El ser humano se halla a medio camino entre los dioses y las bestias
PLOTINO
Me temo que la principal conclusión que se desprende de la lectura de este libro, a saber, que el hombre desciende de una forma orgánica de rango inferior, irritará grandemente a muchas personas. Sin embargo, no cabe duda de que somos la progenie evolucionada de criaturas primitivas. Jamás olvidaré la sensación de pasmo que me invadió al contemplar por vez primera a un grupo de fueguinos en una bravía y desolada zona costera, porque en seguida me vino a la mente la semejanza de nuestros antecesores con aquellos salvajes. Iban completamente desnudos, la piel pintarrajeada, el largo cabello enmarañado y echaban espumarajos por la boca a causa de la turbación que experimentaban. Su semblante, sobresaltado y receloso, tenía expresión de ferocidad. No conocían arte ni oficio alguno y, cual alimañas, vivían de lo que cazaban. No poseían organización social y se mostraban implacables para con todos los que no pertenecieran a su reducida tribu. Quien haya visto a un salvaje en su entorno natural no sentirá excesivo rubor si se ve obligado a reconocer que por sus venas fluye la sangre de criaturas de un orden más bajo. En lo que a mí concierne, prefiero descender del heroico monito que se plantó ante su más temido enemigo para salvar la vida de su cuidador o del viejo babuino que descendió de la montaña y arrebató triunfalmente a un camarada más joven de los dientes de una sorprendida jauría, que de un salvaje que halla placer en torturar a sus enemigos, que ofrece sacrificios sangrientos, comete infanticidios sin el menor escrúpulo, trata a sus mujeres como esclavas, no conoce el decoro y es víctima de las más necias supersticiones.
Al hombre se le puede disculpar que experimente cierto orgullo por haber escalado, aunque no con su esfuerzo, la cúspide de la jerarquía orgánica. Por otra parte, el hecho de que haya ascendido a dicho puesto, de que no se encontrase en él desde un buen principio, le permite concebir esperanzas de alcanzar en un futuro lejano objetivos aún más encumbrados. Pero lo que ahora importa no son las esperanzas ni los temores, sino solamente la verdad, en la medida en que nuestra razón nos permita desvelarla. He procurado presentar las pruebas recogidas lo mejor que he sabido, y en mi opinión, resulta forzoso reconocer que el hombre, a pesar de las nobles cualidades que le adornan, de la compasión que muestra hacia los más menesterosos, de su bondad no sólo para con los otros hombres, sino también para con las criaturas más insignificantes, de su intelecto divino y de que ha llegado a elucidar los movimientos y constitución del sistema solar, a pesar de todo ello, digo, el hombre aún lleva impresa en su estructura corpórea la huella indeleble de su humilde origen.
CHARLES DARWIN
El origen del hombre
Hermano soy de los dragones y amigo de las lechuzas
(Job, 30,29)
CARL SAGAN, titular de la cátedra David Duncan de astronomía y ciencias del espacio de la Universidad de Cornell, donde dirige también el Laboratorio de Estudios Planetarios, ha escrito o dirigido la redacción de cartorce libros y de innumerables trabajos científicos, entre ellos un articulo exhaustivo sobre el término «VIDA» para la última edición de la Enciclopedia Británica. Ha sido galardonado con la medalla de la NASA por sus excepcionales aportaciones científicas, con el Premio John Campbell al «mejor libro científico del año», con el Premio Joseph Priestley «por su destacada contribución en favor de la humanidad» y, últimamente, con el Premio Pulitzer. Ha dictado cursos en la Facultad de Medicina de Stanford y en la Universidad de Harvard. A lo largo del año 1976, participó en Pasadena (California) en el proyecto Viking para la investigación del planeta Marte.
A mi esposa
Linda
con amor
Título original: The dragons of eden
Carl Sagan, 1977.
