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Marshall McLuhan - Comprender los medios de comunicación

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Marshall McLuhan Comprender los medios de comunicación
  • Libro:
    Comprender los medios de comunicación
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1964
  • Índice:
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Comprender los medios de comunicación: resumen, descripción y anotación

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Algunas de las expresiones creadas hace unos años por Marshall McLuhan, como “aldea global” o “el medio es el mensaje”, han pasado ya a formar parte de nuestro vocabulario habitual. Y, del mismo modo, sus teorías siguen desafiando nuestra sensibilidad y nuestros supuestos acerca de cómo y qué comunicamos. Lo que mucha gente no sabe, sin embargo, es que todo ello partió del libro que el lector tiene en sus manos: un clásico de la comunicación de masas que hoy en día, en un nuevo contexto, pide ya una nueva definición. Precisamente, este es el objetivo de esta cuidada reedición: no sólo aprovechar el notable resurgimiento del interés por la obra de McLuhan para relacionarla con los últimos avances en el citado campo -de la televisión por cable a los últimos inventos en el campo de la telefonía, pasando por el desarrollo de nuevas ecologías de la información y la aparición de revistas especializadas-, sino volver a evaluar el texto a la luz de los cambios tecnológicos, políticos y sociales que se han producido en los albores del siglo XXI, lo que queda perfectamente reflejado en la nueva introducción de Lewis H. Lapham.

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Algunas de las expresiones creadas hace unos años por Marshall McLuhan, como «aldea global» o «el medio es el mensaje», han pasado ya a formar parte de nuestro vocabulario habitual. Y, del mismo modo, sus teorías siguen desafiando nuestra sensibilidad y nuestros supuestos acerca de cómo y qué comunicamos. Lo que mucha gente no sabe, sin embargo, es que todo ello partió del libro que el lector tiene en sus manos: un clásico de la comunicación de masas que hoy en día, en un nuevo contexto, pide ya una nueva definición. Precisamente, este es el objetivo de esta cuidada reedición: no sólo aprovechar el notable resurgimiento del interés por la obra de McLuhan para relacionarla con los últimos avances en el citado campo —de la televisión por cable a los últimos inventos en el campo de la telefonía, pasando por el desarrollo de nuevas ecologías de la información y la aparición de revistas especializadas—, sino volver a evaluar el texto a la luz de los cambios tecnológicos, políticos y sociales que se han producido en los albores del siglo XXI, lo que queda perfectamente reflejado en la nueva introducción de Lewis H. Lapham.

Marshall McLuhan Comprender los medios de comunicación Las extensiones del ser - photo 2

Marshall McLuhan

Comprender los medios de comunicación

Las extensiones del ser humano

ePub r1.0

Lestrobe 23.07.14

Título original: Understanding Media. The Extensions of Man

Marshall McLuhan, 1964

Traducción: Patrick Ducher

Editor digital: Lestrobe

ePub base r1.1

Notas 1 Ciudad histórica de Virginia Estados Unidos fundada en 1632 y - photo 3
Notas

[1] Ciudad histórica de Virginia (Estados Unidos) fundada en 1632 y antigua capital de la colonia británica de Virginia. Recientemente, fue restaurada para devolverle su aspecto colonial. [N, de T.]

[2] 2. PUf) Culture. [N. de T.]

[3] U …elv ans. [N. de T.]

[4] Programa de deportes Internacional de dicha cadena de televisión. [N. de T.]

[5] Lámparas Klieg: focos especiales utilizados en el cinc. [N. de T.]

[6] Holiday Inns: emblemática cadena estadounidense de hoteles de diversas categorías. [N. de T.]

Introducción a la edición de la MIT Press
El ahora eterno

Este verano se cumplieron treinta años desde la publicación de Comprender los medios de comunicación de Herbert Marshall McLuhan. A los pocos meses la obra había alcanzado la categoría de Escritura Sagrada y hecho de su autor el primer oráculo de su tiempo. Rara vez, que se recuerde, tan oscuro pensador había llegado de manera tan repentina y desde tan lejano rincón hasta el centro del círculo de los famosos, pero McLuhan aceptó esta transformación como si no tuviera nada de extraordinaria, como una prueba inevitable y nada sorprendente de las hipótesis que había elaborado en la biblioteca de la Universidad de Toronto. Canadiense de nacimiento y profesor de literatura inglesa, tenía entonces cincuenta y dos años. Tan enigmático como inquieto, tenía todo el aspecto de alguien convencido de que el cometido de los profetas consiste en dar noticias proféticas, y si él había escudriñado las brumas del porvenir y augurado el óbito de la palabra impresa, pues, no había hecho sino darse cuenta de algo a la vez obvio y seguro.

