Robert Barbault - El elefante en la cacharrerí­a

Robert Barbault

El hombre en la biodiversidad

La diversidad no es más que el seguro de vida del planeta. Incluso aunque algunos se empeñen en pensar que con el advenimiento de Homo sapiens sapiens se terminó la evolución porque llegó a su apogeo, la evolución continúa. Así, millares de especies se extinguen bajo la coacción que les impone la degradación o la transformación de su medio natural, mientras otras pasan a veces a ocupar las plazas vacantes, se adaptan y se transforman.

Desde luego, los casos más notorios de esta situación no son los más prestigiosos. En nuestro entorno, por ejemplo, la cucaracha ha colonizado los sótanos de las viviendas populares, adaptándose muy bien al polvo de cemento pese a estar considerado abiótico. Por su parte, los escorpiones son capaces de resistir dosis de irradiación que no dejarían otros supervivientes en caso de catástrofe nuclear planetaria. En los bosques del África Occidental, o al menos en lo que queda de ellos, los cercopitecos han reaccionado frente a las profundas modificaciones de su medio natural adoptando nuevos nichos ecológicos. Esos cambios en su ecoetología han supuesto la aparición de nuevas características morfológicas que los diferencian de las especies troncales: en su momento crearán nuevas subespecies, mientras que las formas antiguas desaparecerán progresivamente. En los océanos las poblaciones* de peces se agotan, las grandes especies se vuelven más raras y la sobrepesca selecciona individuos de reproducción precoz y, por tanto, cada vez más pequeños. En resumen, las poblaciones de salmones o de bacalaos, por ejemplo, se hallan en plena evolución por efecto del hombre.

Pero los mecanismos de la ecología y la evolución son mucho más complejos de lo que permitirían suponer los meros ejemplos. En este campo la ciencia está sólo en sus inicios. Recientemente unos biólogos canadienses han quedado sorprendidos al descubrir en las modestas hormigas una bacteria que, al instalarse en sus órganos reproductores, les permite reproducirse únicamente entre individuos infectados: a partir de ese momento, se hace imposible cualquier intercambio genético con otras poblaciones de la misma especie*.

Por desgracia, la erosión de la biodiversidad es más fácil de demostrar. La destrucción de los ambientes —y, por lo tanto, de las especies— se acelera en la actualidad y ha alcanzado un ritmo que la naturaleza no puede sostener. Actualmente el capital de ese seguro de vida se dilapida a diario, casi a cada minuto, despreciando las bases mismas de nuestro propio futuro.

Este nuevo libro de Robert Barbault ofrece sobre este tema todos los elementos necesarios para que cambiemos —fundamentalmente— muestra visión del mundo vivo y nuestro comportamiento con él a fin de que aprendamos, finalmente, a formar equipo con la vida.

Alteraciones climáticas, contaminación de tierras y aguas, desmoronamiento de la biodiversidad: la opinión pública mundial ha sido alertada, de cumbre planetaria en cumbre planetaria, sobre la amenaza que supone nuestra especie para los equilibrios ecológicos de su planeta.

Dicho brevemente: entre la naturaleza y nosotros hay "una especie de problema". Se tiene la impresión de una lucha incesante, de una huida hacia adelante irreflexiva y reforzada por parte del hombre con toda clase de armas de destrucción masiva. Y las opiniones están divididas: al discurso dramático de unos —se habla de una "sexta extinción" de especies y de "ecocidio"— responden otros con apologías de la técnica que "todo lo resuelve", cuando no con la profecía de un paraíso en Marte, donde a la larga podremos arreglar todos los problemas existentes aquí y ahora sobre la Tierra. El hombre honrado que trata de saber y comprender, que quisiera un debate claro, ha quedado fuera de juego: debe elegir imperativamente entre el campo de los llamados nostálgicos de la Edad de Piedra o los adoradores de los bebés foca, y el de los "portadores de progreso", los "aventureros del porvenir": es decir, entre los partidarios de la Naturaleza y los defensores del Hombre.

Es imprescindible salir de esta alternativa perversa. Como en cualquier otra materia, conviene antes que nada escuchar, analizar y comprender. Tal es el objetivo del presente libro: ayudar a entender la crisis ecológica contemporánea, simbolizada entre otras cosas por la destrucción programada de la biodiversidad; ayudar a entender qué es esa diversidad de los seres vivos, por sí misma y en relación con nosotros; ayudar a entender de dónde vienen los problemas y abrir nuevas perspectivas.

De entrada, al contar la aventura de los grillos "suicidas" y el extraño comercio de los peces "limpiadores", y al desvelar la complejidad de las relaciones entre especies que animan la biosfera*, se entrará en el corazón de la dinámica de los seres vivos. Se descubrirá así el juego secreto de la selección natural y el teatro ecológico en el que se desarrolla la lucha por la supervivencia, es decir, por la adaptación al cambio. Y se extraerá una primera lección dictada por la propia naturaleza: la vida practica el desarrollo sostenible desde hace más de 3.000 millones de años bajo el doble signo de la diversidad y el cambio.

A continuación pondré el acento sobre una de las grandes estrategias* creativas de los seres vivos, fuente a la vez de diversidad y adaptación innovadoras: la cooperación. Lejos de ser un hecho anecdótico, este fenómeno es omnipresente en la historia de la vida. Donación de sangre entre los vampiros de Azara; caza organizada y en grupos entre los leones y los licaones; cuidado colectivo de los jóvenes entre las abejas y las hormigas, realizado por obreras que renuncian a su propia reproducción; matrimonio entre algas y hongos que da nacimiento a los líquenes*. De esta forma, detrás de la lucha por la vida, de la competencia entre especies y de la rivalidad entre individuos, se descubrirá la variedad y riqueza de las asociaciones de beneficios mutuos: células que se fusionan, individuos que cooperan y especies que se vinculan entre sí hasta producir otras nuevas. Hay asociaciones por doquier para multiplicarse mejor. Para ganar. Tal es la segunda gran lección que nos ofrece la naturaleza. Y este mensaje nos está destinado: el éxito del Homo sapiens, su conquista del planeta, ¿no está vinculada a su condición de animal social, a sus prácticas de reparto de tareas y ayuda mutua? ¿No procede igualmente, al menos en parte, de su muy antigua alianza con las plantas y los animales que actualmente denominamos domésticos?