Civilizaciones altamente avanzadas han estado aquí antes que nosotros, sólo para ser destruídas por alguna gran catástrofe global. Pero, por cada raza que ha muerto, otra ha tomado su lugar, con unos pocos seleccionados manteniendo los recuerdos y conocimientos sagrados de la raza pasada. En nuestra vanidad, pensamos que hemos descubierto algunas de las grandes verdades de la ciencia y la tecnología, pero de hecho estamos comenzando a re-descubrir la profunda sabiduría de las civilizaciones pasadas. En muchos sentidos, somos como Especies en Amnesia en despertar, anhelando el recuperar nuestro pasado olvidado.
Capítulo 1
Los expertos en los principales medios de comunicación constantemente nos aseguran que la ciencia ha, en cada sentido, resuelto los misterios básicos con respecto a los orígenes de la humanidad. Los académicos insisten en que somos la relativamente reciente culminación de un proceso gradual de mutaciones al azar a través de un único mecanismo llamado selección natural, primero propuesto por Carlos Darwin hace alrededor de 150 años.(23) Esta teoría describe una progresión generalmente lineal de mono arborícola a humano bípedo, pasando de pro-simio (pre-mono), a mono, al gran simio, y, finalmente, a humanos.(10) Sin embargo, a cómo la ciencia moderna va haciendo más y más avances en los campos iluminados de la genética humana y la arqueología, encontramos que nuestra explicación más célebre de cómo el hombre llegó a ser, ya no es adecuada. Los museos, los productores de documentales y las escuelas contratan paleo-artistas, armados con pinceles, para producir versiones imaginarias de estos antepasados evolutivos directos de la humanidad: nuestros supuestos parientes simiescos.
El hecho de que éstas obras de arte no coincidan con ningún fósil debería constituir un serio problema para los antropólogos formalmente educados que insisten en el modelo de “mono-a-hombre” del origen humano. La falta de correspondencia no demuestra que la teoría sea necesariamente falsa, pero es justo señalar que lo que se muestra en los medios de comunicación, no aparece, con demasiada frecuencia, en los registros arqueológicos.
Un método interesante y creativo que algunos “escolares” han empleado para superar éste problema, es el “producir” los fósiles que no han encontrado. El Hombre de Piltdown, posiblemente el mayor escándalo en la historia de la ciencia, es probablemente el ejemplo más infame en la falsificación y la fabricación de nuestra prehistoria.(25)
Charles Dawson era un arqueólogo aficionado que vivía en el sur de Inglaterra, cerca de Sussex. En 1889, Dawson co-fundó la Asociación del Museo Hastings & St Leonards, uno de los primeros grupos de amigos de los museos establecidos en la Gran Bretaña. Se ofreció como voluntario, como miembro del Comité del Museo, para hacerse cargo de la adquisición de artefactos y documentos. Después de varios hallazgos, pronto fue elegido como miembro de la Sociedad Geológica y, unos años después, de la Sociedad de Anticuarios de Londres en 1895.
En 1908, se dice que unos obreros se presentaron ante él con unos curiosos fragmentos de huesos, los que afirmaron haber encontrado mientras trabajaban en una cantera de grava, cerca de la ciudad de Piltdown. El descubrimiento despertó el interés de Dawson, y pronto comenzó su propia excavación en el foso. Dawson encontró otros fragmentos del cráneo y los llevó a Arthur Smith Woodward, el encargado del departamento de geología en el Museo Británico. Muy interesado por los hallazgos, Woodward acompañó a Dawson al sitio, donde entre junio y septiembre de 1912 se recuperaron más fragmentos del cráneo y la mitad del hueso de la mandíbula inferior. Dada a la proximidad de los fragmentos del cráneo y la mandíbula entre sí, Dawson concluyó que pertenecían juntos, como parte del mismo cráneo.(14)
Este fue un hallazgo inusual, ya que cuando se combinan, el cráneo muestra características de hombre y mono. La mandíbula era tipo simiesca, mientras que los fragmentos superiores del cráneo eran definitivamente humanos. Si los fragmentos de la mandíbula y el cráneo vinieron de la misma criatura, entonces, habían encontrado el “eslabón perdido”.(14,25) Ese es el término dado a las especies en transición que los darwinistas esperan para llenar la brecha evolutiva en el registro fósil entre el hombre y sus antepasados simios.(10)
En diciembre del 1912, Woodward mostró una reconstrucción del cráneo en una reunión de la Sociedad Geológica de Londres. Él argumentó que era el cráneo de un hombre, a quien llamó el Hombre de Piltdown, por el lugar donde había sido encontrado. Además, sostuvo que se trataba de un ser humano que había vivido hace cerca de medio millón de años, durante el período del Pleistoceno Inferior. Fue catalogado rápidamente por los principales medios de comunicación como el “eslabón perdido” entre los humanos y los grandes simios.(25)
(Figura 1)
La fantástica afirmación de Woodward causó un enorme revuelo tanto dentro de la comunidad científica como en el público en general. Desde el principio, los paleontólogos y anatomistas de la Institución Smithsonian, y de Europa, sintieron que la mandíbula y el cráneo eran demasiado diferentes como para pertenecer juntos. La mandíbula, muchos escépticos señalaron, parecía mucho más simiesca de lo que uno esperaría encontrar adjunta a un alto y abovedado, cráneo humano. Los partidarios de Woodward en el mundo académico, así como los medios de comunicación, sin embargo, con el tiempo ganaron y la nueva especie entró en los libros de texto académicos como Eoanthropus Dawson, o “El Hombre del Amanecer de Dawson.”(12) En los próximos años, más objetos fosilizados aparecieron en la fosa de Piltdown: huesos de animales, un objeto que parecía un bate de cricket, y dos cráneos más. En 1916, Dawson falleció, dejando a Woodward como el principal defensor de el Hombre de Piltdown.
Durante casi cuatro décadas, la comunidad científica aceptó al cráneo de Piltdown como un artefacto auténtico, al que aclamaron como el eslabón de la transición entre el mono y el hombre.(25) A cómo los arqueólogos iban descubriendo más esqueletos del “hombre primitivo”, sin embargo, se hizo evidente que el Hombre de Piltdown difería radicalmente de cualquier otra cosa en el registro fósil. No hay otro espécimen que comparta sus rasgos inusuales. Por lo tanto, finalmente, en 1953 un equipo de investigadores del Museo Británico (Kenneth Oakley, Wilfred Le Gros Clark, y Joseph Weiner) sometió el cráneo y la mandíbula a una serie de rigurosas pruebas. Lo que encontraron envió ondas de choque a través del mundo científico: ¡El Hombre de Piltdown era un fraude!
“El Fraude del Hombre de Piltdown Es Expuesto,” anunció el New York Times el 21 de noviembre de 1953.(1) “Parte del cráneo del hombre de Piltdown, uno de los cráneos fosilizados más famosos en el mundo, ha sido declarado un engaño por las autoridades en el Museo Británico de Historia Natural”, dice el artículo. Los titulares del The London Star gritaron, “El Fraude Científico Más Grande Del Siglo!”.(25)