Annotation
Con la vivacidad y sólida preparación que le han dado tanta fama como periodista, Messori presenta aquí su investigación sobre la historicidad de los Evangelios, centrada en la Pasión y Muerte de Jesús.
VITTORIO MESSORI
¿Padecio bajo Poncio pilato?
Traducción de Antonio Rubio Plo
RIALP
Sinopsis
Con la vivacidad y sólida preparación que le han dado tanta fama como periodista, Messori presenta aquí su investigación sobre la historicidad de los Evangelios, centrada en la Pasión y Muerte de Jesús.
Título Original: Pati soto Ponzio Pilato?
Traductor: Rubio Plo, Antonio
©1994, Messori, Vittorio
©1992, RIALP
ISBN: 5705547533428
Generado con: QualityEbook v0.72
Datos del libro
T ÍTULO ORIGINAL: Pati sotto Ponzio Pilato?
1992 by SEI Societá Editrice Internazionale
1994 De la versión española, realizada por Antonio R. Rubio Plo, by Ediciones RIALP, S.A. Alcalá 290. 28027 Madrid
Cubierta Pintura de Cristo Resucitado entre dos ángeles (detalle).
Diego de la Cruz. Colegiata de San Cosme y San Damián
Covarrubias (Burgos)
ÍNDICE
I . RAZONANDO sobre los Evangelios.
II. Hipótesis sobre (cierta) crítica bíblica.
III. «Judas, habiendo arrojado las monedas, se marchó y se ahorcó».
IV. El precio de la traición: Hacéldama, «Campo de sangre».
V. Pero, ¿existió realmente Judas Iscariote?
VI. Y la muchedumbre gritaba diciendo: «¡A ése no, a Barrabás!».
VII. «Es costumbre entre vosotros que os suelte un preso por la Pascua».
VIII. «Con El crucificaron también a dos ladrones».
IX. «Su mujer le mandó a decir...».
X. Bajo Poncio Pilato.
XI. El prefecto y el emperador: ¿dos «cristianos»?.
XII. «Lo envió a Herodes Antipas».
XIII. «Pero El nada le respondió».
XIV. «Vino un hombre de Arimatea, llamado José».
XV. «Era discípulo de Jesús, aunque en secreto».
XVI. «Llegó también Nicodemo».
XVII. «Siendo Sumos Sacerdotes Anás y Caifás».
XVIII. «¿Así respondes al Sumo Sacerdote?».
XIX. «Echaron mano de un tal Simón de Cirene».
XX. Este dijo: «Puedo destruir el templo».
XXI. «Han profanado tu santa casa».
XXII. «Por impulso de un dios».
XXIII. «Gritarán las piedras».
XXIV. «Según las Escrituras».
XXV. Y le hacían burla diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!».
XXVI. «Entonces lo sacaron para crucificarlo».
XXVII. «Antes que el gallo cante»
XXVIII. «No conozco ese hombre».
XXIX. «Y decía: ¡Abbá, Padre!».
XXX. La escuela del Rabbí Jesús.
XXXI. Una historia plenamente judía: ¿también en la lengua utilizada?
XXXII. «Eloí, Eloí, lemá sabactáni?».
XXXIII. I.N.R.I.
XXXIV. «Las tinieblas cubrieron toda la tierra».
XXXV. ¿Palo o cruz?
XXXVI. «El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
XXXVII. Qumrán, séptima gruta: Veinte letras para un misterio.
Dedicatoria
Escudriñad las Escrituras,
ya que esperáis tener en ellas la vida eterna:
ellas son las que dan testimonio de mí.
Jn 5, 39
I. Razonando sobre los Evangelios
E N 1976 publiqué mi primer libro, bajo el título de Hipótesis sobre Jesús.
La respuesta del gran público —primero italiano y después internacional— sorprendió ante todo a los ambientes editoriales. Pero una difusión semejante, y que todavía continúa, sorprendió asimismo a los «expertos», los teólogos y biblistas de profesión, algunos de los cuales, en el momento de publicarse el libro, hicieron gestos negativos juzgando inaceptable —por no decir abiertamente perniciosa— una investigación que les recordaba la tan denostada «apologética». En resumen, como se trataba de miembros prestigiosos de la propia Iglesia, se diría que la fe ya nada tenía que ver con el intelecto y que los creyentes ya no deberían tomar en serio la Escritura, en la que, por boca de Pedro, se exhorta a estar «siempre dispuestos a responder a todo aquel que os pida razón de vuestra esperanza» (1 Pe 3, 15).
