Paul Davies, 2002
Traducción: Ricardo García Pérez
Editor digital: Banshee
ePub base r1.2
Estoy agradecido a muchas personas por haberme ayudado con este libro. Guardo una deuda especial de gratitud con mis colegas Gerard Milburn, Lee Smolin, Peter Szekeres, Andrew White y David Wiltshire, así como con mi agente, John Brockman, y con mi editor, Stefan McGrath.
PRÓLOGO
Los viajes en el tiempo son inconcebibles.
Kingsley AMIS
Temo no poder transmitir las peculiares sensaciones del viaje a través del tiempo. Son extremadamente desagradables.
H. G. WELLS
¿Qué pasaría si se pudiera construir una máquina capaz de transportar a un ser humano a través del tiempo?
¿Es verosímil?
Hace cien años pocas personas creían que los seres humanos pudieran viajar al espacio exterior. Viajar en el tiempo, como viajar al espacio, era sencillamente cosa de la ciencia ficción. En la actualidad, los viajes espaciales son casi algo corriente. ¿Podrían convertirse algún día también los viajes en el tiempo en algo corriente?
Viajar en el tiempo es algo sin duda fácil de imaginar. Se sube uno a la máquina del tiempo, aprieta unos cuantos botones y se baja no sólo en algún otro sitio, sino en alguna otra época; en una época completamente distinta. Los escritores de obras de ciencia ficción han explotado este tema una y otra vez desde que H. G. Wells marcara el camino con su famoso relato de 1895, La máquina del tiempo. El público británico (incluido quien esto escribe) se estremeció con las aventuras del doctor Who, ese amo del tiempo acompañado de unas atractivas señoritas cómplices. Películas de Hollywood como Regreso al futuro o libros como Rescate en el tiempo hacen que parezca cosa fácil.
Entonces, ¿se puede hacer realmente? ¿Es una posibilidad científica viajar en el tiempo?
Unos instantes de reflexión revelan algunas cuestiones espinosas. ¿Dónde se encuentran exactamente el pasado y el futuro? El pasado ciertamente ha desaparecido y no se puede recuperar, mientras que el futuro todavía no ha llegado a ser. ¿Cómo puede alguien viajar a un mundo que no existe? Dejando esto a un lado, ¿qué hay de las inevitables paradojas derivadas de visitar el pasado y alterarlo? ¿Qué efecto tiene eso sobre el presente? Y si los viajes en el tiempo fueran viables, ¿dónde están todos los viajeros del tiempo procedentes del futuro que regresan a nuestra época para asomarse con curiosidad a la sociedad del siglo XXI?
No cabe duda de que los viajes en el tiempo plantean algunos problemas serios, incluso a los físicos, acostumbrados a pensar en conceptos estrafalarios como la antimateria o los agujeros negros. Pero tal vez se deba a que concebimos el tiempo de forma equivocada. Al fin y al cabo, nuestra concepción del tiempo ha cambiado espectacularmente con el paso de los años. En las culturas de la antigüedad se asociaba con el proceso y el cambio, y hundía sus raíces en los ciclos de la naturaleza y sus ritmos. Con posterioridad, Sir Isaac Newton adoptó una concepción más abstracta y mecanicista. Las palabras que empleó fueron «el tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su propia naturaleza sin relación a nada externo, fluye uniformemente», y se convirtieron en la noción aceptada por los científicos durante doscientos años.
Todo el mundo daba por supuesto sin dudarlo que, cualquiera que fuese la definición que uno prefiriera, el tiempo es lo mismo en todas partes y para todo el mundo. Dicho de otro modo, que es absoluto y universal. Es verdad que podemos sentir que el tiempo transcurre a distinto ritmo según nuestro estado de ánimo, pero el tiempo en sí es sencillamente tiempo. La finalidad de un reloj consiste en sortear las distorsiones mentales y registrar de forma objetiva el tiempo. Esta idea comporta que el tiempo se puede dividir en tres partes: pasado, presente y futuro. El presente, ahora, se supone que es el fugaz instante auténticamente real, desde el cual el pasado ha quedado confinado en la historia como un mero recuerdo enigmático y el futuro se presenta todavía brumoso e informe. Y ese ahora de fundamental importancia pasa por ser el mismo momento en todo el universo: su ahora y mi ahora son idénticos dondequiera que usted y yo estemos y con independencia de lo que estemos haciendo.
Ésa es la imagen corriente del tiempo, la que utilizamos en la vida cotidiana. Pocas personas conciben el tiempo de otro modo. Pero es incorrecta; profunda y rigurosamente incorrecta.
Más o menos en los primeros años del siglo XX quedó patente que no podía ser correcta. El mérito de dejar al descubierto los errores de la noción cotidiana del tiempo está asociado en buena medida al nombre de Albert Einstein y a la teoría de la relatividad. De un plumazo, la obra de Einstein echó por tierra la concepción de Newton tanto del espacio como del tiempo, despojó de sentido a la división universal del tiempo en pasado, presente y futuro, y allanó el camino para los viajes en el tiempo.
La teoría de la relatividad tiene alrededor de un siglo. Tras la publicación en 1905 de la llamada teoría de la relatividad especial, los físicos la dieron por válida casi de inmediato. Con el paso de las décadas ha sido puesta a prueba de manera exhaustiva en muchos experimentos. Hoy día la comunidad científica suscribe unánimemente que «el tiempo es relativo» y que la idea ordinaria de que el tiempo es absoluto y existe un «ahora» universal es mera ficción. Pero entre el público en general, la relatividad del tiempo todavía produce cierto espanto. Muchas personas parecen no haber oído hablar de ello en absoluto. Algunas se niegan en redondo a creerlo cuando se les dice, pese a que hay evidencias experimentales indiscutibles.
En los próximos capítulos veremos cómo la teoría de la relatividad conlleva que sin duda es posible viajar en el tiempo de forma restringida, aunque podrían ser igualmente posibles los viajes en el tiempo sin restricciones (a cualquier época, pasada o futura). Si parece difícil de asimilar, recuerde la famosa sentencia de J. B. S. Haldane: «El universo no sólo es más raro de lo que suponemos. Es más raro de lo que podemos suponer».
UNO
CÓMO VISITAR EL FUTURO
El tiempo no se define de forma absoluta.
Albert EINSTEIN
En un sentido obvio, todos somos viajeros del tiempo. No hay que hacer nada para ser transportado al futuro inexorablemente, al majestuoso ritmo de un segundo por segundo. Pero esto tiene un interés limitado. Un auténtico viajero del tiempo tiene que dar un espectacular salto adelante en el tiempo y llegar al futuro antes que todos los demás.