Advertencia de los editores
Como entrevistadores y responsables de este libro, queremos expresar a René Thom toda nuestra gratitud por la amabilidad y la disponibilidad demostradas en el transcurso de la entrevista y en las distintas fases de preparación del libro. Debemos también profunda gratitud a los amigos Giuseppe Geymonat, Fernando Gil y Jean Petitot por sus utilísimos consejos, sugerencias y críticas. La responsabilidad por los eventuales errores es, obviamente, sólo nuestra.
Las notas han sido redactadas por los editores con el propósito de orientar al lector a lo largo de las distintas referencias del texto.
Giulio Giorello y Simona Morini.
RENÉ THOM. (Montbéliard, 1923 - 2002) fue un matemático francés fundador de la teoría de las catástrofes. Recibió la medalla Fields en 1958. Se formado en el Lycée Saint-Louis y la Escuela Normal Superior, fue profesor en Grenoble y Estrasburgo. Aunque conocido por su desarrollo de la teoría de las catástrofes entre 1968 y 1972, su primer trabajo tuvo que ver con la topología y en especial con la rama llamada topología dierencial, en topología introdujo el concepto de «cobordismo»: dos variedades diferenciables de dimensión n son cobordantes si su reunión forma el borde de otra variedad de dimensión n + 1.
IV
Epistemología y filosofía
La teoría de las catástrofes ha sido portadora de ideas aceptadas tal vez con dificultad en el ambiente científico tradicional. Éste es un problema de sociología de la ciencia planteado en sus términos generales por Thomas Kuhn sobre todo, quien en La estructura de las revoluciones científicas ha mostrado, en particular, las dificultades con que tropiezan las nuevas ideas para penetrar en la educación. ¿Qué piensa usted al respecto?
Aprecio mucho el libro de Kuhn. La idea de paradigma es una idea muy justa. Está claro que cuando uno se dedica a la solución de un rompecabezas no se acuerda de todo lo que queda fuera del rompecabezas que tratamos de resolver: precisamente por esta razón, un paradigma puede verse, con el tiempo, amenazado desde el exterior, sin que los investigadores que trabajan en su interior tomen conciencia de ello. Se encuentran, pues, en una situación metaestable, incluso antes de darse cuenta. Una situación que es por completo análoga a la que se da, en el terreno político, en los períodos prerrevolucionarios. A menudo los regímenes se encuentran en dificultades porque los dirigentes no tienen conciencia clara de los peligros que les amenazan. Viven en un universo cerrado, separado de la realidad, y la revolución se desencadena, siempre que un grupo o un jefe más o menos carismático asuma la dirección de la revuelta. Si el fermento de las ideas logra sintetizarlo un «jefe», entonces se elabora una contradoctrina, un contraparadigma, que se contrapone al paradigma existente. En una situación prerrevolucionaria, con frecuencia las ideas son al principio un poco utópicas, casi milenarias: agitan los espíritus, aún sin tener un alcance concreto.
En todo caso, basta que estas ideas cristalicen en un principio de organización para que, en poco tiempo, se conviertan en una gran fuerza de atracción en torno a la cual se organiza la oposición que llevará luego a la revuelta. Por otra parte, una revolución se lleva a cabo cuando los mismos dirigentes dejan de estar convencidos de la validez del viejo paradigma. El análisis histórico de algunas situaciones revolucionarias muestra que, en muchos casos, si el gobierno hubiese utilizado la fuerza militar en el momento oportuno hubiese podido abortar la revolución antes de nacer. Pero lo que probablemente ocurre es que los mismos jefes están vencidos por las dudas y no saben utilizar la fuerza con la suficiente decisión: es entonces cuando están perdidos. Quizá en la evolución de las ciencias ocurre lo mismo: en un momento determinado, los mantenedores de un viejo paradigma se sienten vencidos por las dudas, y en ese momento queda abierto el camino para un nuevo paradigma.
Revoluciones políticas y revoluciones científicas: se trata de algo más que de un parecido superficial. En ambas, como por otra parte ha subrayado también Kuhn, el elemento básico suele ser una situación de «crisis» en la comunidad política o científica. El término «crisis» ¿no hace referencia, como «catástrofe», a un cambio de régimen cualitativo?
Existe en primer lugar una diferencia radical. Una «catástrofe» (en el sentido más amplio del término) es un fenómeno visible, una discontinuidad observable… La crisis, por su parte, puede ser algo latente. Muy a menudo se manifiesta sólo a través de una perturbación cuantitativa (y no cualitativa) de un proceso de regulación; pensemos, por ejemplo, en una crisis económica vinculada a la inflación…
También las «crisis» de la comunidad científica, las crisis de los paradigmas kuhnianos, pueden ser «invisibles»…
Sí, también aquí, como en otros terrenos, se da una relación clara entre crisis y catástrofe. La crisis anuncia con frecuencia la catástrofe a la que precede y a veces provoca. Son situaciones ya familiares para la física y la química: pensemos en los fenómenos de cambio de estado. Las situaciones caracterizadas por una morfología local fluctuante se presentan también en la sociedad, precisamente cuando se preparan los grandes cambios…
Sin embargo, hace falta una ulterior cualificación. Una definición formal de «crisis» no es lo que se busca necesariamente a nivel morfológico; no se puede reducir expeditivamente la «crisis» a la simple prevención de una catástrofe. La «crisis» se define a otro nivel, el de la subjetividad.
Los sistemas mecánicos, físicos, etc., tienen «puntos críticos», no auténticas «crisis». Las crisis tienen un carácter eminentemente subjetivo. En resumen, se encuentra en «crisis» cualquier «sujeto» cuyo estado, que se manifiesta con un debilitamiento —aparentemente sin causa— de sus mecanismos de regulación, es percibido por el mismo sujeto como una amenaza a su existencia…
Veamos algún ejemplo.
Basta observar las crisis económicas: ¿qué quedaría de tales crisis si se pudiesen eliminar los efectos psicológicos de las «situaciones de crisis» sobre los agentes económicos?
Pero si por esta componente subjetiva la noción de crisis escapa del cuadro conceptual de la dinámica, ello no quiere decir que concierna exclusivamente al sector de la psicología humana. En mi opinión, el contexto adecuado es el de la biología. De hecho, se puede hablar de organismo animal en crisis, teniendo en cuenta la rudimentaria subjetividad que podamos reconocer en los animales… En los animales, el ego no subsiste de forma permanente; se reforma, vuelve a cobrar forma de nuevo cada vez que pone en juego un gran reflejo regulador que involucra algún «objeto» externo. Pensemos, por ejemplo, en el mecanismo de depredador/presa. Se trata de situaciones ambiguas en las que al sujeto se le sustrae un objeto que «normalmente» le es habitual o se le ofrece una pluralidad de objetos entre los que escoger. Un caso del primer tipo es la llamada «privación sensorial», que puede llevar al sujeto a la angustia y a la alucinación. Un caso paradigmático del segundo tipo es el célebre asno de Buridán…
Otro ejemplo posible: el pájaro fascinado por la serpiente. En este caso se podría pensar que la forma de la serpiente evoca en el pájaro la forma arquetípica del gusano, por lo tanto de su presa. Pero el tamaño de la serpiente hace de ella el depredador, y de ahí la parálisis del «juicio» del pájaro.