René Guénon - El rey del mundo
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- Libro:El rey del mundo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1927
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El rey del mundo: resumen, descripción y anotación
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Según los testimonios de todas las tradiciones, una conclusión parece destacar con toda claridad: la existencia de una «tierra santa» por excelencia, prototipo de todas las demás «tierras santas», un centro espiritual al cual estarían subordinados el resto de centros. Se trata de Agarttha, un centro sagrado e inviolable donde se conserva la tradición primordial, inaccesible para la mayoría de los hombres, aunque no para los iniciados. Y es que, según René Guénon, nos encontramos en el Kali Yuga, la «edad sombría», fase final de un ciclo, momento de confusión y de oscurecimiento del verdadero sentido: nuestra alabada modernidad no ha hecho otra cosa sino instaurar el olvido de la metafísica tradicional. A la cabeza de Agarttha se encontraría el llamado «rey del mundo», legislador primordial y universal, aunque en puridad no puede decirse que ese cargo corresponda a ninguna personalidad más o menos legendaria: se trata del primer principio, de la «inteligencia cósmica» en la que se refleja la luz espiritual, y que al mismo tiempo sería arquetipo del hombre en tanto que ser pensante.
Entre Oriente y Occidente, Guénon establece insospechados trayectos, vínculos y continuidades, demostrando la coherencia del conocimiento simbólico y sacando a la luz la riqueza de una sabiduría iniciática que fuera soslayada por el racionalismo.
René Guénon
ePub r1.1
Titivillus 04.11.2015
Título original: Le roi du monde
René Guénon, 1927
Traducción: Pedro García García
Retoque de portada: NicoleVM
Corrección de erratas: RLull
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
RENÉ GUÉNON, fundador de la escuela tradicionalista, nació en Blois en 1886. Dedicó sus primeros años al estudio de la Filosofía y las Matemáticas. En París, entró en contacto con varios grupos espiritualistas, y en 1912 se inició en el sufismo y se convirtió al islamismo, adquiriendo la nacionalidad egipcia en 1948. Publicó Oriente y Occidente en 1924, y La crisis del mundo moderno en 1927, dos de sus obras más importantes. Las áreas de estudio de Guénon abarcan desde la metafísica y el simbolismo hasta la crítica del mundo moderno y las ciencias tradicionales. Una constante en su obra es la recuperación de las doctrinas tradicionales, ignoradas o perdidas debido al auge de la filosofía moderna. En esta corriente se inscriben El reino de la cantidad y Los signos de los tiempos y La gran tríada.
Nociones sobre el Agarttha en Occidente
L a obra póstuma de Saint-Yves d’Alveydre titulada Mission de l’Inde , que fue publicada en 1910, contiene la descripción de un centro iniciático misterioso designado bajo el nombre de Agarttha; por lo demás, muchos lectores de este libro debieron suponer que eso no era más que un relato puramente imaginario, una suerte de ficción que no reposaba sobre nada real.
En efecto, si se quiere tomar todo al pie de la letra, hay en eso inverosimilitudes que, al menos para aquellos que se atienen a las apariencias exteriores, podrían justificar una tal apreciación; y sin duda Saint-Yves había tenido buenas razones para no hacer aparecer él mismo esta obra, escrita desde hacía bastante tiempo, y que verdaderamente no estaba puesta a punto. Por otra parte, hasta entonces, en Europa no se había hecho apenas mención del Agarttha y de su jefe, el Brahmâtmâ, más que por un escritor muy poco serio, Louis Jacolliot, cuya autoridad no es posible invocar; por nuestra parte, pensamos que este había oído hablar realmente de estas cosas en el curso de su estancia en la India, pero que después las ha arreglado, como todo lo demás, a su manera eminentemente fantasiosa.
Pero, en 1924, se ha producido un hecho nuevo y un poco inesperado: el libro titulado Bêtes, Hommes et Dieux, en el que M. Ferdinand Ossendowski cuenta las peripecias de un viaje accidentado que hizo en 1920 y 1921 a través de Asia central, encierra, sobre todo en su última parte, relatos casi idénticos a los de Saint-Yves; y el ruido que se ha hecho alrededor de este libro proporciona, creemos, una ocasión favorable para romper finalmente el silencio sobre esa cuestión del Agarttha.
Naturalmente, espíritus escépticos o malévolos no han dejado de acusar a M. Ossendowski de haber plagiado pura y simplemente a Saint-Yves, y de revelar, en apoyo de esta alegación, todos los pasajes concordantes de ambas obras; hay efectivamente un buen número de ellos que presentan, hasta en los menores detalles, una similitud bastante sorprendente.
Primero, hay lo que podría parecer más inverosímil en Saint-Yves mismo, queremos decir, la afirmación de la existencia de un mundo subterráneo que extiende sus ramificaciones por todas partes, bajo los continentes e incluso bajo los océanos, y por el cual se establecen comunicaciones invisibles entre todas las regiones de la tierra; por lo demás, M. Ossendowski, que no toma en cuenta esta afirmación, declara incluso que no sabe qué pensar de ella, aunque la atribuye a diversos personajes que él mismo ha encontrado en el curso de su viaje.
Hay también, sobre puntos más particulares, el pasaje donde el «Rey del Mundo» es representado ante la tumba de su predecesor, el pasaje donde se trata del origen de los Bohemios, que habrían vivido antaño en el Agarttha ; M. Ossendowski asegura que él mismo ha asistido a uno de esos momentos de recogimiento general.
Hay sobre todo, como coincidencia extraña, la historia de una isla, hoy día desaparecida, donde vivían hombres y animales extraordinarios: ahí, Saint-Yves cita el resumen del periplo de Jámbulo por Diodoro de Sicilia, mientras que M. Ossendowski habla del viaje de un antiguo budista del Nepal, y no obstante, sus descripciones se diferencian muy poco; si verdaderamente existen de esta historia dos versiones que provienen de fuentes tan alejadas la una de la otra, podría ser interesante recuperarlas y compararlas con cuidado.
Hemos tenido que señalar todas estas aproximaciones, pero tenemos que decir también que no nos convencen en modo alguno de la realidad del plagio; por lo demás, nuestra intención no es entrar aquí en una discusión que, en el fondo, no nos interesa más que mediocremente. Independientemente de los testimonios que M. Ossendowski nos ha indicado por él mismo, sabemos, por fuentes muy diferentes, que los relatos de este género son algo corriente en Mongolia y en toda el Asia central; y agregaremos a continuación que existe algo parecido en las tradiciones de casi todos los pueblos. Por otra parte, si M. Ossendowski hubiera copiado en parte la Mission de l’Inde , no vemos muy bien por qué habría omitido adrede algunos pasajes, ni por qué habría cambiado la forma de algunas palabras, escribiendo por ejemplo Agharti en lugar de Agarttha, lo que se explica al contrario muy bien si ha recibido de fuente mongola las informaciones que Saint-Yves había obtenido de fuente hindú (ya que sabemos que éste estuvo en relaciones con dos hindúes al menos. He aquí otro ejemplo: el Bogdo-Khan o «Buda vivo», que reside en Ourga, conserva, entre otras cosas preciosas, el anillo de Gengis-Khan, sobre el cual hay grabado un swastika, y una placa de cobre que lleva el sello del «Rey del Mundo»; parece que M. Ossendowski no haya podido ver más que el primero de esos dos objetos, pero le habría sido bastante difícil imaginar la existencia del segundo: ¿no habría debido venirle naturalmente al espíritu hablar aquí de una placa de oro?
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