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François-René de Chateaubriand - De París a Jerusalén

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François-René de Chateaubriand De París a Jerusalén

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El 13 de julio de 1806 el famoso político y escritor francés parte de París - photo 1

El 13 de julio de 1806, el famoso político y escritor francés parte de París con destino a Tierra Santa, para conocer de primera mano los escenarios que relataba en sus Mártires. Chateaubriand ya tenía experiencia como viajero, pues había visitado la Norteamérica de los indios y de aquel viaje había nacido su famosísimo Atala. Visita Milán, Venecia, Trieste, y Smirna, rumbo a Grecia y Turquía. Finalmente alcanza Jerusalén y allí los Santos Lugares. Regresa por Egipto, Túnez (donde se ve obligado a refugiarse a causa de una tormenta en la que teme perder la vida) y España. Tras casi diez meses de viaje, el 5 de mayo de 1807, concluye su aventura en Bayona (Francia). En este volumen se recupera una brillantísima versión de D. Pedro María de Olive, publicada en Madrid en 1828, que muestra una gran calidad literaria, agudeza, ritmo y erudición.

Franois-René de Chateaubriand De París a Jerusalén Y de Jerusalén a París - photo 2

François-René de Chateaubriand

De París a Jerusalén

Y de Jerusalén a París, yendo por Grecia y volviendo por Egipto, Berbería y España

ePub r1.1

Titivillus 16.12.16

Título original: Itinéraire de Paris à Jerusalem

François-René de Chateaubriand, 1811

Traducción: Pedro María Olive

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Nota del editor En 1806 F R de Chateaubriand realiza su famoso viaje a la - photo 3

Nota del editor

En 1806 F. R. de Chateaubriand realiza su famoso viaje a la Tierra Santa y en 1811 se publica en París el relato del viaje. Dicha obra fue traducida al español por Pedro María de Olive algunos años después, resultando la traducción sorprendentemente viva y moderna, y de una excelente calidad literaria. Por eso, habiendo tenido acceso a un ejemplar de la segunda edición, datada en Madrid en 1828 (Imprenta que fue de García), hemos decidido publicar aquella versión, y no otra posterior. Nos hemos permitido, únicamente, actualizar la ortografía del texto, pero no la sintaxis, que se mantiene con el aire que corresponde a la versión original.

La Coruña, abril de 2005

Advertencia

No me he propuesto dar una traducción completa del itinerario de Chateaubriand que en el original forma dos gruesos volúmenes en octavo prolongado. El mismo autor presenta sólo su obra como las notas que reunió para formar la de los Mártires; pero podemos tener por completa la descripción de la Tierra Santa, que es el principal objeto de su peregrinación.

Además de las hermosas pinturas que hace de los países que recorre, y en especial de la Judea, en lo cual consiste el principal mérito de su delicada pluma, ostenta su profunda y vasta erudición en las disertaciones y reflexiones científicas con que adorna la obra. Pero yo me propongo sólo en esta traducción el dar una descripción de la Tierra Santa acomodada y grata al común de las gentes.

Igualmente al fin del tomo segundo ha reunido tres opúsculos que son un itinerario desde Burdeos a Jerusalén, escrito en latín antes del año de 1300; una disertación del geógrafo d’Anville sobre la extensión de la antigua Jerusalén y de su templo, y sobre las medidas hebraicas de longitud; y, en fin, una Memoria inédita sobre Túnez que contiene noticias puramente políticas y comerciales; y aun cuando estas cosas puedan ser instructivas y agradables para algunas personas estudiosas, no así a los lectores en general, ni tampoco tienen relación inmediata con la obra.

