A Marta, Carlos y Mónica.
con el deseo de visitar juntos el Museo de la pobreza.
«No hay motivo para que haya pobres en el mundo
y espero que llegue un día en que podamos crear
un Museo de la pobreza,
de forma que los niños se pregunten cómo pudo existir
y porqué la aceptamos durante tantos años»
M uhammad Y unus,
P remio N obel de la P az 2006.
Este breve pero denso libro nos propone una hoja de ruta para el ejercicio de la solidaridad, tanto personal como, especialmente, de los movimientos de resistencia global ocupados en la tarea de abocetar el mapa de otro mundo posible, pero siempre desde las víctimas. A partir de la parábola del buen samaritano —tan trabajada hoy en día por todas las reflexiones éticas y sociales, sean o no religiosas— nos adentramos en la necesidad de un movimiento hacia el empobrecido que descubra qué significa hacerse cargo de la realidad para cargar con y encargarse de ella. Y, así, la realidad se imbrica con el propio yo, que termina dejándose cargar por el pueblo crucificado, dándonos nuevos ojos para ver, manos nuevas para trabajar, espaldas para soportar, y esperanza para continuar.
José Laguna Matute
Hacerse cargo, cargar y encargarse de la realidad
Hoja de ruta samaritana para otro mundo posible
Cuadernos CJ 172
ePub r1.1
Mowgli8.6.13
Título original: Hacerse cargo, cargar y encargarse de la realidad. Hoja de ruta samaritana para otro mundo posible
José Laguna Matute, 2011
Editor digital: Mowgli
ePub base r1.0
Autor
JOSÉ LAGUNA MATUTE es teólogo y músico.
Notas
[7] En sentido estricto los levitas, en cuanto «bajo clero», no tenían la misma obligación ritual de conservarse puros. A ellos sólo se les exigía la pureza ritual para los días de su servicio y no, como en el caso de los sacerdotes, de por vida. (Ver Mario Sergio BRIGLIA, Misterio de misericordia: El Buen Samaritano (Lucas 10,25-37) ( )
INTRODUCCIÓN
«Somos la primera generación capaz de acabar con la pobreza», «otro mundo es posible». Estas son algunas de las consignas más coreadas por los Movimientos de Resistencia Global (MRG) de la última década. ¿Eslóganes o utopías?, ¿reclamos publicitarios o proyectos sociopolíticos?, ¿mantras adormidera o llamadas a la disidencia social? Afirmar en serio que somos la primera generación capaz de acabar con la pobreza, o que hay una alternativa posible al modelo neoliberal imperante, implica estar dispuestos a aceptar el reproche de nuestros hijos e hijas en el caso de incumplir nuestras promesas.
Otro mundo es posible, ¿cómo?
Para la osadía de construir otro mundo posible, las ONG, asociaciones, organizaciones campesinas, grupos ecologistas, comunidades religiosas, etc., que se agrupan bajo el paraguas de los MRG, necesitarán ladrillos y plano de obra. Han de ser capaces no sólo de dar respuestas asistenciales puntuales, sino que además tienen que elaborar el mapa ideológico por el que transitarán sus acciones. La utopía altermundializadora debe incluir propuestas asistenciales y políticas, pero también epistemológicas, lingüísticas y éticas.
Para conformar su propuesta ideológica y política, la «sociedad civil global» ha de entrar en diálogo con aquellas tradiciones utópicas que, a lo largo de la historia, han forzado cambios de sistemas sociales y paradigmas culturales.
Entre las tradiciones utópicas que en el mundo han sido: república platónica, socialismo, marxismo, anarquismo, etc., tres son a nuestro juicio las utopías que, a día de hoy, pueden seguir fecundando las prácticas sociales en orden a la gestación de otro mundo posible. La tradición ético-filosófica de los Derechos Humanos con la dignidad humana como clave de bóveda del ordenamiento social. La ecológica que vincula la destrucción ambiental y la pobreza estructural con el consumo irresponsable. Y, previa a ellas, la tradición profética-compasiva del cristianismo con su propuesta de configuración social desde los crucificados de la historia.
Si las utopías de los Derechos Humanos y la ecológica encuentran fácil acomodo en las gramáticas de los MRG, no ocurre lo mismo con la oferta cristiana. En la recepción de esta última siempre existe el temor de que, junto a su propuesta radical de projimidad, se exija la adhesión a dogmas e instituciones eclesiales.
En estas páginas pretendemos liberar el potencial utópico de los relatos evangélicos del corsé interpretativo de una lectura confesional. En concreto, proponemos la parábola del buen samaritano porque además de ser conocida por todas y todos, en ella se condensa la enseñanza y pedagogía ética del mensaje cristiano. Una sabiduría que ningún MRG debería ignorar. Dar la espalda a la utopía cristiana supondría construir un nuevo orden social viciado desde sus fundamentos. El cristianismo es la única tradición utópica que propone cimentar la historia desde un patíbulo. A la utopía de otro mundo posible, el cristianismo añade un lugar y un cómo: otro mundo es posible, desde las víctimas. Lo que significa afirmar que la alteridad radical de la realidad son los empobrecidos de este mundo por encima de cualquier otro interés.
Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó
La parábola del buen samaritano forma parte del patrimonio literario y ético de la humanidad. El ejemplo del samaritano compasivo desborda su contexto religioso originario para convertirse en referente ineludible de personas e instituciones dedicadas a vendar las heridas de los apaleados y despojados que, en toda época histórica, han sido arrojados a las cunetas de los sistemas sociales vigentes.
Como todo relato metafórico, la parábola desvela siempre sentidos nuevos cada vez que es escuchada. ¿Qué novedad aporta un texto narrado hace más de dos mil años, a las samaritanas y samaritanos del siglo XXI ? La historia de aquel hombre anónimo apaleado en un pequeño rincón de la Palestina del siglo I ¿es significativa para los actuales MRG que actúan en un mundo sin fronteras? La respuesta será afirmativa si conseguimos acceder a las enseñanzas que la parábola esconde en cuanto narración.
El relato del buen samaritano no sólo nos dice lo que hay que hacer con respecto al prójimo, también nos indica cómo hay que hacerlo. La narración nos propone un itinerario pedagógico de la acción caritativa, una «hoja de ruta» para el ejercicio de la solidaridad tremendamente útil para los MRG ocupados en la tarea de abocetar el mapa de otro mundo posible, desde las víctimas.
Hacerse cargo, cargar, encargarse
Para entresacar las enseñanzas contenidas en la parábola vamos a servirnos de una rejilla de lectura tomada de Ignacio Ellacuría. En diálogo con su maestro Zubiri, el mártir salvadoreño expande la «inteligencia sentiente» zubiriana hacia el campo de la acción, afirmando tres momentos en el conocimiento de la realidad: «se conoce la realidad cuando, además de hacerse cargo de la realidad (momento noético) y de cargar con la realidad (momento ético), uno se encarga de la realidad (momento práxico)». Tres momentos perfectamente identificables en la parábola del buen samaritano y que ponen de relieve las notas fundamentales del servicio samaritano, a saber: inteligencia, compasión y compromiso.