Traducción: Rafael Andreu y Domenec Bergada
Editor original: epubsagan (v1.0)
ePub base v2.1
Notas
En THE COSMIC CONNECTION, el doctor Carl Sagan revivía para el lector profano la búsqueda de signos de vida más allá de la Tierra. En LOS DRAGONES DEL EDÉN, que ahora presentamos, aborda con no menos lucidez y amenidad el también fascinante munddo interior de la mente. En una impresionante ojeada panorámica que abarca desde la prehistoria hasta la época actual, explica la evolución del ser humano en función del legado genético y del factor puramente intelectivo, habla de nuestros antepasados y de sus antagonistas, describe la mecánica de nuestro cerebro y del de otros animales, y aclara las razones que nos facultan para sostener la existencia de otros seres inteligentes lo bastante parecidos a nosotros como para posibilitar la comunicación interestelar.
En este libro el autor hace una serie de asombrosas revelaciones —y no exageramos un ápice— acerca de las enseñanzas que han reportado las más recientes investigaciones en torno a la capacidad discurisva racional de otros animales, el papel que han desempeñado los computadores en el conocimiento de los mecanismos de nuestro cerebro, las teorías más avanzadas sobre las funciones del sueño y la ensoñación y el almacenamiento de información en la memoria humana. Hallamos también en estas páginas fascinantes incursiones en los terrenos del mito y la leyenda, así como sugerencias acerca de sus posibles relaciones con descubrimientos de última hora.
Por lo demás, son admirables las atrevidas especulaciones del doctor Sagan sobre las implicaciones de tales hallazgos y los cauces futuros por los que parece discurrir la evolución del hombre.
Carl Sagan
Los dragones del edén
Especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana
ePUB v1.0
epubsagan18.07.2013
AGRADECIMIENTOS
Escribir un libro sobre un tema tan alejado de la propia especialidad es, en el mejor de los casos, aventurado. Aun así, como he intentado explicar, la tentación fue irresistible. Sean cuales sean las virtudes de este libro, se deben en gran parte a los hombres de ciencia que han realizado la investigación básica de la que vamos a ocuparnos, y, también, a los biólogos y especialistas en ciencias sociales que tuvieron el gesto de leer y dar réplica a mis razonamientos. Estoy muy reconocido al difunto L. S. B. Leakey y a Hans Lukas Teuber por sus comentarios críticos y estimulantes contrastes de opiniones, y también a Joshua Lederberg, James Maas, John Eisenberg, Bernard Campbell, Lester y David Grinspoon, Stephen Jay Gould, William Dement, Geoffrey Bourne, Philip Morrison, Charles Hocket, Ernest Hartmann, Richard Gregory, Paul Rozin, Jon Lomberg, Timothy Ferris y, muy en especial, a Paul MacLean. Aprecio en lo que vale la minuciosa atención que algunos de ellos dispensaron a este texto, así como la obtenida de Anne Freedgood, directora editorial de la obra, y de Nancy Inglis, encargada de la revisión de originales, una y otra del equipo editorial de Random House, en la lectura de las primeras redacciones del libro. Creo inútil manifestar que ninguno de ellos tiene parte alguna en los errores que se hayan podido deslizar en mi estudio. Deseo también dar las gracias a Linda Sagan y a Sally Forbes por la labor de documentación realizada en la búsqueda de ilustraciones. Asimismo, quiero agradecer a diversos colegas que me hayan dejado consultar sus trabajos antes de darlos a la luz pública y a Don Davis la confección de la sobrecubierta, que no pretende ser representación literal de una época geológica en concreto, sino simple alegoría de algunas de las ideas que expongo en el presente libro. Parte de mi trabajo ha sido posible gracias al año de vacación sabática que me ha concedido la Universidad de Cornell. También agradezco muy de veras la hospitalidad recibida de L. E. H. Trainor, M. Silverman, C. Lumsden y Andrew Baines, rector del New College, todos ellos afectos a la Universidad de Toronto. La revista
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