Tengo que reconocer sin embargo que estos «profesionales de la Biblia» —enfrentados a una aceptación por parte de los lectores que demostraba la existencia de una enorme «demanda» de información a la que no se había dado una «oferta» por parte de quienes debían y podían hacerlo— terminaron por aceptar aquellas «hipótesis» con interés, a menudo con simpatía, y en cualquier caso sin objeciones técnicas. Así pues, reconocieron que —aunque mi estilo era divulgativo y periodístico-los contenidos sin embargo estaban fuera de discusión, pues todos ellos procedían, en efecto, del estudio y comparación de sus trabajos de investigación, hacia los que expresaba mi reconocimiento desde las primeras páginas.
No me sorprende, por tanto, este trato indulgente de los «expertos», conscientes de que, durante muchos años, no escatimé ninguna clase de esfuerzos antes de arriesgarme a publicar aquellas trescientas páginas.
Y por otro lado, a diferencia de editores y especialistas, tampoco me sorprende demasiado la acogida por parte del público, una acogida constante y prácticamente similar en todos los países del mundo a cuyos idiomas se tradujo el libro. En realidad, yo no había previsto que pudiera ser así. Pero —sea cual fuere mi grado de eficacia para darles respuesta— sabía muy bien que eran muchos los que se planteaban las preguntas que me habían llevado a emprender aquella investigación. Yo la había iniciado y continuado para dar respuestas a interrogantes del siguiente género: «¿Qué relación hay entre lo que narran los evangelios y lo que sucedió realmente?»; «¿Puede encontrar todavía espacio el Nuevo Testamento en el apartado de la Historia o debemos incluirlo entre las obras de poesía, mitología o simbología?»; «¿Qué se puede pensar acerca de las hipótesis —presentadas frecuentemente como nuevos dogmas— que afirman que los textos fundamentales de la fe habrían sufrido tantas y tales manipulaciones que resultaría ingenuo buscar en ellos un testimonio histórico creíble?»
Al ser consciente de la necesidad de no quitarle a la fe su carácter misterioso de «gracia» procedente de Dios y de «acogida», de «apuesta» por parte del hombre, he procurado, en la medida de lo posible, razonar sobre esa intuición que, en un determinado momento de mi vida, me ha hecho «sentir» que en los evangelios se encuentra la respuesta concreta a las demandas de los hombres de todas las épocas y lugares.
Mi problema era un problema relacionado con la verdad, referido a un judío que había dicho que él mismo era «la Verdad». A pesar de las limitaciones de mi trabajo de investigación (que yo soy el primero en resaltar, por el hecho de haber dejado que se sucedieran decenas y decenas de traducciones y reimpresiones sin hacer una actualización, y por ello he preferido elaborar un libro «nuevo», que es éste), resultaba lógico que un intento sincero y fundamentado de respuesta a unas preguntas encontrase eco en tantas personas. Una de las características del ser humano es el deseo, que tiene profundas raíces dentro de cada uno, de alcanzar la verdad. Un deseo que se encuentra entre las «huellas» y «signos» —discretos en cuanto que son indelebles— dejados por el Creador en sus criaturas, juntamente con las aspiraciones de justicia, belleza, bondad y libertad.
Después de Hipótesis sobre Jesús he publicado otros cinco libros, nacidos todos ellos del anhelo de exponer la verdad sobre el cristianismo, es decir sobre un Cristo que continua su vida y su camino a través de la historia de los siglos (esto es, al menos, lo que cree un católico) por medio de ese cuerpo vivo que es la Iglesia. Pero este trabajo siempre ha estado acompañado por la continuación de aquella primera investigación, que gira en torno al fundamento sobre el que se asienta todo el edificio cristiano de Jesús de Nazareth, según el testimonio que dan de Él las escrituras.