También en ella el autor, arrastrado por su brillante imaginación y cediendo al deseo de manifestar el rico fondo de sus conocimientos en historia y antigüedades, se distrae a discusiones sobre estas materias, que son como episodios del objeto principal. Tal es la historia que, hablando de Túnez, forma con la mayor extensión de las guerras de Roma y Cartago, historia generalmente sabida y no necesaria aquí; tratada con mayor elegancia por los autores antiguos, y a los cuales no puede menos de copiar; y lo mismo casi diré de la historia de la muerte de San Luis en aquella costa, y las investigaciones que añade sobre la antigua situación de Cartago; y aunque no me atreva a acusarle por esto, y aun, si se quiere, le alabe, tampoco creo deberlo traducir según mi propósito, y así libremente suprimo estas y otras discusiones y digresiones, y no poca parte de las noticias que da de sus sucesos particulares nada importantes al lector, como la nota exacta de sus gastos en el camino; pues a pocos puede interesar a cuánto cuesta la carne y los melones en Jerusalén, ni el contrato que celebró en griego con el capitán de un buque para su transporte, y otras cosas a este jaez; y en cuanto a los pasajes que intercala en griego en el discurso de la obra, bien que sean agradables a alguno que otro helenista, son inútiles a los demás lectores que ignoran esta lengua, y por lo tanto los suprimo; mas no así los que están en latín, francés o en italiano por ser lenguas más universalmente conocidas.

En fin, si alguno no se hallase contento con este que propiamente es un extracto, sin faltar en nada a lo sustancial, puede consultar el original, o bien darnos una traducción exacta y completa.

PEDRO MARÍA DE OLIVE

Parte Primera

LA GRECIA

Habiendo ya formado el plan de la obra de los Mártires y escrito la mayor parte de ella, antes de darle la última mano quise ver el país en el que coloco la escena, pues si otros pueden sacar de sí mismos los materiales de sus composiciones, yo necesito buscarlos a costa de mucho trabajo, y por lo tanto la descripción de aquellos parajes célebres que no se hallen en esta obra se encontrarán en aquella.

A esta razón se añadía aun otra, y era que un viaje al oriente completaba los estudios que siempre me propuse concluir. En los desiertos de América había contemplado yo los monumentos de la naturaleza; entre los de los hombres no conocía aún más que dos especies de antigüedades, la céltica y la romana, quedándome por recorrer las ruinas de Atenas, de Memfis y de Cartago, y también quería hacer mi peregrinación a Jerusalén.

…Qui devoto

il grand sepolcro adora, è scioglie il voto.

Al dejar de nuevo a mi patria el 13 de julio de 1806, no temí volver la cabeza como el senescal de Champaña, pues que me miraba como extranjero en mi país, no abandonando mi palacio ni cabaña alguna.

Conocía ya el camino de París a Milán; aquí tomé el de Venecia, viendo en todas partes casi como en el Milanesado un terreno pantanoso, fértil y desagradable por su monotonía. Me detuve un poco a ver los monumentos de las artes en Verona, Vicenza y Padua, y con esto llegué a Venecia el 23, permaneciendo aquí cinco días para examinar los restos de su pasada grandeza, y algunos buenos cuadros del Tintoretto, de Pablo Veronés, de su hermano, del Basan y del Tiziano. Me costó algún trabajo el hallar en una iglesia abandonada el sepulcro de este último pintor, bien que lo mismo me había sucedido en Roma con el del Taso. Ni me parecen mal colocadas en una ermita las cenizas de un religioso y desgraciado poeta. El cantor de la Jerusalén parece haberse refugiado a este desconocido sepulcro como huyendo de la persecución de los hombres. El mundo está lleno de su fama, y él descansa obscuramente a la sombra de un hermoso naranjo.

Salí de Venecia el día 28, y me embarqué a las diez de la noche para pasar a la tierra firme. El viento de sureste soplaba bastante para hinchar las velas, mas no para agitar el mar. A medida que la barca se iba alejando veía yo perderse en el horizonte las luces de Venecia, y me parecían manchas entre las olas las sombras de las muchísimas islas que están como sembradas en aquellos parajes. Estas islas tienen muchas iglesias y monasterios; oía las campanas de los hospicios y de los lazaretos, recordándome ideas de beneficencia y de sosiego en el imperio de las tempestades y de los peligros. Nos acercamos tanto a una de ellas que casi distinguimos a los religiosos que miraban pasar nuestra góndola; me parecieron marineros antiguos, que después de largos viajes habían logrado descansar en el puerto, y tal vez bendecían al viajero, acordándose haber sido como él, forasteros en la tierra de Egipto. «

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