Su libro introdujo en la lengua el empleo actual del concepto de medios de comunicación y otros preceptos como «aldea global» y «Edad de la Información», que desde entonces se han convertido en tópicos. En otoño de 1965, Comprender los medios de comunicación hizo que el New York Herald Tribune, hablando en nombre de la mayoría de la opinión informada del momento, proclamara a su autor «el pensador más importante desde Newton, Darwin, Freud, Einstein y Pavlov». Durante los cuatro o cinco años siguientes, McLuhan recorrió los programas de entrevistas de la televisión y el circuito de conferencias empresariales, asombrando al público con un personaje que, en palabras de Tom Wolfe, combinaba «el carisma del arúspice y el convencimiento irresistible del monomaníaco». Woody Allen lo colocó en el plató de Annie Hall, y artistas tan conocidos como Andy Warhol y Robert Rauschenberg lo nombraron musa honoraria. En publicaciones tan distintas como Newsweek y Partisan Review, los sabihondos de la casa pronto se dieron cuenta de que, enfrentados a un conjunto de circunstancias inconexas, siempre podían solventar su confusión recurriendo al calificativo de «macluhanesco». Incluso después de haberse convertido en epónimo, el sabio del norte retuvo su carácter de profesor distraído, de aspecto serio aunque amable, desordenado, vestido de forma estrambótica y convencido de que el mundo entero podía caber en el baúl de sus hipótesis. Ofrecía a audiencias jóvenes y adultas, de ejecutivos de aseguradoras o de músicos en camino de Woodstock, los beneficios de délficos aforismos:

«La luz eléctrica es información pura.»

«Estamos saliendo de la edad de lo visual y entrando en la edad de lo auditivo y de lo táctil.»

«Somos como la pantalla de la televisión… Llevamos a toda la humanidad como nuestra piel.»

Pero, incluso cuando McLuhan estaba en el cenit de su fama, pocos de los que comentaban sus escritos comprendían del todo lo que quería decir. Intuían haber dado con algo importante, pero en su gran mayoría lo interpretaban como si intentara vender la teoría de las comunicaciones y aplicaron sus teorías para fines propios. McLuhan había calificado la imprenta de medio caliente y la televisión de medio frío y, aunque ni un solo crítico entre quinientos estuviera completamente seguro de lo que quería decir con esta distinción, sus palabras sirvieron para justificar desde una campaña de publicidad de 40 millones de dólares hasta una novela que carecía tanto de protagonista como de trama, pasando por una escultura hecha con neumáticos viejos.

Las alarmas y las digresiones asociadas con Comprender los medios de comunicación no sobrevivieron a la muerte de McLuhan (en Nochevieja de 1980 a la edad de sesenta y nueve años) y, como tal vez era de esperar por parte de artesanos que seguían trabajando en un medio que el difunto había considerado obsoleto, las necrológicas no fueron precisamente admirativas. La opinión informada había pasado a otras cosas, y el nombre y la reputación de McLuhan fueron relegados al desván junto con el resto de la sensibilidad (sandalias, Sgt. Pepper, Woodstock, la guerra del Vietnam) que encamaba las fallidas esperanzas de una década desprestigiada.

El juicio estuvo mal programado. Gran parte de lo que McLuhan tenía que decir cobra mucho más sentido en 1994 del que tenía en 1964 y, mientras sus obras permanecían en la sombra, sus implicaciones más profundas empezaban a manifestarse en la MTV, el Internet, la imagen política de Ronald Reagan, la recuperación de Richard Nixon, las empresas de compras por televisión y de correo electrónico, tecnologías que McLuhan había intuido pero que no vivió para ver moldeadas en silicio o vidrio.

A pesar de su título, este libro nunca ha sido fácil de entender. Alternativamente brillante y opaco, el pensamiento de McLuhan cumple las especificaciones de la epistemología que imputa a los medios electrónicos: es no lineal, repetitivo, obra más por argumentación analógica que secuencial. Partiendo de las premisas de que «nos convertimos en lo que contemplamos» y de que «modelamos nuestras herramientas y luego éstas nos modelan a nosotros», McLuhan examina los mandatos dictatoriales de dos revoluciones tecnológicas que derrocaron sendos órdenes políticos y estéticos establecidos: la invención de la imprenta con tipo móvil, a mediados del siglo XV, que animó a la gente a pensar siguiendo líneas rectas y a ordenar sus percepciones del mundo en formas compatibles con el orden visual de la página impresa; y, desde finales del siglo XIX, las nuevas aplicaciones de la electricidad (el telégrafo, el teléfono, la televisión, los ordenadores, etc.), que enseñaron a la gente a reordenar sus percepciones del mundo en formas compatibles con el protocolo del ciberespacio. El contenido sigue a la forma, y las tecnologías incipientes dieron lugar a nuevas estructuras de pensamiento y sentimiento.

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